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80 Grados

La calle digital

Por Firuzeh Shokooh Valle*/Cuando dejé mi trabajo como reportera, hace varios años, lo que más extrañé fue la calle. Pasé días, meses, echando de menos lo que llamamos 'la calle' en la jerga periodística, esa inmersión diaria en la cotidianidad de otros, en actividades políticas, conferencias de prensa, protestas, celebraciones, desastres, entrevistas. Y lo confieso, todavía extraño la calle.

La sensación de estar en el centro de la acción, presenciar cómo los eventos se desarrollan, entender las noticias de primera mano, sentir la alegría, la sorpresa, la tristeza, la desesperación, el calor. Luego, llegar a la redacción, y escribir, traducir, inscribir, textualizar y contextualizar. No hay nada que se le compare, al menos no exactamente, pero con el tiempo he descubierto que también hay otras calles. La calle se ha transformado y ampliado.

Mi empeño en permanecer anclada en la 'realidad' de la calle y el papel me había convertido en una acérrima opositora de la tan celebrada convergencia del medio tradicional con el digital. Pensaba que 'eso' nunca podría compararse con 'esto', lo real, lo vivido, respirado y sentido en carne propia. El pensamiento binario nos persigue. En la división artificial entre lo real y lo digital (no le llamo virtual, precisamente por eso), lo digital siempre tendrá las de perder. Nada, nunca, será tan excitante, poderoso, o importante como lo 'real'; ante lo 'real', lo demás palidece. El ganador ya está predeterminado en esta batalla dual. Pero si entendemos que existen otros tipos de relaciones, complejas, interconectadas, híbridas, logramos salir de ese tranque, de esa discusión estéril sobre 'qué es mejor' o 'qué es más efectivo' o 'qué es más genuino'. Cada vez más, lo 'real' y lo digital se combinan, y se intersectan en distintos puntos, momentos, y de distintas formas. Uno no tiene porqué excluir al otro, pueden intercambiarse, incluirse, y, claro, también excluirse en momentos y lugares específicos. Entender esta nueva 'realidad', que algunos le han llamado 'realidad aumentada', abre nuevas y fascinantes posibilidades.

Mi trabajo, primero como autora, y ahora como editora de español, de la publicación digital Global Voices Online me permitió descubrir otras conversaciones, encuentros y desencuentros en Puerto Rico y alrededor del mundo. Unos 500 blogueros, periodistas y activistas de unos 60 países cubren las conversaciones y los proyectos digitales en sus regiones y países. Estos escritos luego pueden ser traducidos a más de 30 idiomas. A través de mi trabajo con Global Voices descubrí el excelente blog de música alternativa Puerto Rico Indie, la voz de la blogueras feministas Verónica RT y Nahomi Galindo Malavé, la extraordinaria producción mediática digital de los estudiantes durante la huelga del 2010, el humor corrosivo del equipo del podcast #EnProfundo, la sátira de El ñame, las reflexiones teóricas y profundas de Erika Fontánez Torres, la discusión sobre arte contemporáneo en Puerto Rico en El Naufragio de las Palabras y The Fractal, y los ensayos fotográficos del Viejo San Juan de Yésica Isabel, entre muchos otros espacios. Los autores Alfredo Richner y César Santiago han cubierto a los chicos de Esoez.com, el polémico trabajo de Christian Ortega, los maravillosos vídeos a La Blogothèque de Amarylis Oyola, la tecnología de Qiibo, y noticias del momento como la decisión sobre la aplicación de la Ley 54.

Yarisa Colón y Robert Valencia se han dedicado a encontrarle ángulos pertinentes para la comunidad latina en Estados Unidos con su cobertura de Occupy Wall Street. En Cuba, encontré la punzante, precisa y honesta voz de Elaine Díaz, la crítica incómoda, la profundidad y la solidaridad de Francisco Cruz Rodríguez, las bellísimas reflexiones de Destino Cuba, y el incansable ojo de Yasmín Portales. En República Dominicana, la poesía de blogworkorange y la opinión sin tregua de María Isabel Soldevila. Desde las palabras revolucionarias durante la 'Primavera árabe', hasta la desesperación durante el terremoto en Japón, pasando por la violencia en México, la Internet, o las internets, se ha convertido en un espacio y en un instrumento vital de debate, reflexión, información y activismo.

Estas no son las únicas conversaciones. Las que se dan en la calle tampoco. La distribución digital desigual –lo que algunos llaman la brecha digital-es una realidad. Existen divisiones por clase, género, raza y etnia, edad, destreza, entre muchas otras intersecciones. Esto es preocupante y hay que trabajar para eliminar estas jerarquías. Pero el argumento de que la Internet no es relevante, es aburrido y estéril. Además, menosprecia las iniciativas digitales de movimientos sociales y grupos de base alrededor del mundo. La Internet es y será cada vez más relevante, para el periodismo, la investigación, el arte, el activismo. Y la Internet es parte de 'esto', de esto que creemos que vivimos y sentimos en carne propia. No hay que escoger entre el ciberoptimismo y el ciberpesimismo, o entre la calle y el ciberespacio, sino entender cómo y dónde conviven y confligen, según el contexto cultural y la especificidad histórica. En la Internet encontramos la esperanza y la violencia, la palabra y el silencio, la censura, pero también la libertad.

La calle también es digital.

*La autora es periodista. Para más, visite 80 Grados.