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Opiniones

Paz social

La quietud como valor político de quienes controlan la sartén y el mango es un recurso indiscutible para quienes participan del reparto a dentelladas del Bien Común.

Licenciado Víctor García San Inocencio, columnista de NotiCel.
Foto: Juan R. Costa

Paz Social

Todos aspiramos a que podamos vivir en sociedad en una relativa paz. Nadie quiere estar en guerra con otros, ni consigo mismo. La sana convivencia requiere atesorar la dignidad de todos los seres humanos. La equidad, valor fundamental en la búsqueda de la paz en buena convivencia, suele ser lo que falta.

La equidad es lo que nos hace querer ser iguales a los demás en dignidad reconociendo que cuando crece la dignidad, debe crecer en todos y para todos. No todo el mundo atesora la igualdad en dignidad. Demasiados promueven como hecho irrefutable que tal igualdad no existe. De hecho, van por la vida negándola. Toman decisiones continuamente desde una postura de superioridad que afecta la vida de los demás ---sus inferiores en dignidad--- y se valen de los instrumentos que debieran estar para servir a todos, para servirse desigualmente, reproduciendo y ampliando la inequidad.

La actividad política, la toma de decisiones colectivas, por todos o por algunos, pero afectando a todos, debiera ser equitativa y justa. En cambio, casi nunca lo es. La inequidad acompaña a los instrumentos de la política, de la toma de decisiones y del poder, pues el acceso a estos nunca se reparte equilibradamente. Quienes ostentan el poder lo utilizan generalmente para amasarlo y para su propio beneficio en mucha mayor proporción que para el provecho de los demás, Aunque todos sepamos que se predica que esos instrumentos están al servicio de todos en igualdad de oportunidades, también sabemos que no es verdad.

Ahora bien, nunca ha habido igualdad de condiciones. Ni siquiera la simulada igualdad de oportunidades es equitativa. La verdadera lucha por el poder debiera ser por el manejo digno y equitativo de sus instrumentos, pero en cada sociedad ese objetivo, al menos ideal, se pospone continuamente y es fuente de divisiones e inestabilidad que terminan por alterar la paz social añorada, pero nunca vivida, pues una "paz forzada" se consigue precisamente por la fuerza de la indignidad y de la inequidad que suplanta las aspiraciones más queridas, sino de todos, de la mayoría.

Que una presunta mayoría mande en estas condiciones, nunca significará que la aspiración democrática consiga siquiera, acercarse a su meta. Un despintado barniz o simulacro de igualdad, nunca de equidad, cubre las instituciones y la vida en sociedad.

El staff jurídico

Todos somos responsables de promover la paz social en aras de la convivencia en dignidad. Corresponde sin embargo, a los miembros del staff jurídico, y a quienes componen el staff gubernativo, a los que se preparan para administrar los instrumentos del derecho y los de apoyo a la Justicia ---que es un bien muy superior a la ley y al Derecho--- ejercitar con esmero, cuidado y sensibilidad todo acto en que tenga que crearla e impartirla. Estas tareas que incluyen a todos los miembros de la profesión jurídica, y a todos sus ayudantes, a todos los funcionarios públicos que toman decisiones y ejercitan actos para gobernar(nos) no pueden ejercerse autómata, ni parcializadamente, pues tales desvíos cuando se suman, muestran el grado de perversión de las instituciones y organismos creados o instituidos para promover la paz social en dignidad y equidad.

Las escuelas de Derecho y las de gobierno, cuando existen, y la formación ciudadana y cívica de la que se nutre toda la vida sociopolítica, tienen que inculcar , modelar y modular contenidos y prácticas que nutran la formación del ciudadano para este tipo ideal de vida política sana. Lamentablemente una guerra de intereses particulares destroza el tejido cívico y gubernativo, sin que necesariamente las personas enumeradas tengan la formación, ni el entendimiento de su obligación suprema como las personas a quienes se les ha delegado el control de los instrumentos político-gubernativos y jurídicos responsables primarios de adelantar la paz social.

Las Cortes

Lo menos democrático que existe en un sistema de separación de poderes como el de EE. UU. imitado en Puerto Rico son los tribunales. Aun en los lugares de allá, donde jueces y fiscales son electos, la politización de su elección puede ser devastadora. Ese vicio no se cura con nombramientos, ni confirmaciones hechos por funcionarios electos. Las formas atropelladas con las que se nomina y confirman muchas ---quisiera decir pocas--- designaciones a jueces y fiscales, entre otros, dejan mucho que decir. No existe en Puerto Rico una carrera judicial, sino jueces que están siempre a expensas de que sean o no renominados, o considerados para ascenso o forzados al retiro, por capricho del gobernante, o que no son considerados, ni confirmados, según sea la voluntad de los senadores.

