El cielo no es para todos
Que lejos estamos de la inquisición, gracias a Dios. La herejía en la epoca medieval se castigaba con la pena de muerte y su historia comenzó en 1184 en la zona de Languedoc, sur de Francia, que afortunadamente en nuestros días produce muy buenos vinos que renuevan el placer de la vida sobre la muerte, además de simular la sangre de Cristo en las misas.
Qué era la herejía? Uno de sus fundamentos principales explicaba que era desafiar el orden católico con intentos judaizantes, aunque también hubo un tribunal del mismo género entre el calvinismo y otras denominaciones protestantes.
Se recorrían entonces los pueblos europeos, se informaba sobre las bases de la inquisición y se recibían denuncias de los vecinos sobre el identificado como hereje. En ese mismo punto empezó el desastre, la masacre, uno de los más grandes genocidios de todos los tiempos.
Las denuncias de los unos sobre los otros, sospecho, tenían más fundamentos en asuntos terrenales como la envidia o la pelea por los límites de las cuerdas de cada quien que en comprobables cuestionamientos a la fe cristiana.
Entre 1478 y 1821 el Santo Oficio desató su ira con la Inquisición Española, propuesta por el rey Fernando V y la reina Isabel I. Se investigó y se condenó a perecer en la hoguera a judíos y sospechosos de judíos, es decir, aquellos que adoptaban nombres españoles, cristianos y decentes. Hasta nuestros días, muchos judíos cambian sus nombres, porque tienen una memoria de la persecusión y la muerte como ninguna otra civlización.
También quemaron mujeres, sospechosos de ladrones o pobres borrachines. Una de las explicaciones oficiales que quedó en la historia sobre la quema de mujeres era que practicaban la brujería. Siempre creí que eran contestarias, mujeres de temple que se rebelaban al patriarcado y la exclavización de su tiempo, y eliminarlas llamándolas brujas era una simplificación, una herramienta útil a la persecusión de Estado.
La onda expansiva llegó a América y muchos indios en México fueron los 'herejes' de turno y quemados entre las llamas.
Más cerca en el tiempo, aquí y ahora, desde uno de los salones de la Legislatura del país, uno de los tres poderes del Estado -que la Constitución prevee como separado de la Iglesia, sencillamente porque en la democracia a una administración de gobierno la eligen católicos, protestantes, ateos, agnósticos, matrimonios, homosexuales, concubinos, negros, blancos, en fin, la sociedad en su diversidad- se acaba de lanzar una condena a los homosexuales en la voz de una autodenominada pastora.
El mensaje hacia la sociedad, al permitir el uso de un salón del Senado, lo hace suyo y lo firma la actual administración gubernamental. Es entonces la voz oficial la que sentencia que los homosexuales no van al cielo.
Habrá empezado más o menos así aquella inquisición medieval?