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Opiniones

Los datos nos dicen: “El aislamiento es un error"

El doctor Abnel Crespo opina que el riesgo de contagio por COVID-19 es significativamente alto, pero el riesgo de mortalidad es significativamente bajo.

Para mantener la claridad sobre mis argumentos, deseo empezar por la conclusión y luego detallar mis argumentos: COVID en una enfermedad benigna para la inmensa mayoría de la población, y fatal para individuos con enfermedades crónicas, debilitantes y envejecientes.

El riesgo de contagio es significativamente alto, pero el riesgo de mortalidad es significativamente bajo.

Los líderes políticos y miembros del “Task Force” deben examinar los datos científicos acumulados para poder validar de forma científica las recomendaciones que le hacen al gobierno. Si realizan el simple ejercicio de analizar la data sin apasionamientos y respetando los principios cardinales de la biología, se darán cuenta que en lugar de seguir resaltando proyecciones hipotéticas basados en la emoción y la histeria, comenzarán a hacer recomendaciones puntuales en favor de la salud pública.

La pasada semana NotiCel reportó que el riesgo de mortalidad del COVID19 en el estado de California era 0.01%, en el estado de Nueva York era de 0.3% y en Puerto Rico 0.003%.

Según un estudio realizado por la Universidad de Stanford en los países europeos se pudo establecer que las personas menores de 65 años tenían un riesgo 34 a 73 veces menor de morir de COVID-19 que los mayores de 65 años. Esto se sustenta con el hecho que el 95% de las muertes han ocurrido en personas mayores de 65 años. El 90% de los menores de 65 años que fallecieron presentaban un claro historial de enfermedades respiratorias, eran fumadores o sufrían enfermedades crónicas. Como cuestión de hecho, el 75% de las personas hospitalizadas con COVID19 presentaron alguna enfermedad cardiovascular o respiratoria de forma preexistente.

El Departamento de Salud alega que se han realizado 30,000 pruebas en la isla en individuos con algún síntoma, de los cuales 1,808 dieron un resultado positivo. Es decir que, Puerto Rico tiene lo que se llama una "tasa pruebas positivas" de casi el 6 por ciento. Esto es significativamente más bajo que la de los Estados Unidos que ronda en los 20%.

La "tasa de pruebas positivas" que presenta la isla apunta a que la transmisión del COVID-19 en la región es baja. No obstante, sólo realizar 30,000 pruebas en una población de 3 millones de habitantes es una muestra relativamente baja. Recordemos que las pruebas se están haciendo en personas que sospechan haberse contagiados y aquellos con síntomas. Las personas con síntomas más leves, por no hablar de las que no tienen ninguno, no se han contado.

Por otro lado, nadie sabe el verdadero número de puertorriqueños que han estado infectados, aunque las estimaciones en otras jurisdicciones establecen que hay 10 casos por cada uno diagnosticado.

Esta métrica se llamada "prevalencia" es un número crucial para los epidemiólogos, ya que les permite calcular la verdadera tasa de mortalidad del COVID-19. La mortalidad de una enfermedad se calcula relacionando el número de fatalidades con el número de personas infectadas. Entre más alto sea el número de infectados, menor será su índice de mortalidad. El “Task Force” realiza recomendaciones a diario sin el beneficio de tener una prevalencia certera, esa es la realidad.

Independientemente de la falta de data estadística, el “Task Force” y cualquier persona razonable puede concluir que el virus está más diseminado de lo que se ha podido descubrir, lo que inevitablemente significa que es menos fatal de lo que se nos ha intentado convencer. No hay duda de que COVID-19 es fatal en algunas poblaciones específicas, pero cuando pase un tiempo y analizamos fríamente la data, nos daremos cuenta de que en realidad la mortalidad es mínima.

El aislamiento de personas jóvenes manteniendo los protocolos de protección que no padecen de enfermedades crónicas no tiene ninguna justificación clínica. La data estadística no respalda estas determinaciones de aislamiento, pero más preocupante aún es que la respuesta del “Task Force” reta precisamente los más básicos elementos de todo lo que aprendimos los médicos en nuestros años de estudio.

