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Padre de familia se aferra a la fe mientras el gobierno le da la espalda

Roberto Pereira Perdomo: padre de hijos con diabetes y autismo, lucha por llevar un plato de comida a su mesa tras encontrarse desempleado luego de perder su pierna por complicaciones de salud.

Roberto Pereira, padre de dos hijos autistas y desempleado tras perder una pierna por complicaciones de salud, se aferra a la fe mientras el sistema lo deja atrás.
Foto: Captura de pantalla.

“Cuando usted tiene nenes, no importa la edad que tengan, mientras sean sus hijos, usted va a seguir diciendo que son sus nenes. Es difícil decirles: 'hoy no hay con qué comer'.”

Esa es la realidad diaria de Roberto Pereira Perdomo, un padre puertorriqueño de 62 años que enfrenta la vida con firmeza y dignidad, a pesar de las múltiples adversidades que lo rodean. Su historia, marcada por la enfermedad que padece, la pérdida de una de sus extremidades, el desempleo y el abandono institucional, es también un testimonio de fe y solidaridad.

Roberto vive en Vega Baja junto a su esposa y uno de sus hijos, ambos con condiciones de salud complejas. A él le amputaron la pierna izquierda tras más de una década de sufrir una condición mal diagnosticada llamada “pie de Charcot”, resultado de una neuropatía diabética severa. La enfermedad deformó los huesos de su pie hasta el punto en que los médicos temían la aparición de gangrena. A eso se suma que Roberto fue sometido años atrás a una cirugía a corazón abierto, con tres ‘bypass’, y recientemente estuvo hospitalizado por 45 días debido a una caída súbita en su presión arterial.

Mientras hablaba con NotiCel, nunca se quejó. En lugar de eso, su voz pausada transmitía agradecimiento por las pequeñas ayudas que ha recibido y una esperanza firme, casi inquebrantable.

“Gracias a Dios, aunque sí nos la hemos visto bien difícil, mis hijos no han tenido necesidad de acostarse sin comer”, dijo.

“Pero imagínese… cuando los nenes son autistas y además son diabéticos tipo 1, a uno se le hace bien cuesta arriba", sostuvo.

Su esposa, Carmen, también enfrenta problemas serios de salud relacionados a la tiroides, que la hacen desmayarse con frecuencia. En la actualidad, ninguno de los dos puede trabajar. Roberto trató de continuar vendiendo placas solares, como hacía antes de la amputación, pero reconoce que moverse sin estabilidad física le hace casi imposible generar ingresos.

“Tengo fe en que con la prótesis, en unos meses más, podré caminar mejor. Y con eso, salir a buscarme un trabajito, porque yo siempre he trabajado. Nunca he vivido de cupones ni de ayudas.”

El problema, como él mismo explica, es que ni siquiera tiene acceso ahora a esas ayudas. “No tenemos cupones. El municipio ha venido tres veces a mi casa a recoger los mismos nombres, pero de ahí no ha pasado nada. Hubo una trabajadora social que intentó que nos ayudaran con seis pailas de sellador de techo, y también nos lo negaron, que porque vivimos en una zona inundable. ¡Pero eso fue en María, hace 6 años!”

Uno de sus hijos, de 19 años, autista y diabético tipo 1, está en proceso de comenzar un empleo en el aeropuerto, lo cual representa una luz de esperanza para la familia. Su hija, también con diabetes, vive actualmente en Estados Unidos, donde ha podido recibir mejor atención médica gracias al apoyo de su hermana.

“Ya le pusieron una 'pompita' de insulina allá”, cuenta Roberto. “Acá estoy tratando de conseguirle lo mismo al nene, pero la insulina que necesita se nos hace bien cuesta arriba conseguirla. Si alguien puede ayudarnos con eso, nosotros vamos donde haya que ir a recogerla.”

Las necesidades de la familia son muchas, pero Roberto las resume en una sola prioridad: la comida. “Lo más urgente, hermano, es que haya un plato de comida para mis hijos”, repitió con serenidad.

“A veces hay quien me dice: ‘yo lo que tengo son dos latas de Chef Boyardee’, y no se dan cuenta de que con eso ya mi nene tiene una comida amplia. Aquí (en su hogar) no hay opción. Se come lo que haya.”

La solidaridad más consistente que ha recibido ha venido de su iglesia y de una organización comunitaria llamada 'Happy', que entrega almuerzos 3 veces por semana a personas mayores en necesidad. “Algunos dicen que eso no es nada. Pero si tú eres diabético, y te quedas sin comer todo el día esperando por una sola comida de noche, te afecta muchísimo.”

Pese a todo, Roberto no guarda resentimientos. Más bien, lanza una exhortación profundamente empática: “No tiene que ayudarme a mí. Ayude a su familia. Ayude al vecino. No lo haga por ellos, hágalo por usted o por Dios. Pero hágalo.”

Y con esa misma lucidez, subrayó hablando con este diariomdigital que su historia no es única.

“Como mi familia, hay muchas familias en Puerto Rico que están necesitadas y a veces, la necesidad no es que te hagan una casa. A veces la necesidad es simplemente un plato de comida.”

Este llamado no es solo una súplica por ayuda. Es también un retrato descarnado y honesto de lo que ocurre cuando el gobierno le falla a quienes más lo necesitan: los enfermos, los padres, los envejecientes, los pobres. Aún así, Roberto no se victimiza. Se presenta como un ser humano que, en medio del dolor, elige tener fe: como un hombre que, aun sin una pierna y sin empleo, encuentra fuerzas para pensar en los demás.

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Santiago Omar Escobar Colón es egresado de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. En el 2022, completó un bachillerato en Ciencias Políticas y en el 2024 culminó una maestría en Información y Periodismo.