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Memoria Viva: una puntada en la historia

Por admin Jul 6, 2019
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Conoce la industria de la aguja en Puerto Rico

Para mediados del siglo 20, la industria de la aguja en Puerto Rico era la segunda industria con mayores exportaciones y la primera fuente de empleo de la mujer puertorriqueña de escasos recursos económicos.

En esta cápsula de Memoria Viva nos adentramos a la industria textil con imágenes recopiladas por la Puerto Rico Historic Building Drawing Society donde se documenta a mujeres laborado en las fábricas que se establecieron en Puerto Rico.

Según el libro ‘La mujer puertorriqueña y el movimiento obrero en la decada de 1930’ de Blanca Silvestrini de Pacheco, la industria de la aguja, entiendase la manufactura de tejidos de algodón, se estableció en Puerto Rico a partir del 1917. Su llegada a Puerto Rico no fue casual, ya que estuvo vinculada a las reformas en legislación social que se hicieron en el estado de Nueva York en las primeras decadas del siglo y ante las cuales el capital estadounidense con inversiones en esta industria trató de conseguir mano de obra barata.

El centro de la industria giraba en torno a la ciudad de Nueva York, de allá se traían los materiales que se elaboraban en Puerto Rico para luego exportarse las piezas terminadas y venderlas en el noreste de los Estados Unidos. Norteamericanas residentes en la Isla identificaron el potencial comercial de la producción local y sirvieron de intermediarias entre las puertorriqueñas dedicadas a la aguja e intereses económicos en la metrópoli.

Las costureras puertorriqueñas comenzaron a producir piezas muy delicadas con bordados y encajes hechos a mano que eran exportadas a tiendas estadounidenses. La calidad del producto y la existencia de un mercado para este tipo de ropa provocaron un aumento en la demanda y el inicio de una industria que emplearía a miles de puertorriqueñas. En la decada de 1930 la industria de la aguja empleaba el por ciento más alto de mujeres asalariadas en Puerto Rico. El censo manufacturero de 1935 encontró que solo el 11.7% de obreras en la industria de la aguja trabajaba en fábricas comparado con un 35% que trabajaba a domicilio.

Esta industria se concentró en Mayagüez y otros municipios del área oeste. Desde la metrópoli llegaban piezas ya cortadas con los estampados dibujados. Tales piezas eran distribuidas entre los talleres y las mujeres que cosían desde su casa. El intermediario era el encargado de distribuir los materiales y supervisar el trabajo de las costureras además de pagar sus salarios.

Las costureras que trabajaban en sus casas no recibían un salario respecto a las horas de trabajo sino por la cantidad de piezas producidas. Por lo general, los salarios eran muy bajos, lo que obligaba a las trabajadoras a producir una gran cantidad de piezas y a recabar la ayuda de miembros de su familia. En otras palabras, podía convertirse en un trabajo familiar que incluía a tanto a niñas como niños. Estas personas trabajaban sin compensación a pesar de que las piezas confeccionadas terminaban siendo vendidas a altos precios en Estados Unidos.

Las condiciones de trabajo en los talleres eran realmente onerosas, poca ventilación, pobre higiene y aglomeración entre las trabajadoras. Sin embargo, el corazón motor de esta industria lo constituía el trabajo a domicilio. Se calculaban unas 50,000 mujeres trabajando bajo esta modalidad.

A principios de la decada del 1930, la Federación Libre de Trabajadores inició una campaña para incorporar nuevos sectores obreros. A raíz de esta se organizaron algunas uniones de trabajadores de la aguja. Aunque la mayoría eran de obreras de talleres, se ha encontrado evidencia de un interes en la organización laboral por parte de algunas trabajadoras a domicilio.

Sin embargo, como era de esperarse era mucho más difícil organizar a trabajadoras a domicilio que a las de fábricas o talleres. A pesar de estas dificultades en organización, el panorama era tan desolador que para 1933 surgen una serie de huelgas en la industria de la aguja con amplia participación femenina. Mayagüez, por ser el corazón de la industria, experimentó las más serias. El 30 de agosto de 1933 las trabajadoras de la aguja en la ‘Sultana del Oeste’ se fueron a huelga para exigir mejores salarios. La huelga se convirtió en un violento motín cuando chocaron huelguistas, rompe- huelgas y policías. El saldo de la confrontación fueron dos muertas (una mujer y una niña de tres años) y setenta heridos.

Mira la galería:

La industria de la aguja en Puerto Rico

*Nota del editor: Memoria Viva es una iniciativa liderada por el equipo de fotografía de NotiCel con la misión de compartir imágenes u otro contenido gráfico de valor histórico que resalte curiosidades de nuestro pasado y la cultura puertorriqueña; que arroje luz sobre las transformaciones de nuestro país tanto físicas como sociales. Si usted posee fotos, vídeos u otro contenido visual de antigüedad, puede compartirlas a traves de los correos electrónicos jcosta@noticel.com o nmontcourt@noticel.com.

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