El sombrero de Don Moncho
Siempre me pareció curioso, por qué terminaba su nombre con el 'Jr ', siendo un señorón de pelo blanco, con aires de cacique de barrio.
Con el paso de los años, y no por alardes suyos, pude conocer cuán hípico era Don Moncho Llobet: nacido en Guaynabo en el siglo 19 y partícipe del hipismo hasta el día de su muerte a principios de los ochenta.
Se nos hace imposible saber desde cuándo fue amante del deporte, pero ya para la época en que regresó de Cuba graduado de Ingeniero Civil en 1921, sabemos que el jóven guaynabense asistía a los hipódromos antiguos previos a Quintana y Las Casas, haciendo sus primeros intentos como propietario de ejemplares de su propiedad, conquistando su primer clásico con un ejemplar de nombre Singer Machine que se impuso en la Copa Gobernador de 1923.
En una época en que ser DEPORTISTA significaba ser practicante del deporte, don Moncho era el verdadero deportista.
Por su profesión de ingeniero, fue el responsable en la construcción de los hipódromos Quintana, Las Monjas. Las Casas, el hipódromo de Ponce y hasta la pista de doma y entrenamiento del antiguo Potrero del Sur.
Cuando se hizo necesario, él fue el diseñador y constructor de los primeros arrancaderos de ejemplares. Fue el dueño de la imprenta donde se imprimían los programas de las tandas hípicas de antaño.
En 1937, ante un tranque entre los dueños de establos y los propietarios de los hipódromos, Don Moncho diseñó y construyó el hipódromo de Villa Palmeras en 1937 en menos de dos meses.
Fue presidente de casi todas las asociaciones de dueños de caballos, y luego, cuando estuvo dedicado a la política llegando a ser senador por varios cuatrenios, fue pieza crucial para lograr que Puerto Rico fuera uno de los fundadores de la Confederación Hípica del Caribe.
Desde su posición en el gobierno, fue instrumental en la creación de varios programas que impulsaban al deporte, incluyendo el arrendamiento de terrenos a criadores, y si no me equivoco, la importación de sementales para mejorar la crianza de nativos.
El hipismo se nutre de tradiciones.
Desde su muerte, primero su hijo Pito y posteriormente su nieto, han asistido al hipódromo luciendo el ultimo sombrero que utilizó don Moncho para hacer entrega del trofeo al ganador del clásico en su honor.
Esperamos que así continúe, por lo menos hasta que alguien, con el calibre de don Moncho vuelva a disfrutar de una llegada clásica con el gusto que el lo hacía.