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Opiniones

Hace falta mucho más que un séquito de batas médicas blancas

El licenciado Víctor García San Inocencio reconoce que en el "Task Force" médico hay distinguidos médicos, pero algunos se han convertido en relacionistas públicos del Gobierno.

El licenciado Víctor García San Inocencio. (Juan R. Costa / NotiCel)

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Es triste ver a doctores en medicina, entre estos, especialistas prestigiosos que me honro en conocer, algunos transfigurados en relacionistas públicos de la gobernadora tapándole boquetes impresentables y sirviendo en combo de parachoques políticos.

El papelón monumental institucional de la compra de las pruebas sólo es comparable al continuo e infructuoso anuncio de su llegada cada día, desde el 20 de marzo, y a “la cancelación” doce días después.

Aún hoy, 13 de abril, entrada la cuarta semana de su ofrecimiento, por fin, luego de la Semana Santa, se empezaron a repartir poquito a poquito las primeras 100,000 --1.1 millones menos-- razón por la cual somos uno de los lugares más atrasados en el cernimiento a través de pruebas sobre el Covid-19.

Deberían haberse realizado 8,000 pruebas por cada millón de habitantes a este momento. Se han efectuado cerca de una cuarta parte de este estándar, un 75% de incumplimiento. La brecha de los contactos desconocidos sigue abriéndose.

Si a esto añadimos la sarta de irregularidades --y posible conducta ilícita-- alrededor de la gestión de compra de la mayor parte de las pruebas frustradas, agravado con sospechosas movidas con tintes de favoritismo, tenemos un muy molesto cóctel de barbaridades, que no sólo manchan el feo historial de desaciertos y desatinos de la Administración Vázquez Garced --almacenes de suministros Ponce, favoritismo, aprovechamiento del dolor para enaltecer su imagen, alegada persecución política de correligionarios, ceguera fiscalizadora, bochornos impresentables en el Departamento de Salud--- sino que la sitúan, al filo de la responsabilidad criminal. Puesto que la Administración Vázquez Garced está colocando en la indefensión al Pueblo de Puerto Rico, cuando auto obstaculiza la capacidad de ver y medir en sus verdaderas dimensiones no sólo un contagio silente que se va esparciendo por el país a falta de las mentadas pruebas y rastreo, sino el peso acumulado y sinérgico que se añade al de muchos otros males.

Como si esto fuese poco, se están tomando decisiones sin tener suficiente base estadística, dado a que sin muestras suficientes, no se tiene un punto de partida real. Por ello, se han hecho proyecciones casi astrológicas, que podrían quedarse cortas, a no ser que exista una gran cantidad de asintomáticos que hayan restringido su capacidad de contagio al espacio doméstico. Ya en un artículo anterior sobre los factores que pueden habernos favorecido ante el Covid-19, destaqué aquellos --que son negativos al desarrollo-- que entiendo estructuran de suyo una sociedad de más encierros y en aislamiento cónsona con el toque de queda.

Sea como fuere, no hay duda que los números de casos positivos van a aumentar a falta de rastreo y seguimiento a contactos. Esto plantea una cuestión crítica, porque no se podrá saber a ciencia cierta, ni cercanamente, cómo se ha esparcido el virus, dónde está activo y cuáles son los principales vehículos y manifestaciones del contagio comunitario. A este respecto, perdimos casi un mes de investigación epidemiológica que apenas comenzó a gatear la semana pasada.

La subestimación de casos entraña peligros mucho mayores a los de la subestimación de muertes post huracán María --y no es un tema de fondos federales o de la reacción de ese gobierno, que pudiera serlo. Primero, porque si no se buscan, ni someten a prueba los contactos se expone al riesgo de contraer una enfermedad que puede ser mortal, y para la cual no hay cura. Segundo, porque no se pueden hacer buenas proyecciones, ni buena política pública, si no se hace buena Salud Pública, y con tantos disparates y dislates, el operativo del gobierno --más publicitario y de imagen que otra cosa-- se queda cojo.

Se ha dicho hasta la saciedad que sin pruebas suficientes, seguimiento epidemiológico que incluya rastreo de contactos telefónico y puerta a puerta, y muestreos aleatorios a la población están trabajando y decidiendo casi a ciegas.

