A sesenta días del paso de María y otros huracanes : el estancamiento
Sumo estos 19 días de noviembre a los 31 de octubre y a los 10 de septiembre contados desde el 20 de ese rudo mes y cuento sesenta días del paso de María. Si le sumo el intervalo entre el paso de Irma, llego a la cuenta de dos meses y medio. Demasiado tiempo para como estamos. Aquí apenas se protesta o se protesta apretando los dientes. En Washington marcharon varios miles.
Es cierto que el gobierno federal no tiene la culpa directa por la incompetencia y colapso del gobierno de Puerto Rico, pero tiene deberes superiores que dimanan de obligaciones internacionales y del tratamiento a los ciudadanos segundones de la ínsula.
Mi casita de la montaña en Guaynabo no tienen electricidad, ni agua corriente todavía. En donde vivo en San Juan no tuvimos luz hasta hace dos semanas. El agua parece que se va por la presión. Bajo esa precaria ejecución de servicios básicos ya puedo juzgar como inferior la preparación y ejecución de las labores de rescate, salvamento e incipiente reconstrucción. Aún así tengo que pensar que la inmensa mayoría de los puertorriqueños la están pasando peor que yo, y esta reflexión me duele doblemente, por las tribulaciones que supone y por el hecho de que me encuentre pensando por un lado en mí y a contrapunto en los demás.
Nos han azotado muchos huracanes desde María y algunos no han cesado por lo que quiero repasarlos.
1) El signo y huracán mayor ha sido la falta de transparencia y de información.
Se ha masajado y manipulado la información pública que debía pertenecernos a todos los afectados y se ha hecho de una manera descarnada y descarada . Un libreto fantasioso y hecho añicos por la severa cadena de incumplimientos ha regido el flujo de la 'información' oficial que incluye las comparecencias repetitivas y ya cacofónicas del gobernante.
La incoherencia de la respuesta gubernativa ante los dos huracanes naturales ha pretendido ser corregida a base del estricto control de la información mediante un libreto perverso que condena a la desilusión continua en unos casos a cientos de miles de puertorriqueños y en otros, a millones.
Todavía hoy, nadie ha rendido un informe coherente de cuáles sedes y entes gubernativos del gobierno central operan, con cuánto personal, con que nivel de ejecución, ni cuáles han sido sus perdidas. Pareciera que todavía estamos en la operación de emergencia inicial para el rescate. De hecho, a diario hay reportajes en los noticiarios de operaciones que pareciesen son de la primera semana del huracán. Un medio --NotiCel-- estima en cerca de 30,000 los empleados públicos del gobierno central que no se han reportado. Una formidable y enciclopedica carencia de información pública caracteriza estos pasados dos meses.
2) Una ola de estancamientos y retrocesos.
Conforme lo avistábamos en Avances y Retrocesos --Cartografía 7 del 10 de octubre-- donde introdujimos el concepto de umbrales recuperatorios, el país se ha visto sumido en una ola de estancamientos y retrocesos en renglones en los que la Administración quiso al principio y aún insiste en hacer descansar su esquema de imagen. No se habían establecido antes, ni luego de los huracanes naturales, planes de recuperación racionales, graduales y escalonados, ni se le ha informado a los ciudadanos de los mismos. Sólo se ofrecieron las fechas ilusas del 15 de noviembre para que el 50% tuviese luz y la del 15 de diciembre para que el 95% la tenga. La manipulación se hizo evidente cuando presentaron el concepto 'generación' y nunca hicieron el censo por contadores (lo que sí hicieron con el agua). El resultado ha sido un absoluto colapso en la credibilidad. A lo que se agrega que con los apagones consecutivos de esta semana no han cumplido ni con el 40% de su falseado estándar.
3) El laberinto de la generación, la transmisión y la distribución electrica.
NI el escritor de ficción más delirante hubiese podido imaginar la trama electrocutante de la Administración en materia del servicio electrico.
Una contratación tumultuosa y clandestina con un nanocompañía de Montana --dos empleados-- por 300 millones de dólares, destapó un avispero que abre dos investigaciones congresionales y esparce el tufo a corrupción en los principales medios noticiosos de EEUU y del mundo.
