Buenos Aires: entre tangos y el rock nacional
Hace dos años decidí escaparme a la capital argentina. Una fugaz visita en el pasado disparó mi deseo de adentrarme en su cultura, y sobre todas las cosas, su historia. Una historia plagada de luchas sociales y varios gobiernos dictatoriales cuyos efectos todavía se hacen sentir con fuerza entre los argentinos y que tienen el poder de impresionar a cualquier visitante.
Sería imposible mencionar todos los espacios que merecen una visita en la Capital Federal. No obstante, el emblemático Obelisco, la legendaria Plaza de Mayo y su Casa Rosada, museos de prestigio mundial, espectáculos musicales y teatrales, bares, pubs y ferias artesanales forman parte de la gran agenda cultural de la ciudad.
Para mí, el tiempo pasaba entre rutas trazadas y música para cada momento. Los paseos por las plazas iban de la mano de los maravillosos, melancólicos tangos de Troilo, Gardel o Piazzola. Tampoco fueron pocas las veces en que tuve que aguantar las ganas de bailar la pegajosa cumbia en el colectivo.
Sin embargo, nada de eso comparaba con la desbordada pasión hacia el rock nacional, idolatrado por toda la juventud argentina y que sonaba hasta en los rincones más escondidos de la capital. Charly García, Luis Spinetta y Luca Prodan eran las voces que más sonaban. Recuerdo a menudo los jóvenes, guitarra en mano, cantando sus canciones en los balcones, y por qué no? Hasta en los parques.
Con esta cajita musical, sumada a la belleza tradicional y la rebeldía contemporánea de las calles porteñas, me resultaba mágico perderme en cada paseo; pronto se convirtió en mi pasatiempo favorito.
Adquirir libros a precios de quemarropa en las increíbles librerías del centro de la Capital Federal, tomar un café por los céntricos y familiares barrios de Caballito y Almagro , disfrutar de un ratito de tertulia y aprender palabras del vocabulario lunfardo entre amigos –o extraños que se conocen en el camino- son placeres que no deben pasarse por alto en esta ciudad, que todavía guarda secretos por descubrir hasta en las más recónditas esquinas.