Violencia sexual, crimen oculto tras el juego de poder y control
Nunca lo sospechó. La pareja de Carlos J. Cruz Rivera, presunto violador del área Metro, estaba a su lado cuando la Policía lo detuvo en el residencial Luis Llorens Torres. Ella ya había visto las imágenes por la televisión, y había notado el gran parecido de su pareja con la foto repetida en las noticias. Pero 'era cariñoso', dijo. Nunca lo sospechó, aseguró.
Intentar definir el perfil de un agresor sexual es una tarea difícil, ya que a juzgar por el historial de ofensores sexuales tanto en Puerto Rico como a nivel internacional, cualquier persona, hasta la más insospechada, puede un día resultar culpable de un delito sexual.
La esposa de José Antonio Meléndez García, el hombre acusado de agredir brutalmente, física y sexualmente, a una mujer en Naguabo, quedó paralizada ante el peso de la noticia. Vio cómo la Policía retiraba a su marido como sospechoso del devastador y altamente conocido crimen.
'No hizo expresiones. No estaba en condiciones, está en shock cuando supo lo que estaba ocurriendo. Emocionalmente está bien impactada. Ella estaba como en el aire y solo reiteraba ‘no lo puedo creer'', dijo en una entrevista a El Nuevo Día, la teniente Sharon Ruiz, subdirectora del Cuerpo de Investigación Criminal del área de Humacao.
El psicólogo clínico Javier Parga, quien integra el equipo de trabajo de la Casa Protegida Julia de Burgos explicó que 'la violación es por definición un acto de violencia y es un acto de control y poder, más que un acto sexual'. Por lo tanto, un ofensor sexual, luego de cometer el delito, bien podría regresar a su casa con su pareja, a veces hijos.
'No es por la ausencia de relaciones sexuales, que se comete la agresión sexual, no es como el hambre o la sed. La persona que comete un acto de violación es usualmente un hombre violento', agregó el también psicólogo de niños.
La pareja de Cruz Rivera convivía desde hace tres meses con el presunto violador, a quien el primer delito sexual con el que se le vincula se remonta a dos meses atrás. Cruz Rivera estaba en probatoria, recién salido de la cárcel por cargo de escalamiento, con un historial criminal de violaciones a la Ley de Armas y robo. A nivel federal, fue convicto por fraude bancario.
Sin embargo, el delito sexual, que es uno de los crímenes más condenables socialmente, no parecía que podría sumarse al récord criminal de acuerdo a la sorpresa con que recibió la noticia su pareja. 'Jamás pensé que fuera él. Era cariñoso', dijo ella en entrevista con el programa Entre Nosotras de Wapa TV. 'La relación era buena y me trataba bien', prosiguió.
El psicólogo clínico, quien labora también en su práctica privada, resaltó que en estas dos situaciones que han aflorado en las noticias, es de esperar que el agresor no haya demostrado violencia o conducta sexual que pudiera llamar la atención de su pareja, a pesar de que el cuadro de pareja y familia no sea la norma.
'Esto es un acto criminal y el criminal no quiere que se descubra. Está viviendo una doble vida', señaló Parga como posible explicación al comportamiento cariñoso e insospechado.
Además, tanto en el caso del violador de Naguabo como el de Santurce, notó Parga, los delincuentes acompañaron el acto de agresión sexual con otros actos de violencia y coerción. El robo, la laceración física, el encañonamiento, el secuestro, la amenaza, son otras formas de ejercer poder y control, lo cual sustenta la noción de que el placer plenamente sexual queda en un segundo plano para el hambre viciosa de poder.
A pesar de que en ocasiones existen factores comunes que pueden explicar el proceder de ciertos individuos para motivar sus crímenes, los expertos señalan que el grupo de ofensores sexuales es muy heterogéneo.
Según un estudio de 409 casos de ofensores sexuales, realizado en el 2005 en Puerto Rico, en una colaboración de la Universidad Carlos Albizu con el Sistema de Información de Justicia Criminal, un 64% de las personas acusadas también fueron atacadas sexualmente por un miembro cercano de su familia.
Sin embargo, a pesar de las altas posibilidades de que se trate de víctimas convertidas en victimarios, no existen rasgos definitorios ni en la manera de comportarse, hablar o desenvolverse socialmente que pueda ultimar la capacidad de una persona para cometer un crimen sexual. Atrás queda el mito de los 'viejos verdes', los antisociales y solitarios, pues los agresores pueden pertenecer pero no se limitan a esas categorías.
En muchas ocasiones, comentó Parga, la voz popular reconoce a estas personas como monstruos, lo cual contrasta con los vecinos que se sorprenden, la familia misma que se alarma. Esto se debe a que 'la inmensa mayoría logra controlar estos deseos' de violencia y poder desde la posesión sexual. Por ello, Parga coincidió en que es bien difícil identificar a los agresores.
'Una persona solitaria o un adulto mayor puede cometer el acto, pero de ninguna manera se limita a ellos. La persona que se propasa en la calle, en el trabajo, puede ser cualquiera. No tiene un perfil que pueda identificar que si tiene ciertas caracterísitcas hay riesgo de violación', aclaró.
Además, analizando el cuadro de la mayoría de los ofensores sexuales, Parga explicó que el momento de la agresión surge como una 'demostración incontrolable de poder', que activa ciertos centros del cerebro que liberan hormonas, produciendo así sensaciones de placer.
En medio de ese juego terrible de poder y control, las estadísticas tanto locales como internacionales apuntan a que existe un índice alto de reincidencia. De hecho, en el estudio realizado en Puerto Rico, 47% de los 406 ofensores sexuales eran reincidentes.
Según el psicólogo, para intentar erradicar males sociales como este -pues aún dentro de la imposibilidad de una tarea de tal magnitud, se puede apostar por un mejor porvenir social- se necesita pisar más allá de un plan estructurado por un grupo. El proceso de cambio se basa en la creencia fiel y colectiva de que a todos nos toca trabajar desde la base, argumentó.
'Si no trabajamos con las diferencias de género, con mejores patrones de crianza, con mejores patrones de disciplina y de enseñanza de autocontrol, si no trabajamos con la tolerancia desde pequeños, un proyecto de país no se va a dar', concluyó.