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Política

Por qué me abstendré de votar en las próximas elecciones

Nos cuenta la historia que en la antigua Grecia, apoyados en las reflexiones y propuestas de lo más granado de los primeros pensadores de la filosofía política occidental, los súbditos griegos de aquella epoca se rebelaron contra los sistemas tiránicos que desde tiempos inmemoriales los gobernaban sin su consentimiento y, para colmo, los oprimían. Bajo la premisa de que el poder público debía ejercerse sobre la sociedad conforme a los dictados de la mayoría de sus integrantes, no por arbitraria voluntad de un hombre o una casta minoritaria rica y poderosa, los ciudadanos comenzaron a reunirse en las plazas de las ciudades para debatir y tomar las decisiones que los afectaban y para gobernarse ellos mismos por virtud de la voluntad de la mayoría. Así nació la filosofía y sistema político occidental que hasta nuestros días conocemos como 'democracia'.

Como todo producto de hechura humana, la democracia no es tan perfecta como muchos la quieren pensar. Es tan imperfecta, como imperfectos somos los seres humanos que la practicamos. No importa cuánto usted admire la democracia, o si es la mejor filosofía o sistema político disponible, la realidad es que, si algo además nos ha contado la historia en más instancias que las que uno quisiera, la mayoría no necesariamente tiene la razón porque somos seres imperfectos (muchos hasta perversos) y nos podemos equivocar (o mal obrar).

La democracia es un concepto político maleable y se ha practicado de diversas maneras. Por ejemplo, el tipo de democracia que muy brevemente les relaté se practicaba en la antigua Grecia, se conoce como 'directa' en la filosofía política, puesto que los ciudadanos mismos, no a través de representantes, sin límites formales al ejercicio del poder público, tomaban decisiones y se gobernaban de acuerdo a los dictados de la mayoría. Esta clase de democracia no es común en el Siglo 21. Irónicamente, la original y más 'pura' de las democracias, hoy día prácticamente no se practica.

En contraste con la democracia directa, el sistema político más admirado y diseminado en el llamado Occidente 'civilizado' –en boga desde hace más de 200 años– es más bien una 'democracia representativa constitucional'. En este tipo de democracia, se supone que las determinaciones que impactan a la sociedad y el ejercicio del poder público las tomen y ejerzan, no los ciudadanos directamente, si no representantes por ellos elegidos (la participación de los ciudadanos se limita a elegir a sus representantes cada cierto tiempo). Además, el ejercicio del poder público está organizado y limitado por el documento fundacional de la sociedad sobre la cual se ejerce el mismo, o sea, constituciones.

La mayoría de los occidentales (sobre todo a los que más me afectan e incumben, a saber, los puertorriqueños y estadounidenses) consideran que la democracia representativa constitucional es el mejor sistema político que ha conocido la humanidad. Algunos la admiran y veneran tanto que están dispuestos a dar su vida para defenderla, sin embargo, cuando se examina detenidamente su práctica en Puerto Rico y EE.UU. (y otros países también), al menos yo en seguida me percato que ni tan siquiera son genuinas democracias. O debo ser tan ingenuo o idiota como para creer que las partidocracias de corte oligárquico que imperan allá o acá, en la práctica, son democracias representativas constitucionales?

Por si no se ha dado cuenta, tanto en el imperio como en su colonia, el poder público lo ejerce una privilegiada y minoritaria casta de hombres blancos, ricos y poderosos, por conducto de viejos y anquilosados partidos carcomidos por ideologías políticas, socioculturales 0 económicas (en muchos casos desacreditadas o caducas), el dinero, la corrupción, y dirigidos por incompetentes mediocres. Solo hay que observar y juzgar el triste y bochornoso circo partidista que estamos soportando los boricuas y los gringos (y los venezolanos, y los británicos, y los españoles, y los etcétera, etcétera, etcétera) para percatarse la clase de ingenuidad o idiotez que resulta creer que disfrutamos de unas democracias representativas constitucionales sanas y funcionales, digo, de nuevo, al menos de acuerdo a como yo observo y juzgo el estado de situación de las 'democracias' occidentales.

