Log In


Reset Password
SAN JUAN WEATHER
Blogs

Evidencia

No tengo manera de saber si Bill Cosby es culpable o inocente, si son o no verdaderas todas las acusaciones de delito sexual que han salido a la luz pública en los últimos meses. Nada de eso me compete, pero sí quiero atreverme hoy a comentar un temor que me ha nacido al leer el análisis de las denuncias en la prensa.

Me preocupa que la mera incriminación de delito sexual se esté convirtiendo en suficiente 'evidencia' para que el acusado sea condenado sin pruebas, y como resultado, que la sociedad actual esté poniendo en peligro la tan mentada presunción de inocencia, o sea, la idea misma de la justicia.

Empecemos por admitir que hay muchos acusados culpables de los delitos que se le imputan. Sigamos por reconocer, además, que en la mayoría de los casos los abusos se dan a escondidas y en el secreto del domicilio familiar. No suelen existir testigos. Las víctimas encuentran enormes obstáculos para denunciar lo sucedido. Callan por años porque sienten vergüenza y culpabilidad y a menudo lo único de que disponen es su palabra.

La situación es ciertamente lastimosa. Da rabia y es injusta.

Sin embargo (ya llego el 'pero'), mal que nos pese y aunque así sea, la frecuencia de tales dificultades y circunstancias no basta para que adoptemos la tendencia casi inercial a creer a priori a quien acusa de estos delitos, o para que los tribunales adopten la insostenible postura de dar sistemáticamente la razón al acusador. A mi parecer, sólo la palabra de alguien no es ni puede ser jamás prueba definitiva y condenatoria contra un acusado que niega lo que se le imputa. Es un atropello que baste con ser acusado de algo para ser condenado por ese algo. Y lo triste es que una vez eso se olvida, la justicia desaparece y ocupa su lugar el despotismo.

Quienes tienen memoria de haber vivido una dictadura saben de lo que hablo. En un sistema en que la declaración de la víctima es prueba suficiente para una sentencia, cualquiera puede ser acusado, proliferan las denuncias y los ajustes de cuenta, sin que los acusadores se vean obligados a demostrar la culpabilidad del reo, sin éste tener la oportunidad de probar su inocencia. Tarea, por cierto, imposible. Pues si alguien me acusa de haber matado a mi vecino y no se le exige aportar pruebas de ello, cómo puedo demostrar que no fui yo, que no lo hice? Se trata de la imposibilidad de probar un negativo.

El asunto me parece grave porque, además, si la palabra de la víctima no basta, y la índole secreta de los hechos hace improbable la existencia de testigos ni pruebas, qué puede hacer la víctima? Por triste que resulte, la respuesta es sencilla: nada. Que es lo mismo que todas las demás víctimas de cualesquiera delitos cuando carecen de pruebas.

Estamos frente una especie de callejón sin salida. Necesitamos que los juristas piensen y deliberen este asunto para esclarecerlo con mayor discernimiento y templanza. Necesitamos que personas menos propensas a dejarse influir por las presiones, por las histerias colectivas o por lo que pide el ambiente, nos informen y de paso, no tomen decisiones que halagan a una sociedad alarmada si éstas contravienen el concepto mismo de la justicia.

*La autora mantiene elblog Coa La Macacoa donde escribe sobre sus observaciones y experiencias, personales y cívicas, del pasado y del presente, y hasta del futuro cuando se atreve.