De seguro en más de una ocasión has escuchado, y quizás hasta dicho, la frase de «A llorar pa’ maternidad» como respuesta a la expresión de tristeza, llanto o queja de alguna persona. Aunque para algunos tal vez sea una frase inofensiva, no deja de reflejar la visión de que las emociones son territorio de las mujeres y la fortaleza un atributo exclusivamente de los hombres. Esta expresión, al hacer alusión directa a la ‘maternidad’, no solo refuerza la idea de que el cuidado y la expresión emocional son inherentes al género femenino, sino que también sugiere que tales comportamientos son inapropiados o vergonzosos para los hombres. Este viejo dicho es un reflejo de los estereotipos de género que aún perviven y que necesitamos desmantelar para el bienestar de nuestra sociedad.
Las emociones no conocen de géneros. La tristeza, el miedo, la alegría y la frustración se experimentan tanto en los hombres como en las mujeres. Sin embargo, la sociedad ha impuesto un muro que separa estas experiencias humanas universales según líneas de género arbitrarias y dañinas. Es crucial entender que permitir a los hombres expresar libremente sus emociones, validar las mismas y promover entre ellos la regulación de emociones no los hace menos ‘hombres’, sino más humanos, y esto es fundamental para su salud mental.
La invalidación emocional, alimentada por la idea errónea de que los hombres deben ser siempre fuertes y estoicos, contribuye a muchos de los problemas sociales en Puerto Rico. Desde tasas más altas de suicidio entre hombres hasta dificultades en las relaciones personales, aumento en la violencia de género y un mayor riesgo de comportamiento violento, las consecuencias de negar a los hombres la validación emocional son profundas y costosas para la sociedad.
Promover un ambiente de validación emocional en donde las emociones puedan ser expresadas y gestionadas de manera saludable es esencial para prevenir estas consecuencias. Si bien es cierto que la familia tiene un rol importante en esta gestión, no podemos perder de perspectiva que no se puede depender únicamente de lo que se enseña en casa, especialmente cuando no todos los hogares tienen las mismas destrezas y recursos para promover ambientes emocionalmente saludables. Por tal razón, en las escuelas y los lugares de trabajo, entre otros escenarios, deben de jugar un papel activo en este cambio cultural. Es imperativo que, desde pequeños, los niños sean educados en la inteligencia emocional, aprendiendo a identificar, aceptar, regular y expresar sus emociones efectivamente sin miedo al juicio o la vergüenza.
Como sociedad, podemos fomentar la validación emocional al:
Esta transformación no solo aliviaría la carga emocional de muchos hombres, sino que también construiría una sociedad más empática y menos propensa a la violencia. Romper estos moldes de género en la expresión emocional no es un signo de debilidad, sino de progreso hacia un Puerto Rico más compasivo y saludable. Si queremos cambiar nuestra sociedad, es hora de dejar de lado los prejuicios obsoletos y abrazar una visión más saludable de la masculinidad, que promueva el desarrollo de ‘hombres’ conscientes de sus emociones y su salud mental, y no el de ‘machos’ carentes de inteligencia emocional.
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