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Cada deambulante vive su infierno en la tierra

La población de las personas sin hogar va en aumento, y las mujeres no son la excepción. Algunas con estudios y carreras profesionales se quedan en la calle por factores tan diversos como problemas de adicción, enfermedades mentales y pérdida de empleo. Aunque los detonantes pueden ser distintos, el resultado es el mismo: una vida llena de necesidades y un sentimiento desgarrador de culpa.

Carmen Sosa, una mujer de 52 años cuyo semblante refleja la difícil vida que le ha tocado vivir y sus ojos azulados muestran una profunda tristeza, narró a NotiCel su llegada en abril a la Fondita de Jesús en busca de alimentos y alguna opción para obtener una vivienda.

'Desde los 37 años comienzo a consumir alcohol, por una infidelidad de mi esposo',recuerda la mujer de XX años que tardo XX años en reconocer su problema de adicción. Lo hizo luego deperder su empleo, sus tres hijos y su casa.

'No sabía que se me iba a ir de las manos... Me tosté', expresa sobre el abismo en que cayó.

Aunque su familia trató de ayudarla y llegó a recibir tratamiento para rehabilitación y salud mental, estaba a merced de las recaídas. En enero pasado, se va a vivir con una amiga a un lugar dónde vivían otras personas, algunas usuarias de sustancias controladas.

Fue en ese momento donde se vio sumergida en el alcohol, sin embargo expuso que 'cuando mi hija no me quería hablar, yo reaccioné'. Además, explicó que tras tres meses viviendo en esas condiciones, al buscar la ayuda 'más que avergonzada, estaba destruida'. Dijo que aún batalla con la culpa, pero está aprendiendo a perdonarse.

Participantes de La Fondita de Jesús en Santurce. (Fotos: Ángel Valentín/NotiCel)

Sosa asegura que nunca robó, ni pidió dinero para comprar alcohol, pero sí llegó a conducir bajo los efectos de bebidas embriagantes y que hasta ese momento nunca había utilizado ayuda del gobierno. Del mismo modo, apuntó que 'la adicción puede llevar a uno por sitios desconocidos', por lo que tuvo que cortar amistades, y no frecuentar lugares para distanciarse.

De otra parte, Sosa puntualizó que 'cuando uno sale del fondo del mar como salí yo, día a día tambaleas'. Por este motivo, expresó que la rehabilitación es un proceso paulatino y que 'el tiempo es el que cura'. 'Estoy tan cerca de recaer cada día, brego siete meses y después empiezo a sabotearme'.

Luego de comenzar a frencuentar a la Fondita de Jesús, cuatro meses después obtuvo un vale de vivienda, plan médico y ayuda del Programa de Asistencia Nutricional.

A pesar de que Sosa reafirma que 'la sobriedad para mí hoy, yo la quiero más que nada', señaló los escollos que existen para obtener ayudas cuando las personas quieren rehabilitarse y salir del círculo en que encuentre, principalmente en la búsqueda de un empleo.

En su caso, Sosa, quién está desempleada desde el 2008, su única experiencia laboral fue como secretaria legal y guardia de seguridad, por lo que no puede obtener trabajo en otras áreas y está sobre cualificada para los establecimientos de comida rápida. Del mismo modo, debido a sus padecimientos de salud mental (ansiedad y depresión), actualmente no está capacitada para tener un empleo de ocho horas. Sosa también posee estudios como masajista.

De igual forma, Sosa manifestó que como ella existen muchas personas sin hogar con estudios y experiencias profesionales, y destacó que 'hay miseria humana' entre la población. Igualmente, determinó que 'para cada cuál el infierno es diferente'. Y apuntó, que hay las alternativas para salir, pero que existen personas que quieren mejorar pero no saben cómo, por lo que necesitan muchas veces que los lleven de la mano en el proceso.

Por otra parte, Sosa sentenció que el por ciento de mujeres sin hogar va aumentando y que socialmente son más señaladas. Pese a que nunca imaginó verse en esta situación declaró que la experiencia la ayudó a 'aprender, abrir los ojos y ser más compasiva de lo que era'.

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Carmen Sosa, deambulante. (Fotos: Ángel Valentín/NotiCel)
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