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Inclusión

En 'Diario de la Guerra del Cerdo' el escritor argentino Adolfo Bioy Casares -cuyo rumbo literario tuvo la escasa fortuna de coincidr generacionalmente con Jorge Luis Borges, pero tambien la buena suerte de convertirse en grandes amigos y colaboradores en libros conjuntos y en la gran aventura que fue la revista Sur- narra el proceso incómodo, depresivo, de la vejez. Lo remata cuando un grupo de jóvenes, buscando la renovación generacional, comienza a matar viejos en un genocidio que no tiene fin.

La imagen viene a cuento porque leyendo y oyendo los argumentos en contra de los agravantes por crimenes de odio al nuevo Código Penal, de quiénes están opuestos a la inclusión por la defensa de un supuesto perfil social mayoritario que le otorga la potestad de la exclusión, sostienen, entre otras cosas, que todos los crímenes son de odio.

Están equivocados porque lo enfocan desde la perspectiva religiosa fundamentalista.

El cuadro es más amplio, hay crímenes que responden a causas y hasta incidentes no contemplados -un robo por algun marginado que busca llevar comida a sus hijos, un enfrentamiento con un guardia y uno de los dos muere, no ubica el odio en la escena.

El problema es que se oponen a lo que llaman la agenda homosexual, como si la avanzada fundamentalista no tuviera su agenda, que canjea votos a sus representantes políticos por prebendas que van desde contratos a 'diezmos' cuantiosos -todavía nadie aquí ha reclamado por la cesión de un salón senatorial para que una autodenominada pastora condenara al infierno a los homosexuales, con el cantante Ricky Martin a la cabeza, lo cual reúne la doble gravedad de incitación a la violencia desde una tribuna oficial, y la ruptura de los límites Iglesia-Estado que plantea la Constitución.

De lo que se trata es de calificar con agravantes a crímenes que respondan a algún tipo de discrimen, ya sea sexual como étnico, a hombres y mujeres que forman parte de la sociedad, que tienen las mismas obligaciones que el resto, pero no los mismos derechos, precisamente por ese discurso discriminatorio de que 'no representan el conjunto de la sociedad'. Con ese criterio, pueden comenzar a marginar a las madres solteras, un sector cada vez más amplio de la población femenina, que claro, no responde al rubro de 'la familia tradicional'.

Los agravantes al Código Penal enfocan la inclusión de muchos y muchas que puede que pertenezcan a una minoría, pero las sociedades de avanzada contemplan al conjunto sin exclusiones.

Si persiste esta obsesión de varios legisladores de servir al oscurantismo, tal vez un día de estos la ficción de Bioy Casares se convierta en crónica policial cotidiana.

PUNTOAPARTE
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