Ser juez nunca ha sido fácil, ponderar la credibilidad de los testigos, navegar y entender en el laberinto de las pruebas, hacerlo en el marco de la precariedad existencial de lo que duran sus términos, o de hacia dónde se proyecten sus legítimas aspiraciones, debe constituir en cada caso, y particularmente en aquellos donde el futuro mismo como juez está en juego, una tribulación.

Dicho esto, los ciudadanos hemos visto cosas enormemente inquietantes ocurridas en o desde la judicatura en tiempos recientes. Vimos cómo por malabarismos o trapecismos, sin que existiera la ley especial que específicamente lo autorizase, se pusiera en vigor un aumento de sueldos en escalas para los propios jueces, ---Deus ex-Machina--- volándose las cercas o líneas imaginarias que aconsejan respetar las prerrogativas de otra rama constitucional y las que inhiben para siquiera acercarse a la apariencia del conflicto de intereses o al conflicto de intereses mismos.

Aprendí hace más de cuatro décadas, que cuando una ficción jurídica tiene que recubrirse de varias ficciones jurídicas para crear una verdad jurídica, tarde o temprano la "verdad" resultante chocará con las filosas aristas de la realidad y que ocurrirán cortes y sangrados severos.

Aquella decisión judicial de instancia sobre los aumentos de sueldo a los jueces, elusiva al más Alto Foro, fue enterrada sin autopsia, ni novenario en el iluso cementerio de la amnesia y su fantasma sigue dando vueltas y revoloteará las conciencia cívicas durante años.

Más recientemente, los amigos de la instrumentalización mediante la palanca judicial, de lo que probablemente no podrían ganar en las urnas, llevaron las elecciones a las Cortes. Al pesado yunque de la decisión salarial descrita, consiguieron añadir por avaricia electoral, la descalificación de candidatos de Proyecto Dignidad y de Victoria Ciudadana, con la evidente intención de además, que por otra argucia electorera-judicial más tarde se descalifique al partido Movimiento Victoria Ciudadana. Casos como éste, donde no sólo se pone en juego la credibilidad del sistema electoral y del sistema judicial, sino la credibilidad misma del aparato gubernamental, debieran ser objeto del más intenso y minucioso escrutinio ciudadano.

Desbancar y desintegrar jurídicamente un partido político que fue inscrito con el 14% de los votos en las elecciones pasadas, y validada su existencia real y no imaginaria, por un galimatías reglamentario hecho unilateralmente a la medida de un partido contendor, sin daño real a los reclamantes, no es una decisión que deba tomarse como si se deshojara una margarita. El viernes pasado, menos de 24 horas después el amiplinismo mediático--- viene del "A mí plín" --- ha impuesto la sospechosa marcha y mancha del silencio, conveniente a los intereses editoriales de sus dueños adictos a la quietud del mundo bipartita, con un pase de página vulgar y vergonzoso, ahondando el cráter de la deslegitimación en el epicentro del surrealismo político.

Quietud vs. Paz Social

La quietud como valor político de quienes controlan la sartén y el mango es un recurso indiscutible para quienes participan del reparto a dentelladas del Bien Común. El orden establecido en Puerto Rico es el del bipartidismo, No importa que quiebren al gobierno, que desbaraten al país con una emigración sin precedentes en ninguna otra nación del mundo,; no importa qué, siempre y cuando el bacalao esté servido para cortarlo, la quietud es un valor fundamental, como para los mejicanos era la "paz de los sepulcros", u otra de siglos de duración a la que llamaban "Pax Romana".

Empero, ni la quietud, ni la pax romana, se acercan a lo que la Paz Social es. Esta, es el producto del consenso, de la buena convivencia en dignidad, no del aplastamiento, ni de la ventajería, ni del desorden institucionalizado en saqueos no sólo materiales, sino en hipotecas terribles a la Ética de la sociedad en general.

Desmantelar las instituciones del país ---que responden a un orden espiritual muy distinto y superior al de la decrépita maquinaria gubernativa colonial--- es atentar contra el tejido mismo de lo que hace de nuestro país una nación que pervive más allá de la opresión política bajo España o de la de los EE. UU. Canibalizar los mecanismos de desarrollo y de afincamiento de la unidad espiritual que forma nuestro Pueblo es el atentado más profundo que por segura inconsciencia, no puede haber otra causa, puede hacerse contra todos, la generación presente y las generaciones futuras.

Lamentablemente esto apenas se enseña en las escuelas de derecho, ni en las de gobierno o administración. Por ello, ni los demandantes en algunos casos, ni quienes los atienden, pueden siquiera rozar un minuto de entendimiento de los atentados contra la paz y el tejido social que por gula y avaricia impulsan o cometen intereses mezquinos.

