Violencia doméstica en clases acomodadas: más común de lo que pensamos (documentos)
El escalofriante caso del ahora exjuez superior Reinaldo Santiago Concepción, quien sometió a su esposa a un terrible patrón de abuso físico y psicológico por varios años, pone en perspectiva la violencia domestica e intrafamiliar en las clases más acomodadas del país, cuyo poder económico en ocasiones invisibiliza estos casos ante la sociedad.
Y es que los impresionantes relatos en la decisión legal contra Santiago Concepción cuentan detalladamente cómo este obligaba a su pareja a utilizar la ropa que él elegía, la llamaba por palabras soeces, la denigraba por su color de piel y su apariencia, y hasta la invitaba a consumir cocaína. A esto, la víctima se negaba, no sin antes ser objeto de agresiones que en ocasiones le causaban heridas abiertas.
Esos mismos golpes que le propinaba –por hechos sin importancia, como dejar gotas de agua en el área del fregadero o servirle café en una taza húmeda- también la dejaron inconsciente, con moretones y fracturas en más de una ocasión. A pesar de que gritaba por el dolor, muchas veces el agresor no le permitía buscar atención médica. Los documentos legales además detallan como Santiago Concepción la apretaba para que no hablara delante de las personas, pues la consideraba una 'basura' y una 'anormal', además de quitarle el sueldo que devengaba siendo abogada.
Ante todo este estremecedor panorama, la pregunta es por qué esta mujer permaneció en este círculo por tanto tiempo, incluso luego de recibir constantes amenazas de muerte?
Según la doctora Michelle Osuna, directora ejecutiva de la Casa Protegida Julia de Burgos, la dependencia financiera y el miedo a perder los bienes materiales, la existencia de hijos, y hasta el miedo al qué dirán son algunas de las muchas razones por las que una víctima soporta por tiempos indefinidos los abusos por parte de un agresor.
'En el caso de las mujeres que tienden a tener una dependencia económica, pueden ser mujeres pobres y muchas veces de la clase alta, tienen a aguantar por temor a varias cosas, entre ellas el temor a perderlo todo. Llegan a los albergues y aunque reconocen que son víctimas, a veces tardan en buscar ayuda. Además de violencia doméstica psicológica hay un sentimiento de pérdida, de lo que supuestamente representa a la mujer, que es la familia', explicó.
Osuna también planteó que, aparte de que dar el primer paso en la búsqueda de ayuda es muy difícil en muchas ocasiones, a esto se suman los factores del poder, pues si el agresor tiene influencia económica o contactos en áreas clave, como policías, abogados, fiscales y jueces, el patrón empeora para la víctima, cuyos intentos por salir del círculo se complican y en el peor de los casos, se imposibilitan.
'La mayoría de las mujeres educadas y con dinero tienden a quedarse ahí, en esa posición. Cuando van a hacer sus órdenes de protección no se las hacen, les dicen que es ilegal, cuando llega a vista preliminar le dicen que no tiene evidencia como órdenes de Ley 54 y muchas de ellas al ver que no tienen un apoyo social o legal, temen mucho más por sus vidas y se quedan en ese patrón de violencia', explicó la doctora, mientras hizo referencia a una mujer que acudió a la Casa Protegida buscando ayuda tras ser maltratada por su marido, un agente de la CIA.
'Tenía que hacer una querella para que entonces pudiéramos asegurar su vida para que le quitaran el arma a su marido, pero no se atrevió. Ella dijo que él tenía tanto poder que su vida corría más riesgo si ella denunciaba lo que pasaba que si permanecía como víctima. Ella desapareció, él anda buscándola por medio de sus hijos', lamentó.
Osuna dijo que el problema mayor es que en Puerto Rico la violencia se ha normalizado, al punto de que los golpes empiezan desde que existe una relación de noviazgo y esto se percibe como algo normal. También responsabilizó a los roles tradicionales, en los que la mujer usualmente es el género débil y debe responder como tal.
'Creo que la sociedad necesita una educación con respecto a la letalidad, a lo grande que es la problemática de la violencia de género e intrafamiliar en Puerto Rico. Es un estado de violencia donde por ser mujer o por representar algo débil en género, personas que no tienen estabilidad emocional o psicológica sana se aprovechan. No hay equidad ni justicia', sostuvo.
Asimismo, la doctora dijo que los golpes no son la única señal de maltrato. Como sucedió en el caso del exjuez y su esposa, la privación de libertad, la humillación y hasta el hecho de no tener voz ni voto en el hogar son factores que se encuentran dentro de un patrón de violencia.
'Si se siente que se le restringe la libertad, si no tiene voz ni voto en la estructura familiar, es violencia, no es solo porque te vayan a pegar. Todo aquello que implique un riesgo para la vida o para tu libertad como ser humano, implica violencia doméstica, familiar o de género', explicó.
La doctora también observó que en este caso, la víctima siguió con el agresor a pesar de sus abusos porque pensaba que iba a cambiar y porque este lloraba y le pedía perdón, justificando sus actos en una conducta aprendida de su padre.
'Por más que uno ame a la persona, esa persona necesita ayuda. Una no es quien para salvar esa persona, porque esa ayuda requiere que la persona reconozca su problema, y si no, la víctima no es la salvación y no, no va a cambiar. Tiene que reconocer la persona que tiene un problema para comenzar un proceso de cambio introspectivamente y tiene que buscar ayuda profesional', sentenció.
Datos ofrecidos por 'Mujeres Unidas', de Fondos Unidos, arrojaron que 89% de las víctimas de violencia doméstica en Puerto Rico tienen educación superior, bachilleratos, maestrías o doctorados y 35% de estas mujeres tardó tres años o más en denunciar el patrón de violencia. También se informa que un alarmante 49 por ciento de las excusas que escuchan estas mujeres por sus agresores es 'tú te lo buscaste, me provocaste'.
'Lo importante para ser un recurso de apoyo de una persona que es víctima de violencia doméstica es que entienda el nivel de letalidad de esa persona, que sea confidencial con la información y que nunca le niegue ayuda ni se frustre cuando la víctima no esté segura de salir de su relación. Este no es un problema de pareja, que se queda en casa. Este un problema social donde se necesita que todos nos involucremos', finalizó Osuna.
Violencia Doméstica en Puerto Rico (1990-2012)_3637