Ausentes los servicios para sobrevivientes de agresión sexual grupal
En todas las leyes que tipifican la violencia sexual en Puerto Rico, se habla de un agresor que perpetra el crimen, ese acto bárbaro de imponerse por la fuerza a una persona.
Pero así, poniéndolo en singular, se invisibiliza un fenómeno que ocurre también a escala mundial, una modalidad incluso agravada de violencia quepodría incidir en que no se atienda de forma eficiente y especializada. Se trata de la agresión sexual grupal, que es cuando dos o más personas coaccionan a otra, violentando su cuerpo y atacandosu libertad sexual.
En países como Inglaterra y Australia, donde la agresión sexual se haya cometido en grupo, es un agravante en los tribunales. Sin embargo, en Puerto Rico no existen estadísticas que separen este fenómeno, que lo tipifiquen o que lo analicen.
Por ese motivo, tres estudiantes de la Escuela Graduada de Trabajo Social Beatriz Lasalle, de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, realizaron un estudio para analizar la agresión sexual grupal en Puerto Rico y los modelos de intervención para ayudar a los sobrevivientes de este modo de violencia.
Todo eso lo explicó Marinette Beltrán Pallí, quien junto a Michelle Cruz Rivera y Mariela Fernández Nieves, entrevistó a un grupo de trabajadores sociales e indagó en la literatura que existe sobre el fenómeno para fortalecer protocolos de prevención y erradicación.
En entrevista con NotiCel, la estudiante graduada comentó que en Puerto Rico no existe literatura sobre este tema, que todos sus referentes teóricos los tuvieron que buscar en Europa y Estados Unidos. Para la joven, la invisibilización de este fenómeno se traduce en la falta de servicios especializados para atender a los sobrevivientes, propiciando unos procesos revictimizantes.
A palabras de seis trabajadores sociales entrevistados –tres hombres y tres mujeres de diversos contextos profesionales –, esa es una de las quejas mayores en la experiencia de las personas sobrevivientes, quienes dejan de pedir ayuda porque dicen que se les revictimiza y de alguna forma se les culpa por haber sido blancos de la violenta agresión, lo que hace que pierdan confianza en el sistema.
La necesidad de una mayor educación en el tema es vital para la investigadora, para quien una conciencia fortalecida en el tema a nivel académico y profesional, junto a literatura, datos estadísticos y leyes que lo cobijen explícitamente, podría redundar en el mejoramiento de los servicios que se ofrecen a la comunidad sobreviviente.
Beltrán Pallí entró en contacto con el tema por primera vez en una clase de bachillerato nombrada Géneros de la Violencia, donde se topó con un estudio etnográfico realizado por Philippe Bourgois, acerca de varias personas del barrio de Harlem, Nueva York, que habían sido partícipes de crímenes como este. Los detalles del estudio dejaron impresionada a la estudiante, quien en maestría cargó con el tema para su propuesta de investigación.
Para la investigación, el trío de estudiantes acudió a profesionales del trabajo social para ahondar sobre técnicas y estrategias que utilizan para atender a las personas sobrevivientes, a la par que trabajaron con unos 20 casos de este tipo. En su mayoría, eran niños y adolescentes las víctimas, y de la veintena, seis casos eran de mujeres adultas.
Documentaron que las personas sobrevivientes enfrentan consecuencias psicológicas con repercusiones a largo plazo. Ataques de pánico, de ansiedad, el estrés postraumático, el sentido de culpa y vergüenza, y en casos extremos, los intentos suicidas son formas de expresión frente al condenable delito, que se intensifican ante un sistema deficiente.
No obstante, los trabajadores sociales que sí han trabajado con estos casos han podido tomar diversas estrategias para ayudar a las víctimas. Mediante el modelo cognitivo-conductualintentan romper con los pensamientos catastróficos, cambiando la narrativa de las duras experiencias por las que atravesaron las personas sobrevivientes.
A su vez, dado que la mayoría de los casos se trataba de féminas sobrevivientes, la perspectiva de fortaleza se utilizaba como recurso para que asumieran nuevamente dominio y control. Según Beltrán Pallí, muchos casos de violación se atribuyen a un ejercicio de 'poder y control' dentro de 'la expresión del machismo y la masculinidad hegemónica'. Para ella, esta cultura imperante también se ve reflejada en los servicios.
También, estudiaron las diversas leyes y protocolos sobre violencia sexual que existen en Puerto Rico, como la Ley 54 contra la Violencia Doméstica, la ley 146 de Protección de Víctimas de Violencia Sexual y el Código Penal y sus enmiendas. En ellas, notaron la ausencia de un nombre que definiera esta modalidad dentro del abuso sexual.
En las estadísticas, el índice de casos no se recogía como una modalidad diferenciada, ni en las del Departamento de Salud, la Procuraduría de las Mujeres ni la Policía de Puerto Rico. Mientras, en la prensa, de las 195 noticias que estudiaron de agresión sexual, 17 correspondían a casos grupales. La cobertura de estos era ambigua, en ocasiones dejando a un lado si la violación era grupal o no.
El estudio que la joven espera sea un paso de avance para llenar ese vacío de información, estará disponible a partir de la semana que viene en la Escuela Graduada de Trabajo Social y en la Colección Puertorriqueña de la Biblioteca Lázaro del Recinto de Río Piedras de la UPR. La doctora Eriphet Silva Martínez ejerció como mentora de la investigación.