Una tempestad de excusas, pretextos y explicaciones contradictorias no lograron aplacar la indignación que provocó saber que el trabajo se pudo haber coordinado con una alianza para la reconstrucción de desastres que no opera con fines lucrativos de compañías electricas públicas en Norteamerica. La resultante fue un contrato leonino a la nanocompañía por varios múltiplos del costo, con cláusulas ilegales de su faz, que fue repudiado por FEMA y por todo el mundo. Aparte de una repetitiva defensa ferrea del contrato y del renunciante Director de la AEE por parte del gobernador. Ni en el Congreso, ni en Puerto Rico, ni en ninguna parte sirvieron de mucho los apoyos incondicionales a estas ejecutorias.
La negligencia temeraria o una terquedad sin precedentes mantuvieron al gobernador y al renunciante Director hombro a hombro, hasta que tardísimo, cuando no podía hacer más daño, fue sacado de escena por ser una 'distracción'. Esto ocurrió en el contexto de otro apagón cuando negligentemente se dejó que se le vaciara el tanque de combustible a una generatriz en Cambalache.
Bajo el precedente de Whitefish --que parece que todavía seguía operando esta semana por un lapso adicional-- llegaron otras compañías, entre estas una emblemática Cobra, que claro y alto que cobra. Todo ello para estar ahora mismo dando credibilidad con mucha fe a lo que se informa, a los pronósticos más reservados que hicieron todos --menos el gobernador -- de que tendrían luz el 50% para el mes de marzo.
4) La incesante migración
En el mes de octubre llegaron a dos de los cuatro aeropuertos importantes de la Florida casi 100,000 puertorriqueños. Allí se decretó un estado de emergencia por la llegada de la ola migratoria puertorriqueña. Durante la primera mitad de noviembre ha seguido el exodo, no sólo a la Florida, sino a múltiples lugares de EEUU. Aunque los estadísticos, más conservadores en sus cuentas, repiten la proyección de que se reducirá nuestra población a tres millones en el 2025, lo cierto es que se ha sostenido el flujo sin precedentes. Muchos o algunos han salido transitoriamente huyendo de la incertidumbre y de las condiciones precarias y acaso volverán. Otros se han ido permanentemente. Algunos tardan en completar sus planes migratorios, quizás esperando pasar el invierno aquí y la última temporada navideña.
Las estimaciones de perdida poblacional oscilan entre 14% y 16% este año. Es el equivalente combinado a las poblaciones de Carolina, Bayamón, y Guaynabo. Este es un huracán que por ser paulatino y fragmentado es menos visible. Pero todos tenemos amigos y familiares que se han ido o se preparan para emigrar de Puerto Rico. Hay tambien quienes mantienen casas en los dos lugares, pero han decidido irse definidamente a EEUU.
Narrar la migración no es lo mismo que anticipar o detallar sus consecuencias. Hay que distinguir lo que causa la migración de los efectos que esta provoca entre los cuales se encuentran:
a) Desgajamiento familiar.
b) Asunción de nuevos riesgos al mudarse a otro país.
c) Exposición al discrimen y a ser tratado como extranjero en otro país.
d) Desgaste emocional de los que se van y de la parte de la familia de los que se quedan.
e) Instancias de abandono o de puesta en mayor vulnerabilidad.
f) Debilitamiento del sentido comunitario.
g) Profundización de la recesión económica.
h) Perdida de capital humano.
i) Perdida de recaudos gubernativos.
j) Mayor carga contributiva a quienes se quedan.
k) Empeoramiento en la distribución de la riqueza.
l) Perdida en los valores de las propiedades.
m) Perdida de atractivo del país.
n) Perdida de personal cualificado, especialistas y peritos.
