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Opiniones

El golpe

El exrepresentante encuentra analogías entre Boris Johnson, Donald Trump y Pedro Pierluisi

Es 7 julio y el mundo se entera de que Boris Johnson, primer ministro británico, aquel de las inmensas mayorías, ejecutor del Brexit para la salida de su país de la Unión Europea, rancio conservador y vulgar delincuente ebrio de poder, acaba de renunciar.

Los sistemas parlamentarios demasiado sofisticados para ser entendidos desde la simpleza del sistema excolonial estadounidense, permiten transiciones políticas más o menos movidas, sin que el mundo se caiga. Con o sin plan de salida, el sistema parlamentario provee casi siempre uno en su estructura, para que el traspaso de mando suceda a veces con demoras, pero sin mayores percances.

El modelo republicano federal estadounidense reparte el poder en dos dimensiones. La primera, y la menos comprendida es la que hace al Pueblo y a sus estados fuente originaria del poder, delegando una parte de éste y de sus prerrogativas al gobierno central-federal y reservándose el resto de los poderes. La segunda dimensión reparte el ejercicio de la autoridad en tres ramas, las cuales se complementan aunque estén separadas, y se vigilan y controlan unas a las otras para evitar la concentración de poder o de ejercicio de autoridad ---que no son la misma cosa--- en una rama sola o excluyendo alguna. Sobre este particular, se observa también una aplastante reconfiguración desde el Tribunal Supremo federal del equilibrio entre las ramas constitucionales y entre el gobierno federal y los estados.

Ese Tribunal en pocos días viene reconfigurando y mutilando media docena de garantías y protecciones en los más variados ámbitos, arrogándose autoridad, anulando algunas competencias del Ejecutivo, e incluso, desmantelando garantías construidas por los estados en su legislación y reglamentación. El carácter cismático de aquella sociedad fragmentada, se inunda del espíritu faccioso al cual temieron también los fundadores de aquel país, en su organización política y jurídica. Un gobierno de leyes es desplazado por una mayoría de jueces no electos que le propinan una golpiza ---suena a golpe también--- a los derechos ciudadanos. A nadie conviene ese ejercicio "legal" de autoridad , especialmente si abre las puertas para que el Estado, a través de su gobierno y el de sus subdivisiones menoscabe o arrase con derechos y garantías. Nadie quiere que un gobierno le imponga a nadie una manera de pensar, ni una forma de ser. Nunca ha estado más peligro lo poco de libertad que disfrutan en verdad los ciudadanos de aquel país.

Mientras esa conflagración inédita desde la Guerra Civil se configura, los cargos electivos los detentan las personas en elecciones locales y federales cuestionadas, y aunque ello brinda una precarizada autoridad legal, el poder verdadero parece residir cada vez más en otro lugar ---los mercados--- a base de influencias, concentración de riquezas o control de lo que se informa y desinforma.

El modelo republicano de la excolonia británica que ha sido exportado a muchas partes y sobrevaluado, ha probado ser tremendamente frágil porque el Pueblo demasiada veces permanece aislado de la toma de decisiones y porque salvo en los procesos electorales de cada dos o cuatro años, cuando no se pervierten, no pueden los electores tener una participación real en el gobierno de sus vidas, ni en el de sus comunidades.

El pasado presidente de los EE UU, admirado y apoyado por algunos puertorriqueños y puertorriqueñas hasta que cayó en desgracia, y que ahora lo niegan 30 veces al día antes y después que canta el gallo, no sólo perdió las elecciones del 2020, sino que trató de robárselas. Mucho peor ---si es que hay algo peor--- maquinó una fabulación de que se las habían robado a él, dinamitó la credibilidad del proceso electoral de su país, que de hecho, no tiene mucha, y participó o apoyó la organización de una actividad violenta que intentó detener la certificación del nuevo presidente electo donde se produjo la muerte de seis personas en el Capitolio y acusaciones contra cerca de 800 amotinados, convocados o alentados por Trump mismo y por sus aliados. El golpe del día de Reyes, 6 de enero del año pasado, se asestaría en la capital federal y en la sede de su Congreso, poniendo en peligro la vida de todos sus miembros y empleados. La Cámara de Representantes trató de residenciar a Trump e inició el proceso, pero en el Senado no tuvieron babilla. Trump salió del cargo orondamente, sin rubor en su rostro y ávido de aspirar nuevamente a la presidencia, luego de sus fechorías, tropelías y probables delitos estatales y federales.

