‘Despues de 22 años haciendo esto, lo único que me da miedo es no conseguir estacionamiento’, dijo un artesano mientras acomodaba sus piezas hechas en barro. Su trabajo lo sacaba de una caja que acomodada en el baúl desde mucho antes de las cuatro de la mañana, cuando consiguió estacionamiento ‘cerquita’ del Cuartel de Ballajá.
A las 7:30 de la mañana llegué con la idea de que a esa hora encontraría estacionamiento ‘cerquita’, igual que los artesanos. Pero no. Ellos salieron de sus hogares entre 3:30 y 5:00 a.m., se acostaron a dormir en sus autos y, al menos quienes estaban en el Cuartel de Ballajá, comenzaron a organizar su espacio a eso de las 8:00 a.m. (hora desde la cual están autorizados a acomodarse). Mientras caminaba desde mi estacionamiento (en Puerta de Tierra, porque ya casi todo estaba lleno) veía cómo algunos de estos pequeños comerciantes tenían que subir su mercancía por las guindas de San Juan porque ‘no salieron de su casa lo suficientemente temprano’ como para conseguir estacionamiento.
Carritos, cajas de plástico, focos, bolsas, caja de herramientas, retazos para darle estilo al espacio y hasta vitrinas improvisadas, son solo algunas de las cosas que cargan estos artesanos. Con calor y la esperanza de vender, buscan su mesa (la cual está identificada con su nombre y foto) y comienzan a acomodar lo que trajeron en el primer viaje que dieron desde el carro… Y así siguen, yendo por encima de los adoquines y virando, pidiendo permiso por la cantidad de personas, hasta lograr instalar sus mesas. Ah, pero aquí nadie tiene mala cara. El ser humano normal odiaría hasta su existencia por el simple hecho de pensar que tiene que pasar por todo el trabajo que pasan estos artistas para exhibir su trabajo, pero ellos no. Esto es lo de ellos.
El almuerzo empieza a las 10:00 a.m., porque nadie que está despierto desde las 4:00 a.m. aguanta el hambre hasta la 1:00 p.m. Pero ese almuerzo se consume con prisa y con una mano, porque con la otra hay que acomodar la estatuilla que aun no se ve perfecta en la esquina de la mesa.
‘Esto da trabajo… Pero es lo mejor del año’, le dijo un artesano a otro mientras él acomodaba sus Reyes Magos y el otro sus panderos. Más lejos, a una joven artesana se le viró toda su mercancía tras un traspié. En solo segundos, sobre diez artesanos lo soltaron todo y corrieron a socorrerla. Cada uno agarró algo y lo llevó a su destino. Reaccionaron como una familia; resumieron todo lo que representan las Fiestas de la calle San Sebastián: unión.
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