EDITORIAL: Para qué paramos?
Con un segundo año de experiencia, ya el análisis del Paro Nacional no tiene que ser de primera impresión, ya puede tener un poco más de profundidad.
Y cuando se aplica perspectiva, creemos que dos cosas se destacan: el Gobierno y otros sectores ya encontraron la forma de maniobrar para minimizar el impacto real del Paro y manipular su mensaje. La acción de salir a marchar, por sí misma, está entrando en una fase de inconsecuencia que requiere un replanteamiento de acción.
De entrada, la convocatoria del Paro estaba dividida, con la mayoría en la Milla de Oro, pero otros grupos, de no menos peso, en el Puente Dos Hermanos. Esto permite que los opositores del Paro desarrollen una estrategia de contrastes que ya habían iniciado el año pasado: hay un Paro 'bueno y pacífico' y un Paro 'malo y violento'.
El 'pacífico' integró al partido de oposición, que es igual de culpable que el partido gobernante en crear los problemas por los cuales se marchó, y tuvo como punto culminante reunirse con los presidentes legislativos en una apuesta a que estos políticos de carrera de alguna manera se muevan de su rol de cómplices eficientes a un rol de aliados de las propuestas de los marchantes.
Este nuevo paro 'bueno', separado y con políticos integrados, hizo sombra a las miles de personas que, con igual calma pero con más representatividad y amplitud de sectores, marcharon hasta la Milla de Oro por todas las razones válidas que hay para marchar. Como lo hicieron el año pasado.
Tambien igual que el año pasado, esa demostración de indignación multitudinaria, que generó simpatía incluso de los que no estaban marchando pero estaban en las rutas, quedó opacada por un cierre violento.
Aunque sin el nivel de destrucción de propiedad del año pasado, lo cierto es que las confrontaciones siguieron lo que algunos han llamado un libreto pero, vayamos más allá y pongámosle autor al libreto, es el libreto del gobierno, que es el único que hasta ahora se ha beneficiado de la violencia porque le permite barrer debajo de la alfombra los reclamos válidos de estudiantes, pensionados, maestros y trabajadores.
La historia tiene ejemplos de cambios provocados parcial o totalmente por la violencia. Para muestra, un Estado Libre Asociado en 1952 le siguió a una Insurrección Nacionalista en 1950 y un Estados Unidos independiente le siguió a una Guerra de Independencia.
Pero, con el beneficio de dos años de experiencia, cabe la pregunta de ¿que ha adelantado la violencia en el contexto del Paro Nacional? ¿Cuánta nueva simpatía a la causa se generó del año pasado para acá? ¿Cuántos diálogos y soluciones se pudieron forjar como efecto de la violencia y destrucción de propiedad del año pasado?
Ciertamente, una secuela de los actos del año pasado fue destapar mediante informe del monitor federal una serie de actos ilegales, inconstitucionales y violaciones de derechos de parte de la Policía pero, ¿cómo eso ha movido la discusión de la reforma laboral, la precariedad de los pensionados, el cierre de escuelas, las medidas de austeridad? ¿Es la finalidad del paro recalcar, porque no sería la primera vez, que la Policía es represora y violadora de derechos?
Excepto las consecuencias que pueda enfrentar en el Tribunal Federal por la reforma policial, a la Policía no le hace daño repeler violentamente porque, desde antes del Paro, ya tenían montado el discurso de que sólo un 2% de los manifestantes eran problemáticos. Y, la realidad es que la confrontación fue con el mismo grupo del año pasado, con el único grupo que no negoció de antemano el tiempo, lugar y manera de su demostración y con el único que insistió en su derecho a marchar por encima de los controles policiacos. De hecho, hasta dejar al Banco Popular descubierto otra vez, como el año pasado, tenía su lugar en la trama, era la manzana de la tentación y la Policía cumplió su misión de usarla como carnada. Y así fue que ayer la Jornada Se Acabaron Las Promesas cumplió al dedillo el papel que el Gobierno le había dado en el libreto.
Los reclamos válidos que tiene el pueblo no pueden quedar relegados y opacados en la película del 2% que ya montó la Policía en su confrontación con la Jornada. Por esto es que creemos que se impone un replanteamiento de la pregunta ¿para que marchamos?
Si el paro del 1 de mayo no tiene seguimiento el 2 de mayo, el 3 de mayo, todo el año, el ímpetu se pierde y la actividad corre el riesgo de convertirse en un acto folclórico, una especie de feriado donde todo el mundo ya sabe que va a pasar y, una vez pasa, las cosas vuelven a la normalidad sin consecuencia. Incluso, llevamos dos años y los dos años el gobierno ha tenido listo un escándalo para desviar la atención, en 2017 la investigación contra el exalcalde Hector O'Neill y este año el escándalo del chat de WhatsApp.
Urge que los grupos que tienen el liderato en la convocatoria del Paro implementen planes para darle un cauce a la energía de la marcha para que no se quede en un día. Pero para eso hay que ensayar discursos y formas nuevas, hay que integrar no solamente a los que tienen conciencia política sino tambien a un pueblo que siente cinismo hacia todo lo que es política pública, un pueblo cuya primera alternativa de protesta es mudarse y un pueblo que, por las razones históricas que sean, no entiende que la violencia es un instrumento válido de lucha.
El ejercicio inteligente del voto, fortalecer la organización del vecindario y la comunidad alrededor de problemas cotidianos como la falta de luz y los servicios públicos pesimos, incidir hábilmente en los procesos legales y hacer que cada centavo que gastamos diariamente sirva para enviar un mensaje son todas alternativas de acción ciudadana que se pueden integrar con más fuerza.
Fiscalizar PROMESA, la Junta de Control Fiscal, el Gobierno, el Plan Fiscal y el azote de la austeridad es la tarea urgente inmediata, pero la tarea permanente subyacente es formar un País con liderato y estilos nuevos.