En el caso de Puerto Rico, superpuesta a su malograda y mal llamada 'democracia' (porque no me venga a decir que los EE.UU. no nos trata como una colonia desde que llegaron a bombazo limpio en 1898), ahora nos gobierna una junta imperial sin nuestro consentimiento. Una antidemocrática junta compuesta por siete hombres y mujeres que fueron designados por un presidente por el cual no votamos y un congreso en el cual solo contamos con un representante sin voto ni poder político alguno, tomará determinaciones sobre asuntos fundamentales que de una u otra manera impactarán la vida de todos los puertorriqueños. El gobernador electo tiene que someterle planes fiscales para que ellos los aprueben y rendirle cuentas de que está 'gobernando' conforme dicta la inmoral ley federal PROMESA y la maldita junta nacida de sus entrañas. Si creen que mi apreciación es incorrecta, les sugiero lo siguiente: vaya y estudie el concepto democracia por su cuenta. Lea la ley estadounidense sobre las relaciones políticas entre Puerto Rico y EE.UU., su historial legislativo, su jurisprudencia y su glosa. Repase la historia de esas mismas relaciones por los pasados 118 años. Lea también la falsa PROMESA gringa. Si luego de hacerlo usted todavía cree que vive en una democracia, no sé qué más le puedo sugerir para que se convenza por usted mismo que Puerto Rico es una colonia de los EE.UU., la antítesis de un sistema democrático de gobierno.

Pero aquí no termina el asunto. Esto se pone peor. En EE.UU., los candidatos para presidir el imperio disfrazado de democracia son Donald, Hillary y otros menores que no tienen opción alguna de prevalecer. En Puerto Rico, los candidatos para gobernar la colonia son Ricky, David, María de Lourdes, Rafy, Alexandra y Manuel. Se supone que de entre estos yo escoja el que creo puede liderar o dirigir el gobierno de mi país. Dado que en una columna previa articulé mi opinión sobre los candidatos gringos, en esta voy a decirles lo que pienso y siento sobre los boricuas.

Ricky es hijo de un ex gobernador que por lo más que se le recuerda, al ex gobernador me refiero, es por las monumentales obras (supertubo, tren urbano, centro de convenciones, coliseo) que se construyeron bajo su mandato, por implantar políticas públicas desacertadas (la deforma de nuestro sistema de salud) y por dirigir un gobierno corrupto, todas decisiones, acciones u omisiones en buena parte responsables por la crítica situación fiscal del país. Por supuesto que los hijos no tienen la culpa de los errores o sinvergüencerías de sus padres, pero el candidato del Partido Nuevo Progresista –un supuesto experto en células madres que estudió en las mejores universidades norteamericanas— irrumpió por 'mérito' propio en la vida pública de este país agenciándose un puesto de investigador en el Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico (para el cual no estaba ni remotamente calificado) de manera irregular y corrupta. En ese puesto duró empleado tan solo un año y su único producto 'intelectual' fue escribir un libro publicado por la editorial de esa misma Universidad, en el que recoge su muy pobre visión sobre cómo gobernar a Puerto Rico y su parecer sobre las futuras relaciones políticas de los puertorriqueños con los EE.UU., o sea, un panfleto político que dista mucho de ser una obra académica digna de ser publicada por una editorial universitaria. No tiene experiencia ni madurez profesional o política alguna. Cree que para que Puerto Rico progrese como sociedad debe convertirse en el estado 51 de la decadente nación estadounidense. Es el candidato de los fundamentalistas religiosos y los homofóbicos. No cree que las mujeres deban tener el derecho a terminar un embarazo, ni que los niños se eduquen reconociendo las perspectivas de los géneros. Tampoco cree en la descriminalización de tan siquiera la marihuana y continuaría encarcelado a los usuarios de drogas. Como buen eñangota'o anexionista, su posición es colaborar con la junta imperial, no combatirla. Su compañera de papeleta es nada más y nada menos que la también impresentable Jennifer González.