Durante meses, una investigación cameral ha amasado cuantiosa prueba directa e indirecta de la participación de Trump, su conducta durante meses ---antes y después-- del fallido golpe de aquel 6 de enero, de sus patrones conspiratorios y encubridores, de su mendacidad ---el término se lo aplicaron en una sentencia judicial a Ricky, un ex-gobernador delegado electo chuecamente en una elección taimada--- cuyo resultado la de allá, podría conllevar un referido al Departamento de Justicia federal, y si hay vergüenza o babilla suficiente, en acusaciones contra el mismísimo Trump. Pero el asunto es muy complicado.

Los presidentes de EE. UU. saben demasiadas cosas y tienen una patente enorme de impunidad, pues hay leyes que hasta les permiten mandar a asesinar en el extranjero, para no hablar de que pueden inventarse una guerra con pretextos falsos ---como la de Irak sobre las armas de destrucción masiva--- reventar a un país, provocar la muerte de un millón de personas y salir sonrientes. Eso es posible porque EE UU escoge cuáles principios y normas del derecho internacional le aplica. Manera ésta claramente "putinesca" de ejercer el poder en aquella pervertida e ilusoria democracia.

Alguna gente se extraña en Puerto Rico de que no se discuta aquí, la mole de delincuencia presidencial que el comité especial de la Cámara de Representantes estadounidense ha levantado. Es como si la mitología de la perfección del régimen estadounidense permaneciese incólume en la colonia, a pesar de todos los desmanes y abusos perpetrados allí por su gobierno interna e internacionalmente, a cuyo ombligo o rabo muchos en Puerto Rico todavía quieren estar unidos permanentemente. Claro está que la colonia anestesia al punto de que no le permite comprender al siervo su condición sumisa y el crimen que se perpetra contra sí y su país. Es sin embargo, todavía peor: ni se ve, ni se piensa, ni se reflexiona, y se miente a todas horas sobre virtudes imaginarias y en algún caso muy del pasado, aunque se sepa de las duras y tristes experiencias que generaciones de puertorriqueños atraviesan allí, exilados por el subdesarrollo económico que EE UU y sus intereses han perpetuado en la colonia. "Lo mejor de dos mundos" y "¿Qué nos haríamos sin ella?" son los mantras idiotizadores que se repiten continuamente en medio de la nube tóxica que excluye cualquier noción de verdad.

Los desfachatados Boris Johnson en el Reino Unido y Donald Trump en su excolonia, tienen imitadores en miniatura acá en Puerto Rico. Aclaremos que Johnson no dio un golpe de estado, aunque violentó toda norma y principio parlamentario imaginable y delinquió, pero renunció hoy, como todo el que sale con el rabo entre las patas, con sonrisa desfigurada y echándole a otros la culpa. Prohibido olvidar a "Ricky". Al exprimer ministro británico le renunciaron antes, 60 altos cargos incluidos los principales miembros de su gabinete. Se quedó sólo, no aguantaron más, tuvieron sentido del honor, amor a su patria y conciencia de su historia institucional. Prefirieron perder sus curules, sus escaños, sus cargos a ser parte de una orgía demoledora de las instituciones y de su Parlamento, sede del poder y de la autoridad. ¡Ah, y eran compañeros de partido y colaboradores! Pudieron más su concepto del pundonor y de la justicia, y su amor por una Constitución, que ni siquiera está escrita en un sólo documento, con plena conciencia de que son los principios arraigados los que sostienen al Pueblo y a los gobiernos. Magnífica lección aún proviniendo de uno de los países más abusadores del orbe.

