Carlos Alcaraz regresa a la final del Abierto de Francia
El español se agenció el triunfo tras la retirada del italiano Lorenzo Musetti en el cuarto parcial.
El español Carlos Alcaraz, dos del mundo y defensor del título, jugará su segunda final consecutiva en Roland Garros, después de que el italiano Lorenzo Musetti, séptimo del mundo, se retirara del partido cuando perdía 4-6, 7-6(3), 6-0 y 2-0 y habían pasado dos horas y 25 minutos.
Alcaraz buscará su segundo título en París, su quinto Grand Slam, contra el vencedor del duelo entre el italiano Jannik Sinner, primero del mundo, y el serbio Novak Djokovic, que busca su 25 Grand Slam, el cuarto en la tierra batida francesa.
El español, de 22 años, consiguió su victoria 21 del año sobre arcilla, donde solo el danés Holger Rune logró doblegarle en la final de Barcelona, la tercera contra Musetti, al que derrotó en la final de Montecarlo y las semifinales de Roma.
Alcaraz encadena 13 triunfos en Roland Garros, donde el año pasado ganó el torneo y la plata olímpica y se convierte en el quinto tenista más joven que alcanza cinco finales de grandes. Hasta ahora no ha perdido ninguna.
Avanzó a la final ante un rival que durante dos sets le puso muchos problemas, que ha jugado las semifinales de los tres Masters 1000 sobre tierra batida, algo que solo cinco tenistas han conseguido, y que buscaba la vigésima victoria en esa superficie.
Soñó con poder sorprender al español, pero ni siquiera acabó el partido.
"No es fácil clasificarse con la retirada de un compañero", dijo Alcaraz, que rindió homenaje al italiano y reconoció que durante los dos primeros sets se lo puso difícil.
"Luego he elevado el nivel, no le he dejado dominar, he sido yo mismo y he podido hacer mi mejor tenis", aseguró.
La grandeza de los campeones es mantener fuera del agua la cabeza cuando acecha la tempestad. Alcaraz sobrevivió a set y medio de tenis errático, casi dos horas en las que fue incapaz de encontrar su sitio en una Philippe Chatrier que le aclama, pero a la que no podía dar lo que merecen.
Todavía tintineaban los tenedores en los restaurantes de Roland Garros, y blanqueaban las pistas de la central, techo cubierto por amenaza de lluvia pese a que incluso asomaba algún rayo de sol, cuando los dos mejores tenistas sobre tierra batida del año se lanzaban a la búsqueda de la final.
Alcaraz salió ofensivo, solo que su pólvora no hacía tanto daño como en otras ocasiones, frente a un Musetti que se defendía con orden y con la elegancia que le confiere su revés a una mano. El español lo ponía todo, el ataque y los errores. El partido avanzaba lento. Desperdició una bola para romper el servicio del italiano en el primer set y sus ofensivas, muchas de ellas en forma de dejada, se quedaban en la red.
Desde la retaguardia Musetti aguardaba su momento, una lección muy bien aprendida del fútbol, basta con un picotazo para golpear a la presa. Y no lo dejó escapar para apuntarse el primer set, como hace unas semanas en la final de Montecarlo.
El bofetón dejó grogui a Alcaraz que, sin embargo, convirtió, esta vez sí, dos bolas de rotura en el tercero y en el undécimo. Pero cada vez fracasó a la hora de confirmarlas. No fluía su tenis, anquilosado en la tela de araña de un Musetti astuto, con la lección aprendida de las dos derrotas anteriores.
El viento giró en el juego de desempate. El muro italiano empezó a mostrar griegas y el campeón recobró oxígeno. Al fin encontraba rédito a sus zarpazos, valía la pena seguir golpeando.
Mejoró la puntería y se redujeron los errores. Las bolas que hasta ahora se marchaban se clavaban en el juego de un Musetti que ya no daba abasto a frenar las vías de agua.
Empate a uno, pero sobre todo, la moral del italiano por los suelos. Alcaraz había conseguido, otra vez, sobreponerse a un bache, ya van cuatro en este Roland Garros, una montaña rusa de emociones para sus fans.
A diferencia del español, el bache del italiano era de los que dejan rastro, un reguero de juegos perdidos, un rosco, el octavo de Alcaraz en Grand Slam, en 25 minutos, frente a la hora que costó cerrar cada set anterior.
Por un momento apareció el fisio en pista, atendió a Musetti pero no daba ninguna señal de tener problemas físicos. Solo el marcador abultado permitía imaginarlo. Cuando perdió el segundo juego del cuarto set dijo basta y puso rumbo al vestuario, dejando al español libre el camino a la final.