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Pesca de chinchorro: Un arte en peligro de extinción

Es una práctica centenaria y artesanal, pero la falta de mano de obra amenaza con su desaparición.

La pesca de chinchorro -cada vez- se practica menos en Puerto Rico. En Rincón, todavía la comunidad se une para mantener viva esta tradición pesquera.
Foto: Lester Jiménez

Los primeros avisos de luz todavía no se asomaban en el horizonte y ya Julio Ramos estaba empujando su yola aguadillana al mar para iniciar su jornada del día.

Era sábado, poco después de las 5:00 de la mañana y el mar en la costa de Rincón parecía un plato, tranquilo, como si respetara el sueño de los que viven cerca de la costa.

Sin mucho ruido, e impulsado solo por dos remos, Ramos dirigía su bote, cargado de redes, a la zona conocida como Sea Beach. Allí, en la arena, lo esperaba otro grupo de personas de Rincón, prestos a ayudarle en su faena.

Se trata de la pesca de chinchorro, una modalidad de gran tradición que, contrario a otras prácticas de esa profesión, involucra a toda la comunidad. Sin embargo, este estilo de pesca poco a poco se está extinguiendo, debido a que cada vez son menos los que la practican en la Isla.

“Este es uno de los artes más antiguos en la pesca comercial. Es una pesca completamente artesanal”, destacó Ramos, conocido por Tocky, quien lleva 48 años ligado al mar.

La pesca de chinchorro, según explicó, es un arte tipo cooperativa y a la vez, una forma de unir a miembros de la comunidad.

La faena arranca en la madrugada y puede extenderse por par de horas, hasta que finalmente las redes son extraídas del mar con la pesca del día.
Foto: Lester Jiménez

“Nos reunimos un grupo. Llegamos bien temprano en la madrugada. Echamos el bote al agua y salimos tirando soga aproximadamente una milla mar adentro. Donde conseguimos el veril (la curva o borde submarina), ahí tiramos las redes y se va halando desde la orilla por las personas que están allá”, contó Ramos, quien es maestro retirado y posee una maestría en educación especial

“Hay veces que la suerte es buenísima y sacamos tanto que las manos no son suficientes y tenemos que descargar en el agua de tanta pesca”, agregó.

De la pesca de chinchorro se pueden extraer especies como chicharras (conocido también como chicharros en otras zonas de la Isla), arencas, cojinúas o medregales, entre otros, lo que se convierte en una alternativa para las personas que no siempre pueden adquirir chillos, o langostas. Pero, además, sirve como productor de carnada para los pescadores de aguas profundas, para cartuchos o chillos, entre muchos otros.

Especies como chicharras o arencas (en la foto), son las más comunes en la pesca de chinchorro.
Foto:

Por sobre todas las cosas, es una práctica centenaria que merece ser conocida por su rica historia y la dinámica que genera frente al mar a tempranas horas del día.

“Para mí, es un ‘hobbie’. Nosotros venimos los sábados. Nos levantamos bien temprano, ya desde las 4:30 a.m. nos estamos llamando. Llevo tres años haciéndolo y me enamoré de esto”, contó Idalia Bonet, enfermera de profesión quien, junto a un grupo de amigas del pueblo, ayudan a Ramos a halar el chinchorro desde la costa.

“Es bueno que las familias vengan, traigan a los niños y vean cómo se hace porque es una tradición que hay que mantener también”, acotó.

Falta mano de obra

Pero no solo para recoger tomates o café hace falta mano de obra. También en la pesca cada vez hay menos trabajadores que se dediquen a ella.

“Lamentablemente necesitamos sangre joven. Cada día los pescadores nos estamos poniendo más viejos. No veo ese aumento de personas que se dediquen a la pesca como lo había antes”, sostuvo Nelson Crespo, quien también lleva más de 40 años dedicado a la pesca y quien es presidente de la Asociación de Pescadores de Pargos de Profundidad.

Según Crespo, la cantidad de pescadores comerciales licenciados y activos en Puerto Rico ronda los 1,500, pero cada vez en menos pueblos se practica la pesca de chinchorro.

“Lamentablemente es un arte que ya prácticamente va a desaparecer. Es una lástima que se vaya a perder. Sería bueno que las nuevas generaciones se envuelvan más en este tipo de actividad”, agregó Ramos.

Julio ''Tocky'' Ramos lleva 48 años ligado a la pesca en Rincón.
Foto: Lester Jiménez

Los efectos de María y la pandemia

La pesca también se ha visto afectada por la propia naturaleza. Desde el huracán María todo cambió, hasta el mar.

“Lo más que cambió fue el fondo marino. Después de María vinieron las supermarejadas y eso cambió todo en el fondo del mar. En áreas donde no había piedras, ahora están cubiertas de piedras. El movimiento de arena fue tan y tan grande que ahora hay áreas que tiramos las redes y hay que estar en el fondo del mar despegándolas”, sostuvo Ramos.

La pandemia también ha impactado este sector, ya que son menos las personas que se acercan a la playa a halar chinchorro y son menos revendedores, que son parte de la cadena económica de la profesión.

“Este tipo de pesca tiene una particularidad y es que como una estampa de pueblo. Nosotros pescamos, y hay gente que lo compra y se para en las esquinas del pueblo a revender. Ahora, por el temor que tiene la gente por el contagio, que quieren estar seguros y proteger a su familia, pues la venta está lenta”, destacó.

También la mano humana ha tenido un efecto adverso, con la construcción desmedida en las costas y el descargue de químicos, combustibles y otros materiales en los cuerpos de agua que, finalmente acaban en el mar.

“Todo eso daña los hábitats marinos, los manglares, los criaderos de peces. Es una cadena de efectos”, lamentó Crespo.

Preocupación por santuario marino

Crespo indicó que, además de la necesidad de mantenimiento y reconstrucción de rampas y otras instalaciones que ayuden en el desarrollo de la pesca, muchos profesionales del mar en la zona han mostrado preocupación por la intención de la organización Pew Charitable Trusts, una entidad dedicada a la conservación de los mares, de construir en el oeste de Puerto Rico un santuario marino.

Y, aunque reconocen que su intención tiene un fin positivo, lo cierto es que en otras jurisdicciones en Estados Unidos ha significado el desplazamiento de cientos de pescadores comerciales que ahora no tienen cómo llevar el sustento a sus hogares.

La pesca de chinchorro no solo sirve para alimentar a las familias, sino que también suple con carnadas a otros pescadores de aguas profundas.
Foto: Lester Jiménez

“Ellos han hablado con los pescadores aquí y alegan que van a poder seguir pescando y que solo quieren manejar las áreas de pesca que están protegidas, pero no necesariamente es así. Hemos tenido reuniones con pescadores de los Cayos de la Florida que nos dicen que desde que se estableció el santuario marino en su área, la gran mayoría de los pescadores han sido desplazados y solamente pueden pescar alrededor de 16 pescadores de langostas”, contó Crespo, quien también es presidente del Panel Asesor del Consejo de Pesca del Caribe.

“Aquí crearía un desfase en la pesca porque la pesca del chinchorro desaparecería. Y este es el motor que enciende la cadena de pesca en el área. Con el tiempo, la atarraya también se va a ir”, subrayó.

Según Crespo, existen otras alternativas para proteger la vida marina sin afectar directamente a los pescadores comerciales que cumplen con las regulaciones establecidas por el estado y las entidades que velan por la práctica saludable.

“Si quieres proteger las áreas, vamos a trabajar con la erosión costera, con el descargue de aguas, con la construcción desmedida. No ataques al que menos culpa tiene, que es el pescador”, sentenció.