Ese jevo que trajo Chantal es uno que viene merodeando por ahí hace algún tiempo; un mes, tal vez. Más que un ‘tú me usas, yo te uso’, se ha convertido en un ‘fuck friend’. Estamos sin estarlo, pero estamos.
Como de costumbre hay lugares prohibidos para los encuentros. O si coincidimos, como suele ocurrir, lo mantenemos ‘low key’. Principalmente porque entre nosotros no queremos espantarnos posibles trucos. En otros lugares hemos perdido el cuidado; nos besuqueamos y bailamos como si no hubiese nadie más, aunque haya multitud.
Pero bueno, voy a lo que voy. Algunos lectores, particularmente lectoras, me preguntaban como es que uno se lleva a un jevo. Cómo es que sin tener que ser tan directo uno le dice ‘nos fuimos’?
Yo no sé. He pensado bastante y siento, o creo, que se me da de forma natural, y hasta como quien no quiere la cosa. Tal vez no, pero me lo creo.
En alguna instancia, sobar la batata con mi pie mientras estamos sentados me ha servido. En otras, una palmada con disimulo en el muslo y hasta en la espalda. Pero con este jevo fue un poco diferente. Ni tan si quiera hizo falta contacto físico.
Realmente le había conocido en otros contextos y no me intrigaba en lo más mínimo. Me parecía un macharán pese a su delgado cuerpo. Aunque debo reconocer que su calvicie siempre me sedujo, y cuando supe su edad, sentí excitación.
Un día cualquiera, salí de ver un juego de la final de la NBA y me fui para el lugar de siempre. Allí, entre todo el corillo me lo encontré. Habíamos hablado una que otra vez. El gentío se fue aislando hasta que por primera vez quedamos solos. Él disque se iba.
Lo invité a una cerveza. Luego me llegaron unas cuantas más en el transcurso de la madrugada que seguimos compartiendo, bailamos en la pista, y cuando salí del baño me dijo algo así como ‘cuáles son tus planes después de aquí?’.
El resto es historia, terminé quedándome en su casa. Él insiste en que yo fui la pervertida que no lo dejé ir cuando ya estaba ‘sonaíto’, y que fui yo la que lo incité a que siguiera bebiendo. Desde entonces, me llama la ‘mujer de malas influencias’…
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