Caso Anaudi: De lujo y champagne a sollozos y rezos (crónica)
Culpables. Luego de siete semanas de juicio, más de una treintena de testigos, múltiples documentos y tres días de deliberación, el juicio federal contra los cuatro coacusados del caso Anaudi que hasta el sol de hoy insisten en su inocencia tuvo como saldo un veredicto unánime de culpabilidad.
No hubo intercambio de miradas. Mientras la secretaria de la sala 3 del Tribunal Federal de Hato Rey lanzaba como truenos los 'guilty', 'guilty', 'guilty', 'guilty', contra cada uno de los acusados, las seis mujeres y los seis hombres del Juradose mantuvieron con la vista clavada en el estrado.
Tampoco cambiaron la dirección de sus ojos cuando confirmaron al juez que en efecto, el veredicto de culpabilidad era unánime.Y cuando el juez los despachó, aún menos. Todos abandonaron la sala por la puerta de atrás, como es uso y costumbre, sin mirar hacia atrás, sin haber repasado el rostro de nadie, abriendo un profundo abismo entre ellos y las cuatro personas cuyos futuros restaban en sus manos y ahora transitan sobre la frágillínea entre la prisión y la libertad.
A sus espaldas quedó una sala federal dividida en dos blancos, como flancos de guerra. Sobre la alfombra impecable de la sala, sobre los pulcros bancos de madera, frente al estrado abierto del juez togado, frente a la silla vacía de testigos, se palpaban dos mundos opuestos enfrentados.
Del lado izquierdo, quedaronla mirada llorosa deGlennRivera quien batió la cabeza en desconcierto, la pesadumbre en los rostros de las otras tres acusadas, el bufido de decepción de los abogados, y detrás, sobre los bancos que se sucedían, quedaronlos sollozos de la madre de Glenn Rivera, el torso tumbado de su amigo, las lágrimas bajo los ojos de la hermana deSallyLópez,el rostro cansado de la madre deIvonneyMarieliFalcón Nieves, incluso, las caras atónitas y en ocasiones llorosas de miembros de la audiencia cuyo único vínculo con los acusados era haberlos visto día a día el proceso judicial, jurados de pasillo que se situaron en solidaridad con los acusados y sus familiares.
'Es lo más decepcionante que yo he tenido en mi vida en este Tribunalever. Ese veredicto el pueblo de Puerto Rico no lo cree, simplemente no lo cree. Yo no puedo hablar a nombre de más nadie, yo hablo por mi cliente Glenn y ese veredicto es totalmente ajeno a la evidencia que se pasó en ese caso', diría a su salida del Tribunal el licenciado Juan Masini, abogado de Glenn.
Y es que cuando a Glenn Rivera le pronunciaron sus dos 'guilty' que resonaron en las paredes de la sala, un ligero sonido de sorpresa sirvió de cola al veredicto. Contra Glennpesaban dos cargos, y la prueba que se presentó en sala en su contra descansaba en cartas oficiales con su firma, un resumé enviado por correo electrónico, una reunión a la que fue acompañando a su jefe y el testimonio de otro de los enredados en el caso.
Del lado derecho, de la sala quedaron los fiscales federales Timothy Henwood y José Capó, cuyas espaldas se mantuvieron calmas mientras leían el veredicto. Detrás de ellos, el jefe en Puerto Rico del Negociado Federal de Investigaciones (FBI), Douglas Leff, y la jefa de fiscales Rosa Emilia Rodríguez, quien durante el proceso entró varias veces a sala para escuchar intervenciones de los fiscales y en una que otra ocasión se marchaba cuando le tocaba a los abogados hablar.
Detrás de ellos, los bancos estaban ocupados por fiscales y funcionarios del Tribunal, además del banco de la prensa que estuvo lleno durante la mayor parte del proceso. Algunos fiscales anotaban en libretas, pero a la mayoría los unía un rostro neutral, sin emoción, como de quien ya está acostumbrado a ver procesos unos tras otros, y este realmente no es nada diferente al que verán mañana.