La inmunidad en el cuerpo ocurre cuando nuestro sistema inmune tiene la oportunidad de desarrollar anticuerpos contra un germen al que se ha expuesto. Esto es un proceso que ocurre de forma recurrente y que tiene el beneficio que, entre a más gérmenes exponemos nuestro sistema, más robusta es la protección que crea el cuerpo. La meta debe ser, poder lograr la inmunidad de la población en general conocida como “Herd Inmunity”, la cual se activa después de que aproximadamente el 60 por ciento de la población está expuesta y se recupera del virus. Este ha sido el principio clínico aceptado históricamente por la comunidad médica y la forma en que la naturaleza ha puesto fin a las pandemias que han atacado al mundo. La encomienda debe ser exponer a los menos vulnerables, mientras protegemos y aislamos a los más vulnerables.

La justificación para el aislamiento absoluto, aceptable para muchos, requiere una base científica ni lógica. El mantener la población en general en total reclusión es contraproducente e irreparablemente dañino. No tan solo el aislamiento impide el “Herd Inmunity”, esta estrategia resulta perjudicial porque personas que reciben cuidados de salud de forma recurrente, de golpe y por razones, se ven obligados a suspender sus terapias y seguimiento médico. Estudios en la población que padecen de enfermedades crónicas en los Estados Unidos han reportado que durante el encierro de los pasados 40 días aproximadamente la mitad de las personas con cáncer y reciben quimioterapia han omitido sus tratamientos, el 80% de los pacientes de las neurocirugías han cancelados sus procedimientos y en algunos estados, más de un 90% de los niños han omitido sus procesos de vacunación. Llevamos 40 días en los cuales se ha limitado el acceso médico a pacientes con accidentes cerebrovascular agudo, ataque cardíaco agudo, biopsias de tumores, manejo de enfermedades crónicas, embarazadas que han interrumpido su cuido prenatal, en fin, cuidados médicos cuya consecuencia pudieran ser irreversibles. Lo irónico es que todo esto, tiene un efecto financiero adverso en el mismo sistema que “los expertos” necesitan para manejar la pandemia. Las oficinas médicas están cerradas, las salas de emergencias vacías, la ocupación en los hospitales escasamente llega al 30% y hospitales como HIMA y San Jorge despiden cientos de empleados.

Esto sin contar las personas que, teniendo necesidad de servicios médicos agudos, prefieren quedarse en sus casas por miedo al contagio y por desear cumplir con las órdenes de encierro.

El “Task Force”, los gobernantes y la población en general tienen que acabar de entender que estamos frente a un germen que ataca casi exclusivamente con masiva virulencia a la población geriátrica con enfermedades crónicas. Para sumarle a la enajenación, los expertos en epidemiología no han sido unas estrellas durante la crisis del coronavirus. En realidad, los epidemiólogos fueron lentos en identificar la pandemia, empezaron a emitir opiniones contradictorias y al sol de hoy, ni siquiera se pueden poner de acuerdo en cómo llevar a cabo un análisis certero sobre las tasas de infección, mortalidad y cómo predecir los próximos pasos a seguir.

Crear una catástrofe económica no hace ningún sentido desde el punto de vista de salud pública. La recomendación debe ser, aislar y proteger exclusivamente a la población vulnerable, mientras le permitimos a todos los demás reanudar sus vidas. Esto no tan solo permitirá a nuestra sociedad continuar adelantando sus metas colectivas, sino que permitirá concentrar los recursos en proteger a los más vulnerables.

Desde que fue constituido el “Task Force Médico” su agenda ha sido contener el contagio, lo que evidentemente va en contra de los principios de “Herd Inmunity”. Eso no es tan sorprendente en vista de las influencias políticas que aparentemente impactan estas opiniones. Lo que más sorprende es el empequeñecer el significativo impacto que el desempleo, la pobreza, el hambre, la restricción social y la desesperación tienen en el ser humano.

Debemos movernos con cuidado de las recomendaciones hechas al Pueblo, donde el encierro absoluto será el castigo colectivo por no cumplir las expectativas del “Task Froce” durante la limitada apertura impuesta por la reciente Orden Ejecutiva. Nuestro sistema inmune está completamente preparado en caso de que la exposición inicial o recurrente de un germen invasor. Invito nuevamente al “Task Force” a que confíen en los datos estadísticos y en los principios científicos al momento de hacer recomendaciones y que ignoren la propaganda y el pesimismo típico de toda pandemia.

El autor es médico internista.

El autor es médico especialista en medicina interna con más de 30 años de experiencia clínica. El Dr. Crespo ha sido director médico múltiples entidades incluyendo grupos médicos, centros de cuido de ancianos y aseguradoras.