Cerca del 10% de los embarazos en Estados Unidos están afectados por la diabetes gestacional, una condición cuya causal precisa se desconoce y que no necesariamente perdura ni en la madre ni el bebé. De no tratarse adecuadamente, sin embargo, puede tener serias consecuencias.
La estadística la ofrece la Asociación Americana de Diabetes (ADA), que advierte que la afección no quiere decir que la madre tenía diabetes antes del embarazo o que le tendrá después de este, y asegura que si se trabaja de cerca con el médico se podrá tener un embarazo y una criatura saludable.
La diabetes gestacional se describe como la presencia de azúcar alta (glucosa) en la sangre que empieza o se diagnostica por primera vez durante el embarazo. Aunque se desconoce con precisión que es lo que la provoca en ciertas mujeres, se sabe que las hormonas del embarazo pueden bloquear el trabajo que hace la insulina. Ello produce a su vez que los niveles de azúcar en sangre de la embarazada se incrementen.
Se ha identificado que la mujeres con ciertas condiciones son más propensas a padecerla. Se incluyen entre estas el tener más de 25 años al quedar embarazada; provenir de un grupo étnico con un mayor riesgo, como lo son el latino, afroamericano, nativo americano, asiático o de las islas del Pacífico; tener antecedentes familiares de diabetes, la hipertensión arterial; demasiado líquido amniótico; sobrepeso antes del embarazo; aumento excesivo de peso durante el embarazo y presentar síndrome de ovario poliquístico.
En la mayoría de los casos, la diabetes gestacional empieza en la mitad del embarazo, y no se presentan síntomas. En estos casos el diagnóstico se hace durante el estudio prenatal de rutina.
En otras situaciones se pueden presentar síntomas moderados, tales como demasiada sed o temblores, visión borrosa, fatiga e Infecciones frecuentes, entre ellas las de vejiga, vagina y piel.
Aunque es tratable, es importante actuar con rapidez si se detecta, pues están en riesgo tanto la madre como el bebé. El tratamiento, se indica, consiste en mantener normales los niveles de azúcar mediante la actividad física y planes específicos de alimentación. En algunas ocasiones puede ser necesario el uso de medicamentos o las inyecciones de insulina.
La ADA recomienda vigilar de cerca los niveles de azúcar en la sangre y establece como aquellos óptimos durante el embarazo los de 95 mg/dl o menos en ayuna; 140 mg/dl o menos una hora después ingerir alimentos; y 120 mg/dl o menos, dos horas después de los alimentos.
La entidad recalca que, como todas las formas de diabetes, la dieta y el ejercicio pueden ayudar a ganarle a esta afección. “Con la diabetes gestacional, mantener una dieta balanceada es fundamental para un embarazo exitoso. Su médico puede ayudarle a desarrollar un plan de alimentación que le ayude a mantenerse saludable y fuerte durante este proceso”, indican.
En términos generales esa dieta debe ser moderada en grasa y proteína y con poca cantidad de alimentos que contengan mucha azúcar, tales como bebidas gaseosas, jugos de fruta y panes dulces. Los carbohidratos deben obtenerse a través de alimentos que incluyan frutas, verduras y carbohidratos complejos, tales como pan, cereal, pasta y arroz, consumidos en moderación.
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