Dicen que David es un destacado atleta (del deporte nacional: esgrima) y dentista (aunque yo no sé si ha sacado una muela). A su favor, debo reconocer que tiene experiencia en la administración de la cosa pública para su edad. Entre otros cargos fue: secretario del Departamento de Recreación y Deportes bajo la incumbencia del ilustre Aníbal; presidente del Comité Olímpico cuando el fenómeno político llamado Fortuño fue gobernador; y secretario de estado en la muy exitosa actual administración gubernamental del sabio y valiente Alejandro. El candidato del glorioso Partido Popular Democrático anuncia su intención de aspirar a la gobernación desde la casa de sus padres, dónde se crió, como si salir de una humilde y buena familia garantizara que será buen gobernador. Tan pronto oficializó su candidatura, una de sus primeras propuestas fue la muy original y maravillosa idea de que los puertorriqueños exijamos votar por el presidente del imperio que nos trata mal, muy mal (propuesta que entiendo no fue adoptada por sus correligionarios). Más adelante, anuncia un cambio en el branding del partido que hoy preside, para junto al jíbaro con la pava colocar a una jíbara sin pava, como si eso fuera un gran avance en el reconocimiento de los derechos de las mujeres. No recuerdo nada muy inteligente que haya dicho David desde que se la lanzó al ruedo político. Por el contrario, cada vez que se expresa públicamente es para decir alguna tontería. Incluso la tontería de colaborar con la junta. Imagínese si su candidatura está en estado comatoso, que ha tenido que recurrir al talento histriónico y carisma de su esposa para pescar votos entre los faranduleros.

Con María de Lourdes coincido en muchas de las propuestas de su discurso progresista y su reconocimiento de que EE.UU. es en buena parte responsable del descalabro social, político y económico que experimenta su colonia. También coincido en que no se puede cooperar y hay que combatir la inmoral junta imperial gringa, y que el mejor camino para superar tal descalabro es la soberanía nacional. Además, me parece una persona inteligente, muy bien educada y con experiencia política. Pero no sé cómo explicarles por qué los candidatos del Partido Independentista Puertorriqueño no conectan con los electores boricuas (incluyéndome a mí). Ella y la nueva generación de partidarios de su colectividad parecen imitar los inefectivos discursos, estilos y estrategias políticas de sus predecesores. Van ya tres elecciones que ese partido no queda inscrito y entiendo que bajo el liderato de María de Lourdes va camino a la cuarta. Por otro lado, en tiempos de malditas juntas imperiales, que un partido independentista crea que participando en las elecciones de la colonia puede avanzar su causa política o alcanzar algún progreso social o económico me parece, con toda franqueza, un muy, pero muy mal juicio. Finalmente, dado que no solo no tiene probabilidades de prevalecer, sino que nada más cuenta con un raquítico 3% de apoyo entre los electores, votar por la candidata de un partido que ha demostrado ser muy inefectivo llevando su mensaje y no ha sabido convencer ni a la mayoría de los que comparten su ideología política es un acto fútil e intrascendental.

Rafy es para mí el mejor candidato. Entiende muy bien la crisis y encrucijada en la que se encuentra Puerto Rico y sus propuestas progresistas, a mi juicio, son las más sabias. El profesor de ciencias políticas y candidato del Partido del Pueblo Trabajador es una persona seria, inteligente, educada y con experiencia política, pero carece de experiencia en asuntos administrativos y, aunque es independentista (no obstante a que su partido ha tomado una posición neutral sobre la opciones políticas de Puerto Rico), creo que, como los pipiolos, ha sucumbido un poco a la lógica electoral de la colonia. Además, no que él o su partido lo sean y creo genuina su intención de combatir y transformar en lo que se ha convertido, pero cómo pueden creer que participando en el corrupto y desacreditado sistema de partidos criollo de alguna manera alcanzarán el poder y ejecutarán su proyecto de país (o aunque fuera su programa de gobierno)? Aún creyendo que es el mejor, no puedo votar por Rafy. Para qué? Validar la farsa de la 'democracia' puertorriqueña y las elecciones coloniales para votar por un buen candidato que como mucho cuenta con el apoyo del dos o tres por ciento de los puertorriqueños, o sea, no tiene la más mínima oportunidad de prevalecer? Estoy convencido que no vale la pena.

