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Opiniones

Llueve y no escampa para Trump

El licenciado Víctor García San Inocencio comenta sobre las acusaciones federales contra el expresidente Donald Trump.

Licenciado Víctor García San Inocencio, columnista de NotiCel.
Foto: Juan R. Costa

El bochorno al que llaman gobierno en los Estados Unidos y el edificio de mentiras que lo sustenta ha recibido un nuevo jamaqueo con las treinta y siete nuevas denuncias, esta vez por delitos federales, que ha presentado el Fiscal Especial Jack Smith contra Donald Trump en el escándalo por los documentos ultra sensitivos y secretos que comprometen la seguridad nacional de ese país.

A Trump se le denunció por retener ilegalmente, trasladar a lugares inseguros, manipular, esconder y obstruir el rescate de cientos de documentos por funcionarios que se los estuvieron requiriendo por más de un año. Trump se alega, no solo mintió ---raro en él--- a los investigadores, sino que sugirió desaparecer lo solicitado mediante orden de un Gran Jurado y expuso estos documentos o alguno, a personas impedidas por ley de mirarlos.

La delincuencia del expresidente republicano ha puesto a rodar por las cunetas la confiabilidad de EE UU de cara a sus aliados, ha convertido nuevamente a las agencias de inteligencia de ese país en el hazmereir global y ha comprometido vidas humanas de funcionarios ---espías e informantes, personal militar--- y ha hecho a los EE UU, más vulnerable que nunca antes, en tiempos modernos. Apenas el mes pasado un joven oficial de la milicia de Massachusetts reveló cuantiosa documentación sensitiva sobre Ucrania, la guerra, sus aliados y sobre los talones de Aquiles. Desde los tiempos de Obama con los Wikileaks, no ocurría nada parecido. Donald Trump ha añadido a su abultado historial delincuencial y antisocial esta medalla de oro. Claro está, nada como la incitación a robarse las elecciones del 2020 en varias ocasiones, notablemente en Georgia, y el momento cumbre del embarre con el intento de golpe de estado del 6 de enero del 2021.

Una vez, al principio de la pasada década, Donald Trump declaró que él podía matar a plena luz del día a alguien en plena Quinta Avenida y que no podrían encontrarlo culpable. Fiel a su soberbia no le ha importado hacer y deshacer. Ha manoseado y agredido verbal y sexualmente a mujeres y las ha difamado; ha comprado silencio y mentido a las autoridades electorales sobre la procedencia del dinero; ha promovido el fraude electoral y el tumbe. Con su bocota de comer ha admitido muchos de estos hechos. Algunos de sus exabogados han tenido que testificar en su contra, como parece que será el caso con las cajas de documentos secretos, pues se alega que requirió a su abogado salir de los documentos que le habían requerido judicialmente.

Este impresentable Trump, que en Puerto Rico perdió finalmente hasta a su cheerleader oficial Jennifer González, la todavía Comisionada Residente, ya no parece tener seguidores abiertos en Puerto Rico. Después de todo, aun los que aquí se declararon sus seguidores saben que todo eso de la presidencia y de la estadidad es un sainete y un gran paquete y no se toman en serio la política de allá. Hacen los donativos por lo de las palas y las influencias y por no estar ausentes en el pase de lista, pero saben. Donde no hay vergüenza en la cara es allá. Trump tiene decenas de millones de seguidores y acólitos que piensan que toda esta trayectoria desfachatada es una fabricación en su contra, mientras recitan el mantra MAGA, Make America Great Again, rezan por la blanquificación de los EE UU, y culpan de los males a los verdaderamente más perseguidos y explotados: los descendientes de esclavos, los latinoamericanos, los asiáticos, y claro está, los puertorriqueños.

Es claro que para Trump llueve y no escampa. También, que los estadistas en Puerto Rico ---y los otros de la unión permanente-- no tienen cómo justificar su apego y frenesí por aquella burla a la democracia que llaman Estados Unidos. Sólo aguantan, así como aceptan como algo ya casi natural, la estampa del colonizado y el papel que interpretan a la perfección. Acaso por ello, casi ningún político electo de los EE UU los respeta.

Ojalá y este nuevo aguacero contra Trump siga abriéndole los ojos a más puertorriqueños. No faltará quien alegue que la enésima acusación contra Trump es un ejemplo de la democracia de aquella "Gran Corporación". No hay límite a la ficción que sostiene la pesadilla americana. Pero nada mejor que el tiempo, amigo de la verdad cuando existe la memoria y el recuerdo. Allá en EE UU están los adversarios republicanos de Trump quienes no se atreven a hablar contra él; están los adversarios demócratas, que tampoco se atreven a decir mucho.... Ya Hillary Clinton, Obama y el propio Biden, aparte de Pence, se llevaron y retuvieron documentos o no protegieron secretos, sabe Dios para qué.

Cosas del Imperio que aquí desde la colonia observamos a distancia intergaláctica.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).