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Opiniones

La parte de nuestra culpa: abogados

Columna del abogado y exlegislador Víctor García San Inocencio.

El Lcdo. Víctor Garcia San Inocencio.
Foto: Archivo/Juan R. Costa

Nada tengo en contra de que los abogados nos ganemos la vida. Corrijo, que esta afirmación requiere muchas cautelas. Los abogados hemos analizado muy poco nuestra influencia malsana mirada en su conjunto para las sociedades y el planeta.

Muchas de las perversiones del mundo por siglos y de la actualidad han sido barnizadas por y con el minucioso escrutinio de los abogados. La opinión legal es un escudo que portan quienes toman decisiones o deciden no tomarlas en cuanto a deberes u obligaciones con otras personas. Las opiniones legales varían, algunas tienen más brillo que otras. Las hay extensas y recubiertas de citas, pero ello depende de si el cliente opera "con la pluma abierta", o si existen topes sobre la facturación. También afecta la calidad de estos escudos legales el canon pagado por hora, mientras más alto, presumiblemente las opiniones estarán más ornamentadas. Hay quien las cobra por un precio fijo, hay quien está obligado a escribir cuantas les requieran por el mismo precio. El material más extenso e interesante de facturación por servicios en el Puerto Rico de hoy, está en los cientos de millones de dólares que la Junta de Supervisión Fiscal le ha pagado a sus abogados y expertos en los últimos años.

En todas las opiniones legales hay mucho en juego: la integridad del abogado, el prestigio, los elementos técnicos, la habilidad y agudeza creativa, su capacidad de retener al cliente, el modo en que cada opinión genera una cadena de repercusiones y de efectos, según el cliente decida actuar. Ah, el cliente, ese sí puede ser una parte del problema, porque muchas veces el abogado pone en su escrito de opinión un arma letal para otros ---se les llama terceros aunque el efecto sea directo--- sin saber cómo habrá de utilizarse, aunque se lo imagine y sean previsibles sus efectos detrimentales, generalmente validados jurídicamente. Digamos que la opinión porta municiones causales, el gatillo quien lo hala es el cliente quien provocará los efectos.

Aun cuando el abogado no recomiende que quien toma la decisión incurra en conducta ilegal, ni siquiera que lo sugiera ---está proscrito--- pues debe hacer todo lo contrario el cliente cuando lo necesita, podría decidir obrar ilegalmente. Para atender las consecuencias el cliente llamará al autor de la opinión quien quizás será contratado nuevamente ----hecho sospechoso--- o se llamará al próximo abogado en la fila. Hay que notar que este relevo de asistencia jurídica, puede darse ante la decisión ---que es generalmente de negocios--- tomada por el cliente. Éste ha decidido llegar a estos extremos ---aunque la ilegalidad ya no parece tan extrema, luego de Trump--- luego de un análisis de costos, riesgos, beneficios, oportunidades y de un cálculo monetario frío.

Atención, pero no creamos que el cliente enfrenta solamente el dilema de escoger entre lo lícito o lo ilícito. En muchas ocasiones no hay ilicitud, no importa la decisión que tome el cliente. Puede ser feísima, inmoral, impresentable o asqueante, pero no es ilegal. Pues otros actores ---jurídicos, políticos y sociales--- se habrían encargado de hacer perfectamente lícitas estas corporativas decisiones desagradables. De hecho generalmente el cliente es una persona jurídica que limita la responsabilidad personal y le quita el rostro de una persona de carne y hueso a los actos corporativos. Amparados en la tradición, en el silencio de la ley, en la hermenéutica, en los laberintos que crean legisladores y reglamentadores, otros...siempre otros, se habrían encargado de allanarles el camino. Esta ciencia que se amarra al inversionismo político, a la lógica corporativa, a las premisas del egoísmo y la avaricia sistémicos ---no tiene por qué ser así--- también la revisan, entre otros, especialistas de la ley, quienes opinan por escrito o asienten con un gesto.

DOS

Es el sistema. ¿Qué más puede pedirse a quien profesionalmente emite la opinión correcta sin ser el actor en la toma de la decisión? Muchos abogados están conscientes de las injusticias incrustadas en los aparatos políticos, gubernativos y jurídicos, tienen conciencia del desnivelamiento que sirve a los menos, de la inequidad del sistema y la desigualdad de oportunidades. Saben de la casi imposible oportunidad que tienen los desposeídos, los marginados, discriminados, y los envenenados ambientalmente de llegar a plantear un caso ante los foros, todavía virtualmente herméticos, que casi nunca se abren frente a las injusticias mayores y más generalizadas.

¿Por qué no habrían de ganarse la vida los abogados? ¿Por qué no deberían encontrar en la vastedad de la burocracia jurídica y su "staff" un área dónde al menos en algunos casos y en algún tipo de caso, se pueda alcanzar alguna justicia? Siempre ha habido integrantes de las profesiones más viejas. Nunca será posible que operen estructuras complejas sin la presencia de quienes las ordenan y de los que manejan el cumplimiento de lo pautado.

TRES

Es imperativo hacer. Nunca será razonable, ni ético, un acomodo para escaparse de la obligación de ser justos y de hacer justicia. Bien es verdad, que toda la lógica del sistema capitalista, materialista y mercatorio, induce y sumerge a la persona desde la infancia a abrazar el consumo y la acumulación para el gasto, y con ello desde muy joven, la persona acuna la avaricia y el egoísmo como modos legítimos de operar exitosamente en el sistema. Esta fuerza enorme de carácter psicológico que es alimentada por casi todas las instituciones y medios, pareciera imposible de ser contrarrestada. Precisamente a causa de ello hemos construido un mundo donde unos pocos controlan la riqueza y los medios, a algunos se les abren vías de acceso, a muchos otros se les cierran, mientras el planeta se degrada, la vida social se precariza, la injusticia cunde en múltiples dimensiones, y las verdades son relativas y están sujetas a invocarse según el mejor postor.

CUATRO

Si una parte pequeña de las afirmaciones de este brevísimo compendio fuesen correctas, ¿Qué debemos hacer?

Empecemos por el principio. Re-eduquémonos los mayores, los adultos y los jóvenes en maneras de pensar al mundo para convencernos que nos merecemos y que podemos aspirar-hacer algo distinto a lo que estamos viviendo. Aprendamos a mirar y a ver el feo rostro de la inequidad e injusticia que nos lo disfrazan. Sepamos que podemos hacer y qué, convenzámonos, unidos todos, sobre lo que hay que hacer, y aprendamos qué nos tocaría hacer a cada uno-todos y a cómo hacerlo. Retomemos el aprendizaje ---que es para toda la vida--- y humildemente admitamos que lo que llamamos análisis ha conducido hasta ahora, a una selva de conformismo y autocomplacencia que nos permite habitar en la angustia que ilusamente imaginamos cómoda.

Reorientemos la educación desde la cuna, exijamos a los medios masivos de contaminación (comunicación) que no sigan inyectando venenos en las mentes de las personas, imitándose unos a otros para ver quién vende más anuncios, quien tiene más pauta, quien se envanece más en su nadedad.

¿Es una utopía querer pensar, pensar libremente y forjar un mundo nuevo con sociedades sanas, planeta sano y personas que disfruten su trabajo haciendo el bien y alentando al Bien Común?

Si volviese a nacer, sería abogado, para preparar mi mente y conciencia para la denuncia de lo que no sirve, y para trabajar por todo lo negado que nuestros hijos y el futuro merecen.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).