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A cinco años de haberme ido

El inicio

Esta reflexión tomó 5 años en escribirse. En el primer año tenía demasiados sentimientos encontrados y mi enfoque era adaptarme a vivir fuera de Puerto Rico despues de 42 años, además de crear las condiciones para que mi familia se adaptara. Durante el segundo y tercer año, todavía estaba adaptándome a un ambiente distinto. A fiestas de vecindario sin música, a invitaciones a compartir en otro hogar de 6 a 9:30 pm (con la expectativa que a las 9:25pm comiences a caminar hacia la puerta), a comida mejicana en restaurantes latinos de todos sitios menos Mexico, a la frialdad de mucha gente y a las preguntas con tonitos prejuiciosos. En esos años, me sentía como en un permanente 'countdown' hasta el próximo viaje a la isla. '¿Cuantos días faltan para Puerto Rico y ver los abuelos?' le preguntaba a mi hija; '28 dias, papi, wuuujuuu!'

Un torbellino

Nada me preparó para el torbellino de emociones que representó la mudanza a EEUU. Más allá de los sentimentalismos esperados por la añoranza del clima caribeño, de mis playas y palmeras, del menú indispensable, de los amigos y familia que ya no ves y del pertenecer a la misma lucha con 4 millones más de los tuyos. Nadie me preparó para las pequeñas cosas. Ese retortijón en el corazón cuando ves a tus viejos más viejos cada vez que llegas a la isla. Esa pena indescriptible cuando vez a la isla en visible y acelerado deterioro. Esos cinco restaurantes favoritos que han cerrado porque los dueños ya no pueden pagar la luz. Esa politiquería asquerosa que aunque siempre ha existido, es imposible de erradicar en tiempos de crisis nacional. Esa falta de respeto por la vida y por el prójimo. Y ahora recientemente, esa campañita barata que trata de polarizar y separar a los que decidimos irnos de los que se quedan.

Ellos contra nosotros?

El que decidió recoger sus bártulos y mudarse a EEUU tuvo los pantalones tan puestos como el que decidió quedarse y chuparse la china agria. Dejar atrás todo lo conocido, lo familiar, lo apreciado, lo ganado, lo que nos hace quienes somos, está del carajo. Es claro también que no todos se van o se fueron en las mismas condiciones. Unos se fueron con un trabajo seguro y con ahorros para comenzar de nuevo. Otros se fueron en plena desesperación para tratar de echar para adelante a sus familias. Y otros, que critico, se fueron a lo loco, como si en el aeropuerto de Orlando estuviera el Tío Sam esperándolos con una bolsa de dólares, la llave de un nuevo auto y el mapa a la nueva casa.

El que se queda también hay que decirle usted y tenga. Con la crisis del país y la falta de oportunidades, hay que tener valor y persistencia además de la paciencia de un monje tibetano. No soy quien para juzgar al que no quiere estar en otra cultura o al que no tiene suficiente inglés para defenderse o al que no está dispuesto a ver a sus viejos más viejos cada año. De la misma forma no acepto ni aceptaré que me juzguen a mí por la decisión que tomé. Que ahora me traten de cobarde o traidor o desertor.

Mis abuelos se mudaron del barrio Membrillo en Camuy a finales de la década del 40 hacia Nueva York. Con dos maletas en mano, un niño (mi padre) y una niña, sin saber lo que les esperaba y a hospedarse en casa de un familiar. Mi abuelo, con su educación de noveno y ni chispa de inglés, trabajó en una farmacia haciendo entregas en hoteles cercanos como el Waldorf. Mi abuela, hacía fiambreras utilizando sus talentos culinarios. Así echaron para adelante a su pequeña familia. A pulmón, incómodos, en el frío, sin familia, sin el olor del mar y los coquíes de Membrillo… hasta que pudieron regresar al batey. El que tenga la audacia de llamar a mis abuelos desertores, menos patriotas, traidores o cobardes, se las tiene que ver conmigo. Al día de hoy no conozco gente tan sacrificada y patriota como esos dos, gente que lo sacrificó todo por darle lo mejor a sus hijos y echarlos para adelante. Imagino a un abuelo que pasó de seguir a Don Pedro Albizu Campos con el puño levantado a tener que sobrevivir en la casa del león. Eso es tenerlos bien puestos en su sitio, y ojalá yo llegue algún día a ser la mitad de lo realizado que fue Don Yeyo con su noveno grado.

'There's more than one way to skin a cat' (Como dice el Americano)

Se hace patria de muchas formas. Hay representaciones grandiosas, visibles, tangibles y públicas. Ahí están nuestros próceres, los titanes de industria, los artistas, los deportistas y las miss universo. También están ahí los miles de padres y madres de familia que salen a trabajar todos los días en una economía en depresión, que tienen dos trabajos para subsistir, que pasan 3 horas diarias en el tapón, que venden Avon o hacen manualidades por la izquierda para poder tener a sus hijos en escuelas privadas. Esos, mantienen al país a flote y por eso cumplen una labor patriótica.

El que se fue, igualmente tiene la oportunidad de hacer patria. Tratando de ser el/la mejor en su trabajo para representar de lo que estamos hechos. Perfeccionando otro idioma, para poder discutir, defender, educar al que no conoce la grandeza de nuestra tierra porque no tuvo la bendición de nacer en ella. Destruyendo estereotipos centenarios a diario, mediante la superación y el trabajo duro. Criando hijos sin red de apoyo familiar, pero inculcando los valores que nos representan, enseñando el temor a Dios y el amor a la Patria. Todo eso, compitiendo con Justin Bieber, Disney Channel y un idioma que es absorbido fácilmente por esas cabecitas.

Muchos se van a EEUU y se montan en tribuna para criticar todo lo Puertorriqueño, para resaltar todo lo malo, para publicar en Facebook todos los problemas y darle publicidad negativa a la isla. Como si haciendo eso, justifican la decisión de mudarse. Como si eso los hiciera más grandes, más inteligentes, más listos que los que se quedan. Esos son unos perdedores. Como dijo Don Pedro: 'Aquel que no está orgulloso de su origen no valdrá nunca nada, pues comienza a despreciarse a sí mismo.' A esos no hay que dedicarle ni una línea más.

Pa' que tu lo sepa

La mayoría de los que nos fuimos seguimos siendo del corazón del rollo. Exaltamos esos 100 x 35 como si fuera un continente, nos duele la crisis, nos duele el destierro. Añoramos un Puerto Rico de pie, vibrante, lleno de oportunidades para todos, con valores y costumbres rescatadas. O quizás un Puerto Rico rediseñado por las nuevas generaciones, mas integrado, menos político, menos dependiente de padrinos, con un plan de país.

Ciento veinte años de colonialismo nos hacen complicados y nos mantiene un poco confundidos, pero es más lo que nos une. A pesar de los colores, a todos se nos pararon los pelos cuando derrotamos al Dream Team en Atenas. Busquemos embotellar esa emoción de ese día para remar todos en la misma dirección. Los que nos fuimos y los que se quedaron.

En lo que, me voy a poner Verde Luz, servirme un shot de Barrilito y chekear en cuanto están los pasajes a SJU.