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La violencia hay que cubrirla como fenómeno social, no como hechos aislados (fotogalería)

'Si no asumís que ser periodista es un duro camino de joderte la vida, no vas a llegar a nada'.

Con estas palabras el periodista salvadoreño Óscar Martínez resumió el desafío que representa la cobertura del narcotráfico y el crimen organizado en los países latinoamericanos. Los principales retos son: lograr la unidad del gremio, superar la autocensura y resguardar la seguridad propia y de las fuentes.

Ante los desafíos que representa la cobertura de la violencia y el narcotráfico, una de las mejores estrategias es la unidad del gremio, señaló la periodista mexicana Marcela Turati, en el taller que organizó la semana pasada el Centro de Periodismo Investigativo. La reciente ganadora de un premio de Derechos Humanos recurrió a la fundación de 'Periodistas a pie' para capacitarse y capacitar a otros. En la interioridad de la organización, los reporteros lograron sustituir la competitividad por la colaboración.

'Y, cómo se crea esa comunidad de periodistas?', preguntó uno de los presentes. La respuesta está centrada en las prioridades del gremio.

'Se crea en torno a una reunión desinteresada. Un gremio que lo que le interesa es que lo que tenga que salir, salga', contestó Martínez, quien enfatizó, además, en la necesidad de descartar el ego de portada para convertirse en interlocutores de la gente.

Ambos coinciden que la autocensura es el peor enemigo del periodista.

'Tienes que ir con todo aunque te des en la cabeza con el techo', comentó Martínez.

El miedo no vale en la profesión. En muchas ocasiones, Martínez y sus colegas de El Faro han recurrido a mecanismos de seguridad como enviar mensajes de texto cada 15 minutos al editor de turno para confirmar que están vivos, cuando se encuentran en un barrio de alto riesgo. También le han ofrecido chalecos antibalas para entrar a lugares como Ciudad Juárez.

'A quién voy a entrevistar con un chaleco antibalas? Es absurdo', río.

El tema del narcotráfico es mucho más que tiroteos y muertes. Entre sus historias, Turati ha explorado otros ángulos como cuál es la cantidad de sangre que requiere un hospital para tratar a los heridos de una masacre, cuánto cuesta otorgar asistencia médica a toda esa gente, cómo ha cambiado la profesión de los embalsamadores ante tantas muertes, y cómo es la cultura de los buitres que se dedican a ofrecer servicios fúnebres en el lugar del crimen. En el fondo, se trata de contar todos los detalles que den una idea de la sociedad en que se vive. Sobre todo, que se vea que es un fenómeno social y no un hecho aislado, señaló Turati.

La profundidad sólo se alcanza con la permanencia y consistencia, insistió Martínez, por su parte. 'Este periodismo no se puede, ni se debe, hacer de otra forma'. Las condiciones de trabajo en la Sala Negra de El Faro son, sin embargo, poco usuales. Martínez y sus colegas trabajan sólo cuatro o seis historias al año. De sus investigaciones salen reportajes reveladores como Así matamos a monseñor Romero, en el cual 30 años después del asesinato del clérigo, el capitán Rafael Álvaro Saravia ofreció una de las primeras entrevistas; o El cártel de Texis, en que revelan una organización de criminales de cuello blanco.

'Cuando empiezas a tocar poderes políticos o económicos, ahí es que empiezan a matar periodistas. Corres peligros cuando metes nombres que no se sabían', confirmó Turati, quien proviene de un país donde en la última década han desaparecido más de 17 periodistas, y más de 72 han sido asesinados.

Contar con un enfoque específico es importante para adentrarse en las problemáticas del bajo mundo. Martínez destacó que en una comunidad de alta criminalidad (El Salvador tiene una tasa de homicidios de 64 por cada 100,000 habitantes), había que pensar bien qué se cubría y cómo se cubría. Las reuniones de edición, por eso, eran semanales y podían durar fácilmente tres o cuatro horas. Allí se cuestionaban, por ejemplo, por qué habría que contar la historia de un grupo de pandilleros que había violado por quince años a una niña.

'No se trata de contar una sucesión de hechos, sino de reflejar una cultura de violencia. La historia no era esa, sino el saber cómo es posible que ocurran estas cosas y que ella (la niña) no se había atrevido a decírselo a nadie', explicó.

    

Óscar Martínez (Josian Bruno/ NotiCel)
Foto:
Óscar Martínez (Josian Bruno/ NotiCel)
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Óscar Martínez (Josian Bruno/ NotiCel)
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Óscar Martínez (Josian Bruno/ NotiCel)
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Óscar Martínez (Josian Bruno/ NotiCel)
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