ñ) Perdida en el costo de adiestramiento y de experiencias.
o) Perdida de inversión en desarrollo humano, lo que incluye la inversión en educación, salud, entre otros.
p) Ineficacia y dislocamiento de instituciones.
q) Perdida de masa crítica para la continuidad o desarrollo de proyectos.
r) Merma en el valor propietario.
s) Reducción del credito territorial.
t) Perdida de potencial de ahorro y de recuperación de credito público.
u) Perdida del atractivo para la inversión no depredadora
v) Congelamiento de los proyectos de cooperación internacional.
w) Disloque del aparato gubernativo.
x) Perdida de las capacidades de recuperación y construcción.
y) Desarticulación y rearticulación en las organizaciones.
z) Grávamenes adicionales al potencial del proyecto de país.
5) La realidad de la corrupción que crece
La corrupción es un fenómeno local y global. En el caso de Puerto Rico los huracanes no se la llevaron. Por el contrario ha despertado apetitos voraces incontrolables tanto en Puerto Rico, como en Estados Unidos.
La industria de la reconstrucción luego de los desastres naturales porta la semilla de la corrupción. Ningún huracán que haya llegado a Lousiana, Texas y New York, para mencionar tres, ha estado exento de una gestión de reconstrucción maculada por actos de corrupción. La danza de los millones y de los billones atrae a los osos a las mieles del panal contractual. Por ello se crean juntas que administran y planifican la reconstrucción, proceso este complejo que suele tomar años aunque en Puerto Rico se le pinte como algo rápido.
A falta de planes, llega la improvisación sin supervisión, ni evaluación, sin rendimiento de cuentas y sin transparencia. El caldo de cultivo de la corrupción crece y esta se manifiesta. Whitefish ha sonado y parece grande. La negligencia criminal de no planificar, ni evaluar, ni poner a prueba y de abonarle el camino a la corrupción la convierte en endemica. La reconstrucción de lo mismo con sus debiles bases es corrupta en si misma, pues condena a la continua dependencia entre desastres.
Con el gobierno de Puerto Rico y sus endebles órganos de fiscalización virtualmente colapsados y con el hojaldre interventor de Juntas de Control Fiscal, FEMA, Cuerpo de Ingenieros, el resto de la milicia y el Congreso lejos de producirse una fiscalización eficiente se crean capas repetidas de intervención desfasada.
Una autentica fiscalización debería partir de una transparencia y rendición de cuentas reales; de acceso a la participación ciudadana; de actitud y voluntad de evaluar y dejarse evaluar. La no fiscalización o la chapuza al fiscalizar disminuye el riesgo y el costo de hacer negocios turbios.
Hay tambien corrupción rajiera y simplona no menos deplorable. La cometen los que se apropian de la ayuda para los otros; los que la reparten a base de favoritismos y los que lo permiten. Sube de tono cuando involucra la concesión de contactos a amigos y dolientes, cuando se vulnera de continuo el principio de merito y cuando se usa y abusa de la discreción ancha para cortar el bacalao y adjudicar contratos de compra de bienes y de servicios.
Whitefish --otro pescado-- ofrece una esplendida oportunidad para hacer las cosas bien, más allá de la ilusión del papel. El caso de la AEE ilustra con mayor nitidez que ningún otro, cómo se le escurre entre los dedos al frondoso aparato fiscalizador del gobierno local los elementos más escandalosos. No poder ver a tiempo por diseño constitucional o por impedimento de ley o por la fuerza de los silencios, equivale a instaurar una patente de corso a favor del pillaje. Contrasta penosamente la velocidad de reacción de los medios de comunicación en EEUU con el silencio o la respuesta musitada de los entes locales.
No es que haya contubernio, ni siquiera una simbiosis estructurada, es que a fuerza del paso del tiempo se crean vacíos y lagunas que propician una coexistencia entre lo corrupto y lo fiscalizante.
El fenómeno corrupto que agrupa variedades de actos, esquemas y manifestaciones en el ámbito colonial, se exacerba y crece en escenarios de desastres internacionales mientras las líneas reales de mando sustituyen a las nominales territoriales.
El colapso gubernativo post fenómenos naturales y no naturales, abona al caldo de la irresponsividad, de la irresponsabilidad y de la consecuente impunidad y a una mayor falta de confianza y de credibilidad. Se trata de un círculo vicioso que se retroalimenta y que contribuye todavía más al estancamiento.
*El autor es exlegislador del Partido Independentista Puertorriqueño y asesor en legislación y administración gubernamental.