Muere F. A. Porsche, el diseñador honesto
Los mundos del automóvil y del diseño industrial lloran esta Semana Santa la pérdida del genio creativo que alumbró en la década de 1960 el Porsche 911, el deportivo que hoy es, además, un icono del diseño industrial honesto, sin adornos, del que fue su gran defensor.
Ferdinand Alexander Porsche, conocido en el mundo del diseño como F. A. Porsche, nieto de Ferdinand Porsche, creador del Volkswagen Beetle, falleció este Jueves Santo en la ciudad austríaca de Salzburgo a los 76 años.
La muerte le ha llegado, casualidad, prácticamente al mismo tiempo que el jurado internacional del World Car of the Year diera a conocer su decisión de declarar al 911 de la séptima generación, que acaba de incorporarse al mercado, como el Deportivo Mundial de 2012.
'El diseño debe ser funcional y la funcionalidad debe ser traducida visualmente en estética, sin trucos que deban ser explicados antes'. Esta es una de las frases más conocidas de un ingeniero diseñador que nació en una familia que ocupa una gran parte de la historia del automóvil.
Porsche repitió en más de una ocasión que el 'buen diseño tiene que ser honesto' o que 'un producto que es coherente no necesita adornos'.
Esta son las esencias del 911, un deportivo considerado uno de los más bellos de la historia del automóvil que hoy mantiene la pureza de formas con la que apareció en 1963 en el Salón de Fráncfort.
El diseñador sublimó entonces los genes que su abuelo había estampado en el Beetle y cuyos principios creativos han sido retomados actualmente por Volkswagen en la última entrega del 'Escarabajo', mostrando una mayor cercanía con la idea original.
Pero Porsche no sólo es venerado por el mundo del automóvil. Entre los diseñadores ha sido y seguirá siendo una referencia obligada. Su gran obra en el campo del diseño industrial es el Porsche Design Studio.
Este centro de diseño industrial creado por F.A. en 1972, hoy con sede en Zell am See (Austria), país al que se trasladó la familia y la compañía fundada por su abuelo en 1943, para años después regresar a Alemania.
La historia de Porsche está marcada por los automóviles. Gran parte de su tiempo de infancia lo pasaba en los estudios de ingeniería y en los talleres de su abuelo
Después de trabajar como aprendiz de ingeniero en Bosch, en Sttutgart, y cursar estudios en la Escuela de Diseño de Ulm, F.A. se incorpora a la oficina de ingeniería de la que entonces era la Dr. Ing. h.c.F. Porsche KG.
De sus manos surgía en poco tiempo el modelo que debía sustituir al 356. En 1962 era nombrado responsable del departamento de diseño de Porsche y un año más tarde se hacía un hueco en la historia con el que inicialmente se llamaba 901, porque Peugeot tenía registrada la numeración 911.
Creaba un icono de los deportivos, un coche esbelto como una gota de agua que ha sobrevivido a los vaivenes del diseño en los más de 125 años de historia del automóvil.
De su genio creativo también salieron algunos coches de carreras, como el Type 804 o el 904, éste considerado uno de los más bellos de todos los tiempos.
F.A., al igual que la familia, se retiró de la gestión de compañía tras el proceso de conversión de Porsche KG en una sociedad anónima (1971-1972), y decidió entonces fundar en Sttutgart el Porsche Design Studio, que trasladó a Austria en 1974.
Desde allí se labró una segunda historia que le situó como uno de los grandes diseñadores industriales del mundo, con un catálogo de objetos de todo tipo. Un ejemplo son las célebres gafas plegables diseñadas para Carrera o el Titanium Chronograph, el primero reloj con caja de titanio de la historia.
Pero Ferdinand Alexander mantuvo durante toda su vida una estrecha relación con Porsche AG como socio y miembro del Consejo de Supervisión. Y llegó a dirigir la compañía como presidente del Consejo de Supervisión entre 1990 y 1993 para dar un giro económico la empresa. En 2005 cedió su puesto en el Consejo de Supervisión en favor de su hijo Oliver y asumió el cargo de presidente honorario.
F.A., un genio creativo del siglo XX, descansa en el panteón familiar de Schüttgut, en Zell am See, y deja tras de sí la cultura del diseño honesto.
Fernando A. Marqués