Excepcionalidad

Es probable que de cada 10,000 abogados o de cada 20,000 funcionarios, sólo un puñado, hubiese echado su suerte en los dos casos citados con la Paz Social. No por falta de razones jurídicas, sino por haberse desamarrado de las ataduras que los mecanismos de control que el sistema colonial tiene. "Piensa en tu futuro", "El país no necesita que se faciliten cambios que se salgan de control", "Hay que dejar las cosas como están", "Después de todo, son asuntos técnicos que la gente no entiende", "Hay que ser agradecido", "Nos ha ido bien a nosotros", "Así son las cosas desde que el mundo es mundo", "En otros lugares suceden cosas peores", "Poco a poco, quizás tome años, el país seguirá avanzando", "La gente que se entere se va a olvidar pronto", "El billete es el que mand, pregúntale a Kamala", y otros tantos consuelos no tan "benignos" desde la banda de la conveniente resignación. Otros dirán que el Pueblo y los candidatos cancelados "Tienen lo que se merecían", "Ëste país no es para ellos", "Que se vayan pa' Rusia", " ¿Qué nos haríamos sin ella?".

Aún así, no cabe duda que hacía falta dentro del staff jurídico y gubernativo alguien que empuñara en estos momentos la espada de la Justicia que no es robótica, ni mecánica, pues triste destino será que sean máquinas con Inteligencia Artificial los jueces tipo Robocop de un no muy lejano futuro que sustituyan y hagan mejor el trabajo de los de carne y hueso de ahora.

Esperanza

En el portentoso caudal de las causas y de los efectos hay consecuencias que se manifiestan de muchos modos. A veces suceden súbitamente, otras gradualmente, otras con enorme impulso inmediato, otras como un rayo. Nadie sabe si la "verdad" jurídica pronunciada contra Victoria Ciudadana que también ataca a la Alianza que se gesta con el Partido independentista Puertorriqueño, experimento al que tanto teme el banquete total del PPD y el PNP, ---por eso se unieron en este ataque judicial--- se sostendrá en sus marmolados aposentos y engranajes.

Puerto Rico, nuestro Pueblo, ha dado tres lecciones sorprendentes de las que he sido testigo partícipe, durante las pasadas tres décadas que han sacudido al "inamovible" cuerpo político colonial. Primeramente, el país derrumbó mediante un caso judicial incoado por el Portavoz del PIP en la Cámara , David Noriega, el sistema de carpeteo policial violatorio de todos los derechos imaginables de más de cien mil personas calificadas como subversivos, siendo casi todos independentistas, aunque las prácticas persecutorias continúan, como lo muestra el caso reciente. En aquel entonces, a finales de los años ochenta, el Juez más valiente hasta ese entonces, arremetió con su pluma y mallete esa estructura vergonzosa. Tuve el privilegio de ser abogado en aquel caso desde sus inicios con una petición de información en la Cámara de Representantes y el Injunction judicial inicial hace 37 años.

En segundo lugar, contra toda expectativa, la causa viequense, principalmente impulsada por su gente sufrida, y apoyada por los mismos perseguidos de las carpetas, se convirtió luego de varios años, en la causa de todo el pueblo de Puerto Rico en el 1999. No hubo represión, ni chantajes, ni intentos de extorsión, que pudiesen detener aquella ola humana que por un año, representada en la punta de la lanza en el campo de tiro de la Marina, resistió y pagó con la cárcel de más de mil puertorriqueños el precio de esa lucha.

En tercer lugar, veinte años más tarde, en el verano del 2019, tras dos semanas de militancia ---luego de una heroica denuncia de un asqueante chat de telegram--- un pueblo indignado y resistente provocó la fuga de un gobernador electo que dejó de ser presentable ante el país.

Ante estos tres hechos históricos descritos, los eventos más recientes que atentan contra la paz social a la que todos aspiramos, pudieran decantarse por cualquiera de los cauces ya creados por nuestro Pueblo. La defensa de la aspiración democrática y el derecho a ganar o perder en las urnas y no en el activismo judicial, y el profundo abuso que percibe gran parte del Pueblo en los dos partidos caducos que se han turnado en el gobierno para hacer más de lo mismo en los pasados 60 años, podría encontrar cauce en lo que quede de vía judicial, en la protesta en las calles, o en la sublime playa que desbordó la autopista Las Américas dos veces con el lema unificante de "Fuera la Marina de Vieques" en el año 2000 y el "Ricky renuncia" en el 2019 . Todo ello se hizo en paz. Ruego que la Justicia se restaure y que se consiga así, no por la quietud de los conformes, sino con el esfuerzo de un Pueblo que lucha frente a viento y marea corrupta, por la Paz Social.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).