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Política

Bernier le da jaque mate al PPD

David Bernier le dio un jaque mate ideológico a su Partido Popular Democrático al pedir el voto presidencial para los puertorriqueños en la Isla. Quizás no se dio cuenta de lo que hacía cuando, sin encomendarse a la Junta de Gobierno de su partido, abrazó una idea que es una imposibilidad legal y que espantará los llamados votos melones y probablemente el de algunos soberanistas populares.

Justificó su aval por el voto presidencial con una frase lapidaria: 'le conviene a los puertorriqueños'.

Su abrazo al voto presidencial surge por tres razones: falta de experiencia política e improvisación, un apego al acomodaticio mejor de los dos mundos del finiquitado ELA, y, especialmente, al miedo que siente por lo que implica la verdadera soberanía para su partido.

Bernier no tiene formación política significativa. No es un cuadro. A diferencia de otros populares (mayormente soberanistas como Luis Vega Ramos y Ramón Luis Nieves), David no ha estudiado este asunto. Esta falta de experiencia política puede incluso presentarse como un atributo positivo de David, un muchacho fajón de Patillas que está por encima del toma y dame diario de rojos, azules y verdes. Pero a veces cuando se quiere cocinar es bueno saber de cocina y cuando se quiere guiar un avión es importante ser piloto, porque de lo contrario uno puede quemarse o estrellarse. Y eso fue lo que sucedió aquí.

Debido a su falta de experiencia en lo que respecta a política pura, para él es lógico – y quizás hasta obvio – articular, de buena fe y en términos prácticos, que la participación de los 3.5 millones de ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico en las elecciones presidenciales sería beneficioso para el futuro de la Isla. Si el 95% de la población quiere una relación permanente con Estados Unidos, 'que daño les hace a los puertorriqueños' el voto presidencial, según el mismo cuestiono.

A los puertorriqueños -quizás- ningún daño, pero al PPD, bastante. Y he aquí la razón principal.

Si David de verdad piensa que el voto presidencial es bueno para los puertorriqueños en la Isla, debería ir por más y luchar por nuestra participación en unas elecciones que concebiblemente son más importantes que las presidenciales: las legislativas federales.

Después de todo, fue el Congreso – y no el presidente – el que redactó y aprobó el Proyecto PROMESA al que él se opuso; y no es por acción ejecutiva que estamos sujetos a las leyes de cabotaje; ni fue el poder ejecutivo el que derogó las 936. La paridad en programas de salud federal por las que lucha el PPD, y todo lo relacionado al trato contributivo, tampoco lo decidirá la presidenta por la que quiere votar David. Todo eso se legisla en el Congreso.

Y si David de verdad cree que el voto presidencial es bueno para los puertorriqueños, inevitablemente tiene que concluir que también lo es – y quizás en mayor grado – el voto por senadores y representantes federales que ostentan un poder directo sobre las leyes que nos aplican. Cuando llegue a esa pared en su pensamiento lógico, se dará cuenta de que eso se consigue no meramente respaldando la plataforma del Partido Demócrata en el furor de la primera convención política a la que asiste, sino convirtiendo a Puerto Rico en estado. Y al llegar a esa inevitabilidad lógica, deja a su Partido Popular Democrático en peor posición (y pidiendo menos derechos) que el Partido Nuevo Progresista.

El PPD quiere el voto presidencial porque según David es bueno para los boricuas. El PNP quiere el voto presidencial y representación en el Congreso. Si tomamos por buena la idea de que insertarnos allá es positivo acá, entonces la opción es clara. Y así es como David – él solito – le dio al PPD un jaque mate ideológico y lo colocó en una posición de inferioridad ante el PNP.

Es una pena – en términos estratégicos – que Bernier haya escogido este tema para cometer semejante blooper. El voto presidencial es algo prácticamente inconsecuente, una distracción, un fantasma. Pero es un fantasma que, en términos electorales, con toda probabilidad espantará no solo a los independistas flotantes sino que quizás a uno que otro soberanista del propio PPD. David apostó a que ya tiene asegurados los votos de los melones y los soberanistas in-house del PPD. Ya esos están en el bolsillo, así que procura ir por estadistas light a la usanza de Pierluisi.

La soberanía – en cualquiera de sus modalidades – no admite espacio para votar por el presidente de otra nación. Y bajo el territorio actual, es constitucionalmente imposible seleccionar al presidente debido a que el sistema de votación de Estados Unidos se rige mediante el Colegio Electoral en el cual sólo los delegados de los Estados de la Unión – no las colonias – tienen sufragio.

Cuando llegó la hora de la suprema definición – de escoger entre integrarnos allá o convertirnos en soberanos de nuestro destino – David escogió claramente y sin ambages. La respuesta acertada a la pregunta del voto presidencial, si creía en la soberanía seriamente, era: aunque es importante tener influencia política en Estados Unidos, es moral y políticamente incompatible que una nación soberana como la que aspira a ser Puerto Rico vote por el presidente de otra nación soberana. Eso, obviamente, no pasó.

El fantasma que asustó a David no fue el voto presidencial. El fantasma que asustó a David fue la soberanía. La había llamado tímidamente una que otra vez. Pero cuando le preguntaron sobre el voto presidencial, la vio venir. Y no es lo mismo llamarla que verla venir. En el momento de la definición suprema, David se asustó con lo que representa la soberanía para su partido y su país. O eso – cogió miedo – o aprendió bien rápido de los políticos tradicionales a decir cualquier cosa con tal de tratar de ganar las elecciones insulares.

*El autor es abogado en la práctica privada y comentarista político. La información sobre su bufete está disponible en www.abogadofederalpr.com.