En una calle de Santurce
Los otros días quería aventurarme en algo diferente pero no estaba segura en que. Y así, inesperadamente, ocurrió el miercoles pasado cuando la noche nos llevó a un peculiar restaurante/barra en la parada 15 en Santurce.
Estaba con dos amigos, uno de ellos unmúsico en pleno despecho porque su novia lo dejó, y nosotros dos tratando de animarle.
Comenzamos en el chinchorro de siempre, por lo que llaman la ciudad universitaria, quemando la grasa de la semana en la pista al compás de la salsa setentosa que sonaba el DJ.
Fuimos temprano y ya a eso de las once, el músico recién dejado, estaba haciendo de las suyas e insistiendo en que la jornada acabaría en un 'stripclub'.
Como era su noche, quisimos complacerle y lo llevamos a uno que ya unos panas habían frecuentado.
Reinaba más vida en las afueras del local que en el mismo sitio; los vecinos gozaban de música caribeña junto a quienes parecían empleadas recién salidas de su turno.
Por ser los únicos clientes, la limitada oferta de bailarinas no vaciló en abacorarnos tan pronto tomamos asiento en uno de los muebles del salón en sombras, solo iluminado con tenues luces multicolores.
Cada una de las chicas, algunas bien dotadas y otras con celulitis, intentaba seducirnos, supongo que compitiendo para cuadrar el turno.
Se me acercó una de las feas, me susurró al oído que me relajara porque debió haber notado mi ansiedad.
'Mamita, aquí vienen siempre mujeres, tranquila, no eres la primera. A qué viniste tú hoy, quieres un baile solo para ti?'
Mis amigos me miraron, ellos estaban claro de que tendrían su privado.
Y cómo brega esto?, pregunté a la mujer treintona de parpados acentuados por el exceso de maquillaje.
Aunque quise zafarme, ella fue insistente. Sin tener que decir mucho mis panas le aseguraron que pagarían los $30 del mio. Ellos, como sabían, escogieron la de su preferencia.
Eran tres canciones las del baile privado. Solo recuerdo 'si no me contesta, me desespero' porque ella en el sonsonete, se quitó la parte de arriba del atuendo tipo bikini, se tiró al piso frente al sillón en el que yo descansaba del cuartito oscuro al que habíamos pasado, y me tocaba sobre el panti.
En algún momento toqué los gigantes y arrugados cocos que le colgaban del pecho, pero permanecí atónita casi todos los 15 minutos.
Justo cuando terminó la tercera canción recibimos el 'queue' de que era hora volver al gran cuarto común.
Mis amigos salieron un poco después, mientras yo seguía apreciando el temblequeo en la tarima. En la pequeña tarima bailaban las otras, y la mía en el tubo tratando sin éxito de hacer el 'split'. Hasta se le notaba que le dolía.
Llegué a casa aturdida aún por lo que había pasado. De repente, pensé en el baile de la chamaca y me masturbé hasta que quedé dormida.
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