'Yo no miro nunca a los acusados. Mi interés es en cuanto al veredicto y que se haga justicia. Realmente no los miré. Sí sé que había algunos que estaban llorando, eso es lo único que te puedo decir, y eso no me llena de ninguna felicidad. Pero aquí se hizo justicia', diría después Rodríguez con voz calmada al salir por la puerta del edificio y ser confrontada por la prensa.
Luego del veredicto, la voz resonante del fiscal José Capó retumbó en el espacio, imponiéndose sobre la pesada atmósfera que embriagabala sala, los sollozos que seentremezclabancon sonidos esporádicos de teclados periodísticos. Fue entonces que Capó pidió el arresto inmediato de los cuatro acusados hasta su vista de sentencia, que se celebrará el próximo 6 de febrero.
Acto seguido, los abogados se levantaron uno a uno. Defendieron, con su voz más afectada que nunca, que sus representados no cometieron delitos violentos, que no representan un peligro para la comunidad, que no presentan riesgo de huir, que proveen a su familia, que tienen su vida anclada en Puerto Rico, que los dejen en libertad mientras se toman los próximos pasos en el proceso judicial.
Pero el fiscal Capó se mostró intransigente, y con la voz aún más potente se reafirmó en su petición al juez de diligenciar el arresto inmediato de los acusados.
La mirada de la madre deIvonneyMarieliFalcón Nieves estaba perdida. Su rostro apoyado en la pared, detrás deIvonne, sus brazos sobre sus piernas, estaba como sostenida en el aire mientras esperaba que el extenso proceso acabara de una vez. De repente, su llanto ahogó por un momento el espacio, como una explosiónque estalló luego de ser contenida por demasiado tiempo. Luz Nieves, quien sirvió de testigo en defensa de sus hijas, enseguida se cobijó entre los brazos de un familiar.
'Bendito, me da tanta pena', dijo una jurado de pasillo mientras los sollozos se incrementaban.
El juez resolvió permitirles quedar en libertad bajo fianza por todas las razones expuestas por los abogados. Capó insistió con una enmienda: que entonces queden en arresto domiciliario. 'Nunca en mis 25 años en este Tribunal', dijo el abogado Juan Masini en representación de Glenn, ha visto que en casos de cuello blanco se exija con tanto ahínco el arresto de acusados. El juez resolvió una vez más dejarlos bajo las mismas condiciones.
No quedaba nada más. En un abrir y cerrar de ojos, la vida les cambiaba. Los abogados terminaron no sin antes dejar claro que 'por el momento, nada'. Más adelante caerán mociones de reconsideración y apelaciones. Los abogados, -algunos lucían profundamente afectados -, abrazaron a sus clientes.
Y los acusados se dieron la vuelta, se toparon con los rostros de todos los días, las madres, parientes, amigos. Se intercambiaron llantos, abrazos y palabras ininteligibles. Los jurados de pasillo - personas mayormente de edad avanzada quienesasistieron día a día al juicio público pese a no tener vínculo con el caso que se dilucidaba -, abrazaron a los acusados, a Marieli, a Ivonne, a Sally. 'Dios te bendiga, mama', dijo una de las jurado de pasillo. 'Gracias por todo el apoyo', respondió Marieli.
Afuera, algunos hablarían. 'Estamos confiados en la verdad, sabemos que Dios está en medio de todo esto. Los que me conocen saben de mi trabajo intachableen el Gobierno. Esto no acaba aquí todavía y seguimos hacia adelante confiados en la verdad y en la justicia de Dios', expresóGlenn, cuya familia se distinguía por entonar solidarios y suaves rezos en una esquina del vestíbulo del Tribunal.
'Me sostengo en mi inocencia. Sé que trabajé para el pueblo de Puerto Rico de corazón y para servirle a todo el mundo y que cada cosa que se le diera al trabajador que estaba en la búsqueda de empleo era para que tuviera una mejor calidad de vida. Voy a seguir haciendo el bien desde donde esté', agregó Sallycon voz quebrada la exdirectora de la Administración de Desarrollo Laboral.
Y Anaudi? 'Para ese señor, no tengo palabras', se limitó a decir Sally.