Medido el efecto de la desigualdad económica en las víctimas de María
En terminos materiales y emocionales, las familias con niños en Puerto Rico fueron uno de los grupos más afectos por el impacto del huracán María el pasado 20 de septiembre de 2017, particularmente aquellas con menores ingresos.
En el recuento del saldo del desastre natural se destaca el fallecimiento estimado de 2,975 personas y la destrucción de unas 200,000 casas, sin embargo, la desigualdad económica sirvió de base para desencadenar una serie de problemas en el diario vivir.
Basado en una muestra de 705 familias con hijos de 17 años o menos, quedó demostrado que aquellos hogares con ingresos anuales de $15,000 o menos fueron más propensos a perder sus pertenencias, techos y hasta sus vehículos, toda vez que el pago subsiguiente de los servicios esenciales se dificultó tras el huracán.
El cuadro es más perturbador cuando se mira el efecto en los niños, quienes han experimentado estres, ansiedad, temor y hasta hambre desde la fecha del evento.
'El hecho de que fue mayor en niños de bajo ingreso nos preocupó por el estres tóxico que causan estas situaciones, porque cuando estás viviendo en precariedad económica, estás sobreviviendo y eso se agrava con este fenómeno. De momento perdiste lo que tenías, no estás pudiendo pagar las cosas', lamentó Amanda Rivera Flores, directora ejecutiva del Instituto del Desarrollo de la Juventud, entidad que realizó el estudio.
Los hallazgos se dividieron entre tres escalas económicas: familias con un ingreso anual de $15,000 o menos, familias que devengan entre $15,000 y menos de $40,000, y aquellas con un sustento de $40,000 al año.
Las familias de menor ingreso fueron más propensas a pasar la tormenta fuera de sus hogares, ya sea en un refugio debido a las inundaciones, los desprendimientos y otros daños estructurales, o fuera del país con la ayuda de familiares, amigos o el gobierno federal.
Según el Departamento de la Vivienda, alrededor de 15,000 personas ocuparon los refugios del Estado junto a sus mascotas porque vivían en zonas inundables e inseguras.
El estudio, que se hará público en su totalidad en diciembre, aborda otros renglones, entre ellos el que el 52% de los hogares encuestados no contaban con un plan de emergencia familiar.
Basado en los números, el nivel de preparación disminuyó a medida en que los recursos económicos eran menores, pues solo un 40% de las familias con ingresos de $15,000 o menos tenían un plan de emergencia, mientras que en las familias con ingresos de $40,000 o más, el 58.1% afirmó estar listo.
Estos grupos tambien experimentaron la perdida de un vehículo, lo cual causa otros daños a largo plazo.
'Fueron muchas más las familias de bajos recursos que perdieron sus vehículos, que es la forma de llegar al trabajo. Eso fue un dato bien pequeño pero de gran impacto. Como la gente en Puerto Rico depende mucho de un vehículo, no tienen una manera de llegar al empleo y tienen oportunidades bien limitadas a su alrededor', explicó Rivera Flores.
Los residentes de Puerto Rico a menudo se ven obligados a adquirir un automóvil porque el transporte público en la Isla no cumple con las necesidades de los ciudadanos. Justo en febrero del año en curso, el Grupo Unido de Importadores de Automóviles (GUIA), que es la organización que representa la industria automotriz, anunció un incremento en 21% en la venta de automóviles.
La necesidad de un vehículo de motor para estas familias con niños menos de 17 años se hace más pertinente, además, con el cierre de escuelas efectuado por el Departamento de Educación. Tras las clausuras de planteles, varias familias denunciaron las largas distancias que debían recorrer para que los niños llegaran a la escuela receptora.
'En casi todos los hogares de todos los renglones económicos, vemos que alrededor de una tercera parte de la familia enfrentó problemas, pero eso se tradujo en el efecto dominó en las dificultades para conseguir agua, alimentos. Probablemente estamos viendo ahora más familias con más estres y su capacidad de recuperarse es menor', añadió Rivera Flores.
En el renglón educativo, y tras el huracán, el análisis demostró que niños de edades hasta los cuatro años perdieron 92 días de cuido o clases, mientras que el promedio de cursos lectivos perdidos por niños entre los cinco y 17 años fue de 78 días.
Sumado a eso, 84.6% de los estudiantes de educación especial vieron interrumpidos sus servicios y de ellos, 10.3% aún no los recibe.