Lo prohibido tiene un sabor especial
Después que uno se inicia, ya no importa tanto el cómo, sino que el dónde y los riesgos a los que nos exponíamos. Al menos, así fue mi caso en los primeros años de fornicación.
Para ese entonces, como ya les había contado, a duras penas conocía mi vulva -mi amada Baubo- y mucho menos todos los placeres que ella estaba dispuesta a sentir. Por esa misma razón o por alguna cuestión moral, no me apetecía experimentar tanto como eventualmente hice con mi yoni.
Los placeres de aquellos días eran más que todo provocados por la adrenalina de follarme a mi novio en cuanta esquina nos pareciera ilegal.
Estuvimos varios años juntos y por largo tiempo fue el único hombre con quien compartí en la intimidad. Pues, ya les dije que él de la primera vez fue un hola y adiós que ni contó.
No fue hasta casi un año después de estar saliendo con este jevo que empezamos a hacer el amor. Yo todavía, sentía miedo y algo de dolor cada vez que nos entregábamos uno al otro. Así que, al principio, los encuentros no eran tan casuales.
Con el tiempo, los calentones y los deseos eran cada vez más a menudo. Nos parábamos en cuanta carretera, autopista, paseo y monte, de día y de noche, y nos cogíamos en el asiento del conductor, en el del pasajero o en los de atrás del carro. En ocasiones, ni deteníamos el auto mientras uno masturbaba al otro. Y en un sin número de playas, nos las ingeniamos para meter mano tanto dentro como fuera del agua. Demás está decir que en una que otra cueva también pelamos pa' bajo, entre besos, caricias y a lo que vinimos.
Cuando el novio se vio obligado a quitar la puerta de su cuarto porque se pudrió, sin pena alguna, con o sin gente en la casa, manifestábamos nuestro cariño y nos estrujábamos entre las sábanas de su cama.
Para evitar que nos cogieran con las manos en la masa, yo me convertí toda una experta en lo que denominamos el 'silent treatment'; es decir gozar en silencio o al menos con el menor ruido posible.
Precisamente, para la época que surgió cierta tensión entre la suegra y yo ese 'expertise' fue clave. Pues, nos fuimos de wikén con su familia y, como la casa estaba llena, nos tocó dormir con ella y con la cuñada.
Fue el momento en que más adrenalina sentí en nuestras innumerables revolcadas, porque, sin duda, lo prohibido tiene un sabor especial. No llevábamos profilácticos y nuestra cama estaba en el piso, era de aire. Nos fuimos al cuarto antes que todo el mundo pero, cuando íbamos a lo que íbamos, sentimos unos pasos, la puerta se abrió y nos hicimos los dormidos.
Nuestros cuerpos supieron manejarse, yo arriba y él abajo y viceversa, y de lado; nos quisimos y con ternura. Perdimos la noción del tiempo, mas el jueguito se extendió por al menos unos 45 minutos. Al momento de eyacular, utilizamos un vaso plástico que ubicamos para la ocasión y nos acurracamos para dormir.
Qué ricura! Mi suegra y mi cuñada, como si nada, dormían en una cama más alta y nunca dijeron nada…
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