Vistosas exequias para mascotas en Tailandia
Bangkok - Muchas mascotas de Tailandia van al Cielo tras ser despedidas por sus dueños y las personas de su entorno con vistosos funerales budistas que abren el camino de la reencarnación al ser que pasó por esta vida.
En el templo That Thong de Bangkok, una docena de familiares y amigos asisten con rostro compungido a las exequias de Bisho, un perro Golden Retriever que durante los últimos 15 años fue uno más de la familia.
Un monje budista recita mantras en pali, que repiten los asistentes al tiempo que se cogen de la mano o la posan en su vecino para aunar todo el mérito posible en favor de su querida mascota, cuyo cadáver será incinerado y sus cenizas echadas a las aguas del río.
'Antes no podía ver a los animales porque les tenía miedo, pero todo cambió cuando acogimos a Bisho con sólo dos meses, es interesante cómo cambió mi perspectiva de los animales', explica a Efe Indra, la madre de la familia.
Bajo un calor abrasador, el canino empieza a despedir cierto hedor que atrae a algunas moscas, lo que no impide que Indra y su hijo menor acaricien e incluso besen el morro rubio de su mascota inerte.
Los restos de Bisho son introducidos para su incineración en una cámara diseñada por Ploysing Passornsiri, fundadora de la empresa Pets Crematorium, que también presta otros servicios como el de recogida del cadáver, las pompas religiosas y de echado de las cenizas en el río Chao Phraya.
La empresa, pionera en el servicio completo, realiza de 30 a 60 funerales al mes, que son solo una parte de los que a diario se llevan a cabo en numerosos templos budistas de este país, cuya población es entusiasta de las mascotas, desde canes a reptiles, pasando por aves o monos.
'Fundé la empresa hace tres años porque no quiero que cuando mi mascota muera sea incinerada de cualquier manera. Hemos organizado funerales para peces, serpientes, tortugas, gatos e incluso un erizo', señala la joven tailandesa, licenciada en arquitectura.
Ploysing aplicó sus conocimientos para diseñar una cámara incineradora con forma de casita de perro de color azul y con un sistema que elimina el humo, por lo que no emite gases de efecto invernadero.
Los allegados de Bisho van dejando una rosa de papel en el interior de la incineradora para despedir a su mascota y dejan fuera una bandeja con fruta, la comida predilecta de este perro de raza de origen escocés.
Las exequias de las mascotas, incluida la incineración, el féretro y el viaje para depositar las cenizas en el río, cuestan entre 3.000 baht (unos 96 dólares o 73 euros) y 10.000 baht (unos 323 dólares o 244 euros), dependiendo del tamaño del animal.
Un creciente número de tailandeses está dispuesto a gastar estas cantidades de dinero para despedir a su mascota al morir, incluida la excursión hasta el río para arrojar las cenizas del animal del que tan grato recuerdo tienen.
Cerca del puente de Bhumibol de la capital tailandesa, Chiprinai, un herbolario de medicina tradicional china, y la joven Narisara, sujetan las fotografías de sus gatos fallecidos recientemente mientras realizan los preparativos para esparcir sus cenizas.
Tras rezar oraciones budistas, con rostro triste y algunas lágrimas depositan las bolsas en las mansas aguas mientras navegan el Chao Phraya así como flores de jazmín, rosas y claveles dorados, símbolos de la pureza, el amor y el buen paso después de la muerte.
'Ella no era sólo una mascota, sino que tenía alma y era parte de la familia. He compartido parte de mi vida con ella y creo que nos volveremos a ver en la próxima', dice Chiprinai, dolido por no haber podido curar el cáncer que acabó con su gata Milk, de seis años.
El herbolario cree que su Milk se reencarnará en una persona en la próxima vida o, con suerte, su alma transmigrará al cielo.
Influidos por la cosmología hindú, los budistas tailandeses creen que, además de la reencarnación como animales o humanos en la Tierra, las almas también pueden pasar miles de años en el cielo o el infierno, dependiendo del buen o mal karma acumulado.
Nacer en forma animal se considera un castigo y se requieren varios cientos de vidas antes de reencarnarse en una persona, aunque en casos especiales algunos animales pueden llegar al cielo por sus méritos.
Según la tradición tailandesa, la liberación final o el nirvana, al que sólo pueden llegar las personas o seres divinos, rompe con los ciclos de reencarnación de las almas en la tierra, así como en el cielo o el infierno, considerados también lugares temporales.
Gaspar Ruiz-Canela