Manate
La foto que difunde la policía no lo favorece a Manate. Bueno, esas fotos típicas de fichaje no favorecen a nadie, ni siquiera a bellos y bellas de Holywood que alguna vez dieron con sus huesos en la cárcel. Pero a Manate lo desfavorece y lo castiga de antemano porque revela 47 años, su edad, de historia díficil, dura, de una vida reducida y detenida entre la pobreza y el lúmpen, que es un par de escalones debajo de la miseria.
Los pliegues marcados de su rostro cuentan, sin estimular demasiado la imaginación, que Manate nació y creció pobre, que a lo mejor se casó y tuvo hijos y que alguna vez soñó con tener un auto de esos que los demás miran con admiración y envidia al mismo tiempo, pero que la estrechez de sus posibilidades lo llevaron a conformarse con una de esas cacharrras que milagrosamente suben por los montes y esquivan los barrancos.
Así que entre chivos mal pagos y robos menores, imagino, Manate fue acumulando años y marcas en su cara, esas grietas tristes, desoladas, que pintan grotescamente a muchos y muchas condenados desde el primer día a sobrevivir, penosamente, en la marginalidad en la que se sucumbe intentando emerger de la pobreza.
A Héctor L. Pintón Lebrón, alias 'Manate', lo llevaron preso por robar plátanos en el sector Playita, de Yabucoa, donde ocurrieron los hechos, como explica el correcto y elemental comunicado policial. Como no pudo prestar la fianza de $40,000, lo ingresaron directamente a la regional de Bayamón y alli aguardará un juicio que, con la lentitud judicial actual, no llegará rápidamente y sumará muchos días entre rejas; un tiempo al que seguramente le agregarán un veredicto que, fundamentado en el aumento de las penas por robar plátanos, sacará a Manate de circulación por varios años.
El monto de la fianza mueve a risa por tan desproporcionada, tan lejos de la posiblidad del robaplátanos que en su vida debe haber visto tantos billetes juntos y tan sorprendente cuando se lee que por crímenes mucho peores, que incluyen hasta daños físicos a terceros, el sistema impone cifras que también mueven a risa, pero por lo reducidas en comparacion con la acusación. Ahí están esos operativos circenses en los que se arrestan a 100 personas en un día, sospechosos de narcotráfico, y todos salen a las pocas horas con fianzas que pagan en efectivo con billetes manoseados de 1 y 5 dólares con olor a punto, siguen en lo suyo y algún día tal vez van a juicio.
Manate no tuvo ni la suerte ni la posibilidad de manotear los billetes en el bolsillo, que va, los plátanos mal habidos los usaba para comer o posiblemente los vendía en la carretera, también para comer. Ahora está en la cárcel, espera su día en corte, pagará por su delito y su foto en blanco y negro circula por la vida allá afuera, esa vida que nunca lo favoreció según delatan sus rasgos.
Tampoco tiene la suerte de áquel narcotraficante de Carolina llamado Coquito, por ejemplo, cuyas fotos también circularon hace unos años integrando una comitiva legislativa encabezada por su amigo Héctor Martínez, ahora convicto y ex senador, escándalo que fue inmediatamente barrido bajo la alfombra por los poderosos que pueden vivir en la libre hipocresía; ni tampoco tiene la suerte de todos esos pulcros personajes que desfilaron estas semanas en el juicio al célebre Ángelo Millones, admitiendo que prestaron sus nombres para la compra de autos y propiedades, profesionales insospechados que a las pocas horas de cometer el delito volvían a sus vidas sociales, de clase media en urbanización cerrada y protegida de delincuentes.
Manate no tiene esa suerte y en Playita de Yabucoa no hay urbanización cerrada ni camisa y corbata. Manate no tiene siquiera la suerte de que a su apelativo le extendieran una letra, la G, para que se leyera Magnate.
Que cosa el destino de Manate, apenas por una letra no circula entre nosotros haciendo negocios, donando chavos para campañas, prestando su nombre para la compra de algún BMW, o caminando, para la foto, del brazo de algún honorable.