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Opiniones

Piedad para el pueblo de los Estados Unidos

El licenciado Víctor García San Inocencio repasa la historia social y los recientes sucesos en la "fracturada" nación norteamericana, incluyendo el rol de su presidente, Donald Trump, en ellos.

Bufón, payaso megalomaníaco, pervertido, corrupto, fascista, embajador del divisionismo, el miedo y el odio --diga usted-- aunque la historia decidirá como se le recordará, o por qué se le querrá olvidar. No hace falta que mencione su nombre de pato de tirilla cómica..

Que haya podido amasar decenas de millones de seguidores, incluyendo a la gobernadora de una colonia y a su comisionada residente, será ciertamente algo que dejará perplejos a quienes miren por el espejo retrovisor de la historia este abismo.

Pero, el ricacho neoyorquino que agarraba las vaginas de las mujeres aunque no las conociera y se ufanaba de ello ante un periodista, no es la peor tragedia que puede pasarle a aquella nación. Después de todo el defraudador de la Universidad con su nombre --que tuvo que pagar 25 millones de dólares por sus trampas-- y quién sabe cuántos más por transigir en secreto reclamaciones y esconder sus tropelías sexuales o comerciales, no es la peor tragedia de los Estados Unidos. Él representa la llaga, la verruga de la lepra y una gotita del esputo espeso de la verdadera enfermedad.

La explotación, la avaricia, la impúdica falta de una moral política sobre la que se construyó una nación bipolar --de grandes principios y de degradantes y arrasadoras prácticas-- que acumula hoy en el 2020 tanta injusticia, como riqueza; tanto poderío, como desesperanza.

Creer que medio EEUU se volvió loco por una de las tantas ejecuciones oficiales que se suceden contra negros, latinos, orientales, como la de George Floyd, y que decidió tomar las calles, sería una explicación chata y superflua.

Demasiadas y sucesivas capas de tragedia forman una densa madeja de sufrimiento generación tras generación. Esa opresión y sufrimiento masivo, se ha compactado y desenmascarado ahora, acaso por los efectos devastadores de tres meses de negligente y criminal manejo del Covid-19.

Al gran Capital se le ha caído despampanantemente la máscara. De eso, trata en parte esta eclosión, que sin ser cíclica, algunos hemos visto ocurrir, junto a sus verdaderos provocadores en el 1968, en los años setenta, ochenta, noventa, y este milenio, en la caída y rescate de Wall Street, mientras millones perdieron sus ahorros, sus pensiones y sus viviendas. Las guerras y su cúmulo de calamidades han jugado también una parte en este cóctel de veneno, violencia, injusticia, desigualdad e inequidad.

El “no puedo respirar” de la agonía de George Floyd es emblemático del abismo de una nación fracturada que tampoco puede respirar y que no deja respirar a la humanidad, con su exportación a raudales de una cultura del egoísmo, explotación, la destrucción de la naturaleza, acumulación desigual y obscena de la riqueza a costa de la miseria de tantos.

Ayer, vi a un presidente acorralado, montando un “reality show”, de esos de los que emergió, invocando una ley de hace más de doscientos años invocada para hacer valer los derechos civiles pocas veces-- para llamar al Ejército a violentar los derechos de asamblea, exigir la reparación de agravios, y los de expresión. Todo ello para montar un teatro y tomar en sus manos una Biblia que quizás no lea, frente a una Iglesia que nunca ha visitado, mientras quiera enviar a reprimir las manifestaciones de millones de personas en cientos de ciudades.

Ha habido grandeza y hay grandeza de esperanza en el hermano pueblo estadounidense. Piedad para su Pueblo, piedad para las “minorías” víctimas de un “apartheid” estructurado. Piedad para los que sufren hambre, sed, no tienen techo, están enfermos o presos, dentro o fuera. Piedad también para mi pobre Pueblo, Puerto Rico, enjaulado por el colonialismo de aquél imperio.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).