En Puerto Rico, si hubiese memoria o si se cultivase el ejercicio del recuerdo no selectivo, tendríamos conciencia sobre lo que es un golpe de estado, particularmente por eventos relativamente recientes que no se han borrado. El verano del 2019 produjo una salida planificada con la creación de una contra crisis, haciendo incierto el momento de la salida del gobernador, creando un proceso accidentado de sucesión con la escalonada renuncia del Secretario de Estado, vacante que activó una línea sucesoria que fue interrumpida por un GOLPE de palacio. Fue un golpe de estado perpetrado por un excomisionado residente, abogado de grandes intereses y de la Junta de Supervisión Fiscal. Esta entidad había sido creada por una ley que él mismo impulsó. Con ese historial e intrínseca conexión a la dictadura de la Junta, fue nominado por el renunciante gobernador fugitivo para la Secretaría de Estado ---¿Qué negociaron, no lo sabemos?--- y luego materializada la renuncia de Ricky, sin contar con la confirmación del Senado de Puerto Rico en el cargo de Secretario de Estado, juramentó y se posesionó del cargo de Gobernador, mientras la Secretaria de Justicia, vestida pero no alborotada, le permitió disfrutar por varios días del fruto de la fechoría, sin actuar, algo bastante típico.

En un mundo racional ambos, el golpista "gobernador" y la Secretaria de Justicia, debieron ser encausados por algún delito. Uno por acción, la otra por omisión. Pero una operación de borrón y cuenta nueva ---típica del subdesarrollo cívico y político--- permitió "salvar una crisis constitucional", mediante un recurso judicial, como si la extinción de un fuego provocado intencionalmente, por sentencia judicial de desahucio, borrase la existencia del delito de Incendio, estragos o daños.

El siguiente Secretario de Justicia o la Oficina del Panel del FEI debió iniciar una causa, o quizás la Contraloría o la Oficina de Ética Gubernamental, para asegurarnos de no tener un Trump criollo nunca jamás. Sin embargo, nada pasó, la incumbencia golpista e ilegal de "menos de una semana" pasó como el pase de paloma más grande de nuestra historia, después del fraude del ELA, del 1952 ya admitido por EE UU.

Pierluisi el golpista, que luego fue electo gobernador por el menor porcentaje de votos en la historia, rozando el 33%, carga ese mancharón en su carrera, y otros que son producto de sus inclinaciones y apetitos de poder. Ese "chip on the shoulder" más grande que el pez que carga en hombros el pescador de la famosa etiqueta de antaño del aceite de hígado de bacalao, le produce una joroba tal, que no hay quien le despinte los estragos de la conjura en su credibilidad y en su historial.

Pierluisi fue un precursor aventajado de Trump en el golpismo, y lo sabe y lleva, como se cargan con mirada inquieta las grandes culpas. Por eso no le ha dolido seguir entregando o dejar que entreguen el país a la Junta de Supervisión Fiscal, a los LUMA del mundo, a los interesas poderosos y a sus "paqueros" ---procede de PACs--- amigos del alma. Por eso "figurea", pero no manda en Fortaleza, ya sabemos quien lo hace, y se la pasa emitiendo bocanadas huecas de palabras y proclamas, que son puro vacío, proyectando a cada segundo un profundo boquete interior, mientras hace lo mismo que sus dos predecesores, mientras al país lo devoran a dentelladas pulpos viejos y nuevos ante su vista, ciencia, paciencia, y coparticipación, auxiliados por los habituales intermediarios locales.

Nadie se extrañe que a duras penas se hable en el país de la tentativa de golpe de Trump, ni de la mayúscula investigación cameral en Washington, D.C. Como tampoco que no se recuerde el golpe de estado perpetrado por Pierluisi "obligado por las circunstancias" y por la voracidad de sus apetitos.

Intranquilo por lo que pueda hacer el fugitivo "Ricky" en retorno aspiracional a la gobernación, o por las intrigas a la que es es proclive su comisionada residente de bamboleante lealtad, el actual morador de Fortaleza cuenta los días y le inquietan las primarias y las investigaciones bajo la sombra de un gobierno que genera cada vez más, nuevos acusados de corrupción. Entre la primaria a la que teme, y el proverbial toque a la puerta de cinco de la mañana de sus muy federales conciudadanos, Pierluisi no concilia el sueño.

Mientras más afirma estar tranquilo, menos se le cree. Al igual que los Trump y los Johnsons de la vida, Pierluisi cuenta los días mientras piensa en el golpe, porque sabemos que hay muchas clases de Golpe.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).