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Vida

Confinados se aferran a la libertad de obtener una educación

Encerrados, pero no derrotados, personas privadas de su libertad comparten cómo transforman el duelo y la ausencia en un motor para rehabilitarse.

El Departamento de Corrección y Rehabilitación junto a la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, dan la bienvenida a 17 nuevos confinados que estudiarán sus grados universitarios en la universidad pública.
Foto: Juan R. Costa / NotiCel

El día que Miguel le dijo a su madre, durante una visita dominical, que iba a estudiar, ella lloró de ilusión.

“Te vas a graduar conmigo o sin mí”, le respondió con una sonrisa temblorosa. Hace unos días, se cumplieron cuatro meses desde que su madre falleció.

Miguel pensó en rendirse. Pensó que ya no tenía sentido estudiar. Que el duelo, el encierro, el cansancio, eran demasiado. Pero algo lo detuvo: un recuerdo, una promesa, y un sueño que todavía ardía.

“Ese mismo sentimiento lo convertí en ilusión por el sueño de estudiar”, confesó.

Miguel, uno de los nuevos estudiantes de bachillerato, se convirtió en símbolo de lo que significa rehabilitarse desde adentro, cuando todo lo externo parece perdido. Recordó el día que fue autorizado por el Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR) para asistir a la graduación de sus hijas en el Coliseo José Miguel Agrelot. Allí, junto a ellas, se graduaban algunos confinados del programa universitario.

“Ese día me imaginaba cómo me hubiera sentido yo recibiendo tantas felicitaciones y aplausos”, dijo Miguel conmovido.

“Con sentimientos encontrados, le dije a mi madre: ‘vas a tener 3 hijos profesionales, porque tu hijo varón va a estudiar’. Esa fue la última vez que la vi. Pero entendí que ni nuestra situación actual, ni el lugar donde nos encontramos, nos definen como personas. Tampoco definirán nuestro futuro.”

Sus palabras resonaron como un manifiesto de resistencia y esperanza.

“Vamos a iniciar el bachillerato para seguir adquiriendo herramientas educativas que fortalezcan nuestro crecimiento. Ese conocimiento que nos ayude a seguir comprendiendo quiénes realmente somos, y a disfrutar, durante el encierro, de esa libertad que sobrepasa cualquier muro y cualquier reja: la libertad de aprender y de pensar.”

El secretario de Corrección y Rehabilitación (DCR), Francisco Quiñones junto a las mujeres que formará parte del grupo que iniciará ahora su maestría.
Foto: Juan R. Costa / NotiCel

Sin embargo, no fue el único testimonio que estremeció la sala.

Una de las mujeres que formará parte del grupo que iniciará ahora su maestría —después de haber completado su bachillerato en la cárcel— también tomó el micrófono para agradecer a quienes lo hicieron posible. Agradeció a Edna Benítez, directora del programa, a los profesores y profesoras, y al DCR mientras citó al historiador Fernando Picó para contextualizar el poder que tiene la educación en espacios donde todo parece diseñado para aplastar el pensamiento.

“Picó reflexionó sobre la importancia de superar las barreras del prejuicio, la marginación y el castigo, proponiendo en su lugar a la educación como herramienta transformadora. Hoy, cada uno de ustedes ha tomado la decisión correcta. Este proceso cambiará su vida por completo”, expresó.

En su mensaje, también recordó a compañeros ya reintegrados a la sociedad que hoy son trabajadores, independientes, personas productivas gracias a las herramientas adquiridas en este programa. Asimismo, lanzó un llamado directo a la sociedad.

“Detrás de cada persona privada de libertad hay historias individuales, decisiones complejas y un potencial transformador que no puede ser ignorado.”

El evento fue parte del Programa de Estudios Universitarios para Personas Confinadas, una iniciativa entre la UPR y el DCR, apoyada por la Fundación Mellon, que ha permitido que personas en instituciones penales comiencen estudios de bachillerato y maestría en el Programa de Estudios Interdisciplinarios del Recinto riopedrense.

Pero más allá del programa, los reglamentos y las alianzas, lo que quedó en el aire fue la afirmación de Miguel: que la educación es la única libertad que no tiene rejas. Que aun cuando todo se pierde —familia, libertad, rutina, certezas— queda el pensamiento. Queda el deseo de comprenderse, de crecer, de transformarse.

Porque en una sociedad que muchas veces condena para siempre, Miguel y sus compañeros y compañeras eligieron estudiar. Eligieron resistir a puño y letra, demostrando que, incluso cuando todo parece perdido, aún queda la educación.

Santiago Omar Escobar Colón es egresado de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. En el 2022, completó un bachillerato en Ciencias Políticas y en el 2024 culminó una maestría en Información y Periodismo.