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Histórico saludo cumple 140 años

NAIROBI - El célebre saludo 'Doctor Livingstone, supongo' cumple hoy 140 años, los transcurridos desde el encuentro entre el periodista estadounidense de origen galés Henry Morton Stanley y el misionero escocés David Livingstone en la localidad tanzana de Ujiji, a orillas del lago Tanganica.

Pero la historia -según el relato del propio Stanley- había comenzado en pleno centro de Madrid, en una pensión de la calle de la Cruz, cuando el reportero recibió un telegrama del director del New York Herald, James Gordon Bennet, quien requería su presencia en París para un 'asunto importante'.

Era octubre de 1869, y Stanley se apresuró a hacer las maletas y poner rumbo a la capital francesa, donde el hijo del fundador del reputado diario le encargó, sin importarle lo más mínimo el coste de la expedición, que encontrara a Livingstone, a quien se daba por muerto o, como mínimo, desaparecido.

Las órdenes de Bennet eran claras: localizar a Livingstone, el primer europeo en ver unas cataratas que bautizaría como 'Victoria', quien había llegado a África en 1841 como misionero y más tarde, en su regreso como explorador, llevaba más de cinco años sin lograr establecer contacto con su patria.

'Pero en Occidente se acuerdan de eso de 'Doctor Livingstone, supongo'?', pregunta a medio camino entre la carcajada y el asombro la profesora de la Universidad de Nairobi Milcah Amolo Achola, especialista en Historia Colonial Británica.

'Cuando estudiaba Historia en el colegio, los misioneros nos hablaban de lo bueno que era el hombre blanco y de los exploradores en África, aunque los lugareños ya habían descubierto todas esas cosas hacía siglos. Y eso que habían pasado ya cuatro años desde la independencia (keniana, del Reino Unido, en 1963)', recuerda Achola.

La profesora asegura que, desde los años 60 y 70 del pasado siglo, África ha tratado de revisar la historia del continente para convertirla en 'Historia de África como tal, y no como la cuentan los europeos'.

'Cuando pienso en Stanley, en Livingstone y en Ujiji -asevera Achola-, lo primero que me viene a la cabeza es que esa ciudad se estableció en una de las rutas del comercio de esclavos. El propio Livingstone, supuesto antiesclavista, usó esclavos'.

Del escocés tuvo noticias Stanley el 3 de noviembre de 1871, a varios días de camino de Ujiji: 'Dios, dame paciencia. Pero cuánto desearía que hubiera ferrocarril o, al menos, caballos en este país', anotó entonces el reportero en su diario.

Aún debería esperar una semana, en la que se sucedieron varios tributos a los jefes tribales de los territorios que atravesaba en su ruta hacia a Ujiji, hasta que pudo ver en persona a Livingstone.

'Habría corrido hacia él, pero me acobardé ante la multitud presente -escribió Stanley-. Le habría abrazado, pero no sabía cómo lo habría tomado (Livingstone). Así que hice lo que la cobardía moral y el falso orgullo consideraron más apropiado: caminé hacia él, me quité el sombrero y dije: Doctor Livingstone, supongo'.

Al amable recibimiento dispensado por el explorador le siguieron cuatro meses de convivencia, hasta el regreso de un triunfal Stanley a Europa, mientras que Livingstone permanecería en África hasta su muerte, en 1873.

En el lugar en el que se supone que, a la sombra de un mango, aconteció el encuentro, queda un monumento conmemorativo, y existe otro más al norte, a las afueras de la capital burundesa, Buyumbura.

Para la profesora Achola, sin embargo, hay poco que celebrar en la efeméride: 'Es una parte dolorosa de nuestra historia. No creo que nadie en Ujiji se acuerde de eso ahora. Supongo que esos memoriales están ahí sólo para los turistas'.

Una escena ilustra un mensaje de David Livingstone en una botella, en Christie's in Mayfair, Londres. (EFE/Archivo)
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