Cambian los patrones, ahora llegan más haitianos que dominicanos
Pasaron dos días antes de que la Guardia Costera de los Estados Unidos se diera cuenta de que Frederick Jean se las arreglaba para sobrevivir junto a 25 inmigrantes en isla de Mona, un pedazo de tierra deshabitada, semidesierta, más cerca de la República Dominicana pero perteneciente a Puerto Rico. Eso fue hace casi un año, cuando Jean emprendió su viaje para escapar del desastre de un pueblo que quedó con más de un 80% de su infraestructura en ruinas, luego de ser escenario del epicentro del terremoto que impactó a su país el 12 de enero de 2010. Leogâne es el nombre de ese pueblo, una comuna litoral del Departamento de Ouest en Haití, a 18 minutos de la capital, Puerto Príncipe.
En esa comuna viven sus cinco hijos y fue por ellos que Jean emprendió su viaje, porque 'los zapatos les debo', dijo en un español atravesado por su idioma, creole, mientras se quitaba una chancleta para dejar claro que sus hijos andan descalzos y no podía enviarlos a la escuela. Está sentado junto a una mesa pequeña donde hay un plato de arroz negro, en un cuarto amplio pero sin ventanas en los laterales ni en el fondo, donde hay un pequeño televisor. Narra su historia con ayuda de un traductor, el padre haitiano Olin Pierre Louis, párroco de la Iglesia San Mateo en Santurce.
Desde que Jean llegó a Puerto Rico, después de pasar dos días en isla de Mona, San Juan es su ciudad y la parroquia San Mateo su refugio, donde están las únicas personas que conoce en este país y que hablan creole. Debe tener entre 35 y 40 años, pero con una sonrisa burlona dice que tiene 25. No sabe leer ni escribir, no habla español ni inglés, pero aun así trabaja en 'chiripas', trabajos manuales que obtiene de forma irregular. Cuando puede, envía dinero para su familia en Haití a través de la compañía de valores Western Union.
Su viaje duró cinco días desde que cruzó la frontera hacia República Dominicana y desde ahí zarpó hacia Puerto Rico. Afuera del cuarto que le prestan en la planta baja de la parroquia, hay un asta con una bandera de Estados Unidos; la próxima parada de Jean, según su plan, será Miami, Florida, donde viven algunos de sus amigos y compatriotas.
Junto a Jean hay cuatro haitianos que viven en la parroquia San Mateo, pero han sido 50, 60 o 100. Llegan de un golpe y sin nada, algunos con uniforme de reo que le dan las autoridades federales que se encargan del proceso burocrático al que son sometidos los inmigrantes: registro de huellas dactilares, nombre, fecha, verificación de antecedentes, fotografía, etcétera.
Desde que el terremoto estremeció a Haití en 2010, el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos concedió a los haitianos un estatus especial de 'ciudadanos protegidos temporalmente', que los protege de ser deportados si logran llegar a tierra; si son interceptados en alta mar, son repatriados. El estatus se extiende hasta el 22 de junio de 2016.
El padre Pierre Louis los acoge y además de refugio les da ropa y comida. Estima que en el último año recibió cerca de 600 inmigrantes haitianos. En la parroquia se quedaron alrededor de 20. Luego consiguieron trabajo en construcción o pintando casas y se mudaron a apartamentos en el área de Santurce. El resto emigró a Estados Unidos o a Canadá, otro destino que por cercanía idiomática anhelan los haitianos.
Son parte de una nueva ola de inmigrantes que en los últimos dos años superó a la tradicional inmigración dominicana que por décadas ha surcado el mar en dirección a Puerto Rico, según las últimas estadísticas de la Guardia Costera de Estados Unidos y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (conocida como Border Patrol).
La cantidad de inmigrantes haitianos procesados por el Border Patrol, entre los años fiscales 2003 al 2011, oscilaba entre 2 y 43. Pero ya en 2012, procesaron a 111; en 2013 a 593; y al cierre del año fiscal en octubre de 2014 habían procesado a 732 inmigrantes de nacionalidad haitiana.
Aunque para 2012 se notó un aumento significativo de haitianos entrando a Puerto Rico, es en 2013, tres años después del terremoto, cuando la subida sobrepasa la entrada de dominicanos. Ese mismo año, el Tribunal Constitucional de la República Dominicana ordenó retirar la ciudadanía a miles de ciudadanos dominicanos hijos de inmigrantes haitianos. La sentencia del Tribunal, fue condenada por la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.
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