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Volver a los 17

Despues del susto sin pelo y la llegada de Mr. Bloody, quise cogerme un tiempo para mi.

Bueno, para estar con todo el mundo excepto con los jevos.

El calvo llamó ese mismo viernes pero no fue hasta esta semana, ayer jueves -por ser más específica - que le contesté. Quería que le explicara las felicitaciones de nuestra última comunicación.

Me reí. Le conté. Él no supo que hacer, supongo, porque no fue hasta después de varios segundos de silencio -en el teléfono se hacen más largos- que lanzó una carcajada y preguntó: 'Mamita, pa' dónde quieres ir hoy?'.

Le propuse un 'raincheck' porque le había prometido a mi sobrino mayor, al de 16 años, llevarlo con sus panas a las fiestas del Viví en Utuado. Y claro, no le podía fallar porque si no era conmigo no lo dejaban ir.

'Tenemos que estar más pendientes a tu ciclo', pronunció el calvo antes de colgar y responder al beso que le envíe.

Pasé a las seis y pico por mi sobrino y a eso de las 8 de la noche logramos conseguir un estacionamiento. La plaza estaba bastante llena.

Había demasiada gente, fue como volver a los 17 años en zapatos de una treintona. Antes, en un jangueo de esos, mientras más gente hubiera mejor, ahí es que uno quería estar. Ya no; ahora es todo lo contrario, mientras más tranquilo más me gusta.

No sé si es que me estoy poniendo vieja o si en verdad la prisa con la que vivimos ha llevado a nuestros adolescentes a ser tan precoses. Pero quedé anonadada con la libertad sexual que se manifiestan niñas y niños desde los 12 años.

En cuanta esquina se estaban mucho más que besando; apretujando y hasta traspasando la ropa, ahí frente a todos, aprovechando entre la música, sin importar el género ni mucho menos lo que sonaba. Se notaba a leguas, en la mayoría de los casos, que no eran meros actos de amor y cariño, sino una urgencia por comprender el calentón hormonal. Totalmente normal.

Aunque con todo y mi experiencia traumática yo no vine a tener mi primera experiencia en la intimidad hasta los 17 con mi novio de la universidad.

Insisto, quedé perpleja. No por lo que veía. Sino por la necesidad que se afloraba y que como país hemos querido ignorar.

Sobre todo, porque estos jóvenes que han crecido en una sociedad donde la mujer y el hombre se explotan como objetos que venden un producto, exploran el tabú más grande desde el desconocimiento. Y después, se pretende ser efectivo con invertir millones en campañas contra la prevención.

Cómo se les puede prevenir sino les educamos? Cómo podemos culparles de tomar decisiones incorrectas si no le hemos dado las herramientas?

Bueno, que de regreso a San Juan, escandalizada, hice un círculo sexual con mi sobrino y sus amigos. Al principio se pasmaron y les entró un ataque de risa pero después, revelaron un sinnúmero de inquietudes que en la medida que pude fui contestando.

'Gracias, titi', me dijo al llamar esta mañana mi sobrino. 'Ha sido de los mejores jangueos que hemos tenido', repetía entusiasmado.