Podría la Administración Vázquez Garced en un futuro no lejano, encontrarse con la mente más en blanco que las batas del séquito de médicos. Pareciera que se está apostando a ciegas --y con grandes obstáculos autoprovocados-- a que van a ganar esta “guerra”. He aquí otro grave error, esto no es un concurso, ni una guerra, esto no es una mesa de apuestas. Éste es un desafío inédito donde no se puede operar torpemente echando a un lado valiosos instrumentos de la ciencia y sin tomar en cuenta los de muchas otras disciplinas.

Aquí llegamos a un verdadero problema de fondo: Este virus, el Covid-19, como ninguno de los anteriores, no opera como una constante. Tiene su propia historia que está trazándose independientemente de las elucubraciones que cualquiera pudiera hacer. Este virus es bastante contagioso, más letal que la influenza, y en extremo oportunista --no me refiero a los oportunistas buscones de contratos-- pues tiene la capacidad de hacer más daño ante condiciones pre-existentes, y tiende a adherirse más ferozmente a comunidades vulnerabilizadas social e históricamente.

Las plurivulnerabilidades que ahonda el colonialismo y la dependencia son harto conocidas. En un país donde se estructuran ordinariamente las condiciones para que cada fractura sea un desastre social --machacado ya por los terremotos en el sudoeste, por los estragos físicos y económicos del huracán María, y por el rezago monumental “a suero de brea” de la reconstrucción-- las nuevas y viejas vulnerabilidades se han convertido en una Caja de Pandora.

Con muchos o bien pocos casos de Covid-19 --rezo todos los días porque sea lo segundo-- los efectos acumulados sinérgicamente van a hacer más largo y doloroso el tema de la recuperación.

Pongamos esto en contexto: Recuperación aquí significa alcanzar el tren que perdimos hace 14 años cuando empezó la recesión; con una quinta parte menos de la población, que en promedio es ahora 10 años más vieja; con una cuarta parte menos de la riqueza y de los empleos esfumados --sin contar con lo que provoque la pandemia--, con un gobierno reducido, quebrado, destartalado y en muchos aspectos desmantelado; que para colmo, ni tiene prestigio, ni credibilidad, ni tracción.

No estoy hablando de recuperación económica, me refiero a algo mucho más profundo: la recuperación social, política, anímica, moral, y la obtención de elementos cruciales a la vida y al desarrollo que nunca hemos tenido, por lo que debido a esto estamos más subdesarrollados que nunca en todos los renglones.

La pandemia es oportunista, castigará fuerte, nos tendrá en vilo más tiempo, hará más patentes nuestras debilidades y vulnerabilidades. Debiera haber muchos “task forces”, porque ojalá, y lo que nos tocara fuese un simple problema médico. Pero no, es mucho más patente y profundo, es un problema biosicosocial, político, económico, de cultura cívica; un problema profundamente Ético con mayúsculas, para lo cual lamentablemente el séquito en blanco enmascarillado no basta, se queda corto, está muy lejos, como si estuviese apagando fuego, en un país en que lamentablemente se ha estado apagando fuegos por más de un siglo y prácticamente todo está calcinado, reducido a cenizas.

No sé si quienes se encuentran henchidos de protagonismo entienden la dimensión real de estos desafíos. Bien sé que la gobernadora no los entiende. Su pensamiento robótico, lineal, pero esquivo, sus largos años de inexperiencia o limitada experiencia repetida, y su fijación abogadil de ver al mundo simplemente como un contencioso litigio maniqueo; estoy seguro que la dejan en babia. De ahí, sus desentendimientos continuos --siempre otro es el o la responsable-- su ya desgastado repaso del resumé, y su deseo de manipular y controlar a la prensa al punto de preparar reuniones con libretos, a donde no deja llegar y hasta excluye a los periodistas.

Pero, con la Administración Vázquez Garced tendremos que vivir los 8 meses que quedan del año, a lo mejor con 6 de ellos teniéndola de “lame duck”, salvo que a Thomas le convenga otra cosa que logre agenciar. Una cosa está clara, el Covid-19 y sus efectos locales e internacionales, durarán más, bastante más, con menos dependencia de las batas blancas Dios mediante, pero durarán.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).