Alexandra es inteligente, educada y articulada. Su dominio y buen uso de las redes sociales aparentemente le ha granjeado un apoyo electoral no antes visto para un candidato o candidata independiente, sobre todo entre la juventud y algunos de los no tan jóvenes que están frustrados y cansados de votar por los mismos viejos, anquilosados y corruptos partidos de siempre (ya veremos si se materializa el día de las elecciones). Ha propuesto alguna que otra política pública con la que estoy de acuerdo, como, por ejemplo, la descriminalización de la marihuana. Sin embargo, no creo que tenga la experiencia o madurez profesional o política necesaria para gobernar este país. No obstante ser abogada, su experiencia profesional, en esencia, ha sido como ejecutiva en las empresas de su familia (empresas en el sector que se dedican a ofrecer servicios educativos privados con ánimo de lucro que apenas unas semanas después de ella anunciar sus aspiraciones fueron allanadas por el gobierno federal de los EE.UU. en medio de una investigación criminal por corrupción en el uso de fondos federales, la que entiendo todavía está en curso. Chivo expiatorio ser candidata para ganarse la simpatía de los potenciales jurados si la investigación culmina con su arresto? Curiosa teoría, no?). En serio usted cree que sola, sin base política alguna, sin equipo de trabajo político, esta joven podrá gobernar a un país que padece una crisis social, económica y política de gran magnitud que todavía no ha llegado a su peor momento? En serio un elector responsable debe votar por una candidata independiente solo porque está harto de los partidos políticos y sus mediocres candidatos? Excúsenme los fans de Alexandra. Yo aspiro a que nos gobierne una persona más curtida y probada, que inspire confianza, no alguien que no reconoce sus limitaciones y se cree que tiene la capacidad y el talento para ser gobernadora de 3.5 millones de personas. Si usted cree que los tiene y va a votar por ella, estipulemos la diferencia.

Sobre Manuel estoy convencido que es el candidato independiente de los conservadores desafectos con los partidos políticos y sus candidatos. Bajo los estándares de éxito de la sociedad capitalista y oligárquica que nos sufrimos, Manuel es un empresario exitoso. No soy su contador ni asesor financiero, pero entiendo que ha hecho una considerable fortuna como dueño de una reconocida panadería y repostería del área metropolitana. Se codea muy bien con la elite económica criolla de la que es parte. Ha ganado acceso a algunos medios y a ciertos mediocres periodistas, lo que le ha servido para tener algún grado de reconocimiento y apoyo similar al de la otra candidata independiente (vuelvo, veremos si se materializa el día de las elecciones). En cuanto a asuntos políticos, su propuesta es muy torpe y pusilánime. Dice que la 'junta de control fiscal' es una afrenta que denigra al pueblo de Puerto Rico, sin embargo lo que propone es colaborar con ella para que se marche lo antes posible y resolver nuestro dilema sobre el estatus político mediante un plebiscito avalado por el Congreso de los EE.UU. En mi libro, el veterano empresario cubano tampoco cuenta con las cualidades o trayectoria que estimo necesarias para liderar a Puerto Rico.

Bueno, no les doy más lata. Si usted quiere participar en la totalmente disfuncional 'democracia representativa constitucional' colonial puertorriqueña votando por alguno de estos candidatos y sus partidos (o la falta de ellos), adelante, esa es su decisión aunque a mí me parezca desacertada y desafortunada. Tiene todo el derecho a participar y hasta a equivocarse, aunque a mí, por todas las razones que les acabo de explicar, además me parezca que votar en las próximas no vale la pena. Luego siéntese muy cómodo a contemplar como el país se cae en cantos bajo la incumbencia de quien prevalezca. Eso sí, cuando tome conciencia de la tontería que hizo, no se queje de que el candidato que prevaleció terminó siendo peor que quienes lo precedieron.

Distinto a los que piensan ir a votar el próximo 8 de noviembre, como estoy convencido de que no vivo en una democracia y ninguno de los candidatos cumplen las expectativas de los que sería un buen gobernante, yo voy a votar por ninguno! Puesto de otra manera, con (o sin) su permiso, me voy a abstener de participar en el patético espectáculo electoral de una colonia. Después de ese día, desde las trincheras que a mí me parezcan las correctas, continuaré levantando mi voz de protesta y combatiendo un sistema político antidemocrático, inmoral e injusto hasta que despertemos de esta pesadilla y podamos comenzar a construir una mejor nación y sociedad puertorriqueña.

*El autor fue Decano Auxiliar de Asuntos Estudiantiles y profesor adjunto en la Escuela de Derecho de la UPR. Tomado de 80 Grados.