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Análisis NBA: Stern, el manipulador

La mañana del sábado trajo consigo una muy agradable noticia para todos los fanáticos de la mejor liga de baloncesto en el mundo. Un acuerdo tentativo entre la unión de jugadores y los dueños de la NBA requiere sola de una votación mayoritaria por ambas partes, lo cual a estas alturas, por deseo o presión económica, se considera tan solo una formalidad para poner comienzo a la tan esperada temporada 2011-2012.

Sin embargo tras cada texto de emoción enviado luego de que dicha noticia empezara a correr por las redes sociales se esconde una triste realidad que se ha convertido en norma en estos tiempos de crisis. Los patronos se salieron con la suya.

En una de las estrategias más viejas del libro, los dueños pidieron el cielo en el frustrante cierre patronal que duro 147 días para anunciar como un 'punto medio' el acuerdo final que le va a costar más de 300 millones al año a los jugadores.

A pesar del sin número de tecnicismos que se escuchaban una y otra vez en los últimos meses, la verdadera guerra se daba por los famosos Ingresos Relacionados al Baloncesto (BRI por sus siglas en inglés).

En el pasado convenio colectivo, la división de estas ganancias era de 57 a 43 a favor de los jugadores, una cifra que de por sí se veía triste cuando partimos de la premisa que el producto de la NBA, taquillas, camisas, etc. es consumido por un público que simplemente va a ver a sus atletas favoritos sin importar quién es el dueño. Hoy la cifra baja a un 51.5 para los jugadores con un nuevo convenio que tiene una década de duración con una opción de salirse al sexto año.

El imperio contraataca

Tras la llegada de David Stern al puesto de comisionado de la NBA en 1984, la liga dio un crecimiento en popularidad que llevó a Stern a ser considerado uno de los mejores comisionados de los mayores deportes de Estados Unidos. Una explosión en ratings y en consumo de sus productos trasformo la liga de una al borde del colapso a finales de los 70' a una potencia comercial a principios de los 90'.

No se puede negar que Stern llegó en el momento más oportuno posible con la llegada de un joven de apellido Jordan y a inicios de la trascendental riña entre los Lakers de Magic Johnson y los Celtics de Larry Bird.

Pero tras años en el poder, la actitud imponente y arrogante del comisionado lo ha llevado a adquirir una imagen de emperador más que de jefe. Unas políticas de puño de hierro han hecho que miembros de la comunidad baloncelística cuestionaran su manera de implantar sus reglas.

En la pasada campaña, una diferencia de opinión entre Stan Van Gundy, dirigente de los Magic de Orlando, y el comisionado, sobre el trato de los árbitros a la estrella de los Magic, Dwight Howard, lo llevo a comentar sobre Stern que 'como muchos líderes que hemos visto en este mundo últimamente, el NO tolera la opinión de otras personas o la libertad de expresión o nada. Así que realmente no me dejan dar mi opinión' a lo que Stern contestó casi afirmando el comentario de Van Gundy 'voy a hacer una conjetura…de que no vamos a oír mas de él por el resto de la temporada'.

Parecido a lo que fue la política de mano dura contra el crimen de Pedro Roselló, que apuntó a los caseríos, señalándolos como las raíces de la criminalidad mientras en su gobierno sobraron los casos por corrupción, la administración de Stern se ha dedicado por años a criticar la imagen de mafiosos o 'thugs' de los jugadores llegando a implantar un código de vestimenta que muchos declararon como racista o clasista por enfocarse en censurar cosas como cadenas, gorras, gafas, etc.

Mientras, bajo sus propias narices, el árbitro Tim Donaghy era investigado por el FBI por tener relaciones con la famosa familia mafiosa de apellido Gambino. Eventualmente, Donaghy salió culpable de haber apostado en juegos en los cuales trabaja poniendo en cuestión la integridad de la liga que desde sus comienzos se ha señalado por darle trato preferencial a los equipos de los grandes mercados como Los Angeles, New York y Boston entre otros.

Es bajo este triste escenario que todos los fanáticos estaremos hipnotizados frente a nuestros televisores el día de navidad para disfrutar del deporte más cautivador que, a pesar de que sus líderes siguen defraudándonos, seguimos apoyando religiosamente.