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Crónica: Déjà Vu

El sol juega a esconderse aquí, en la lomita de los Reyes, a minutos de que comience el recorrido hacia La Fortaleza. Detrás del Capitolio se asoma una nube. Alguien dice que va a llover.

El día de hoy le sabe a déjà vu a mucha gente. A Paula, por ejemplo. 'Yo he sido penepé toda mi vida', me dice orgullosa. La última vez que estuvo aquí, era el padre de Ricardo Rosselló Nevares el que juramentaba como gobernador en diciembre del 1992. Hoy llegó desde Yabucoa con una camisa azul que lee 'Ricky es nuestra esperanza'.

Rosselló pide un aplauso para la mujer puertorriqueña.El aplauso dura y logra levantar de sus sillas a los alcaldes, senadores y representantes. En la tarima de al lado, que estaba cerca o casi cerca del primer ejecutivo, también se levantan los músicos. El Gobierno de Puerto Rico es más grande que la Sinfónica.

Comienza el recorrido del Capitolio a la Fortaleza y hace calor. Mucho calor. Pedro Rosselló camina primero. Pero antes, baila la macarena. Bueno, le obligan a bailar la macarena. Otra versión de la macarena. Esta es a paso suave, lento, pero logra complacer a la gente. La primera dama se monta en un carro oficial que se abre paso rápido por la calle Fortaleza. Debió ser el calor. Hacía mucho calor.

El gobernador camina acompañado por varios miembros de su gabinete. La primera parada es por razón de Carmen Yulín. La alcaldesa lo esperaba en la esquina del Antiguo Casino para darle la bienvenida oficial a la Ciudad Capital. Más abajo, al ritmo de la bomba, los Cepeda cantaban algo como a eso sonaba, o eso salvó mi memoria. El gobernador bailó y tomó el micrófono para decir que la cultura puertorriqueña era mercadeable y aseguró el apoyo a la bomba para fortalecer el crecimiento del género. 'Podemos firmar eso?', dijo una de las hermanas Cepedas, también por el altavoz. Piñones es una brasa sobre dos palos de madera y allí se cocina mientras se quema. Esto es friendo y comiendo.

Seguimos. Alguien besó a Rossellóy le dejó los labios marcados en la mejilla. Qué escándalo. Se lo limpiaron rápido. La escena me transporta a la Semana Santa en Andalucía. Allí se lleva a María por las calles de Granada, las personas le tiran romero y le gritan 'guapa, guapa, guapa'. En coro. Aquí, lo mismo, pero al nene, al hijo del Mesías que iba robando suspiros con su corbata y sus ojos azules.

A Paula no le parece excesiva la cantidad de agentes de la Policía que nos rodean.

'Si a Fortuño le tiraron un güevo, imagínate lo que le pueden hacer al nene' se nos une la prima de Paula, que también es de Yabucoa. Ahora me rodean cuatro mujeres, puertorriqueñas, de campo, humildes y por encima de todo, estadistas.

'Pedro Rosselló hizo cosas buenas por el país' dice Paula.'Yo confío en que el nene va a trabajar con sus propuestas aunque la Junta de Control fiscal lo pellizque de vez en cuando' le añade la prima.

'Tú no te acuerdas del cierre de campaña? Cuando Jenniffer González estaba hablando, un tipo sacó un arma y tuvieron que llamar a seguridad' me lo cuenta como se cuentan las cosas que van así, de boca en boca.

Hay una mujer al borde de la acera, sentada y con una niña en brazos. A pesar de todos los policías que había, no quiso decirme su nombre.

'No se puede apoyar a un gobernador que no crea, hay que seguir la leyes de Dios' soltó.

Puerto Rico es un estado laico. Se dice del lugar donde debe practicarse la separación de la Iglesia y del Estado. Pero existe, por herencia política estadounidense, el deísmo ceremonial. Un término que, legalmente, explica la costumbre de llevar a misa a los gobernantes como una tradición ritual y no religiosa.

La niña esconde la cara debajo de un abrigo. Quizá sea porque el sol apretó.

'Quiero para tus hijos exactamente lo que quiero para mis hijos' se escuchó decir al nene. Al nene, no. Al Gobernador.

El recorrido fue largo porque el nuevo gobernador se paró a darle la mano a todo el que se la extendía. 'Qué humilde', dijo alguien cerca. Cuando ya se acercaba a la Fortaleza, le saqué un poco de ventaja y llegué casi al mismo tiempo en que llegaba Pedro Rosselló, 24 años después de su primer recorrido y de su llegada a la casa que, un día, lo recibió como gobernador. Yo tenía un par de meses cuando Rosselló padre juramentó. Dos décadas se pueden sentir mucho en el cuerpo y las historias en ellas, más. Dos décadas. Pero hoy el día le sabe a déjà vu a mucha gente.