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Mónica nos da lo que necesitábamos, esperanza y emoción (vídeo y galería)

Frente a la pantalla del televisor, las lágrimas se derreman, las gargantas se deshacen en gritos de victoria, los cuerpos se estrujan en abrazos. Ganó... ¡Mónica Puig ganó!

La titanadel deporte olímpico sube al podio y hace historia.La medalla de oro que ahora cuelga en su cuello, es la primera medalla de oro que gana Puerto Rico en la historia de los Juegos Olímpicos. El himno que suena - las notas de 'La borinqueña' - se escucha por primera vez en una sede olímpica.

Tras ese último 'out' de la alemana Angelique Kerber - la segunda en el ránking mundial -, se canta y se escucha un grito masivo de emoción.Puig arroja su raqueta a un lado y brinca - ese saltodistintivo - pero esta vez el brinco acompaña un momento histórico que se devela ante un país pegado al televisor y unido de manos.

El sonido estrepitoso de 'Yo soyboricuapa' que tú losepas' ha contagiado a todos en el interior del restaurante en Condado donde la familia dePuigha sido testigo, con nervios, con fuerza, con entusiasmo, de la disputa por el oro en tenis olímpico femenino.

La sonrisa de la abuela de Puig, Astrid Puras de Marchán, nunca deja de dibujarse en su rostro, incluso cuando el segundo set se esfumó a manos de la contrincante alemana. La abuela agita los puños ante cada punto que anota su nieta, grita, se levanta con ímpetu y, en algún que otro momento de tensión, se limita a beber de su botella de agua.

'Estoy demasiado emocionada. Jugóexcepcional, magistral...Hiciste historia, hicistehistoria', dice la abuela Puras, con su blusa amarilla y su sonrisa constante,luego de que su nieta es proclamadacampeona.

'Estoy bien orgulloso de ella.La felicito de todo corazón. Es un momento histórico para ella y para todo Puerto Rico', dice a su lado el abuelo, Rafael Marchán, con su pelo canoso y su voz pausada.

Entre copas de vino y de champagne, mimosas, gin and tonic y botellas de cerveza, la familia de Puiggrita, se levanta, golpea duro el zafacón de metal, hace ruido con todo lo que tiene para disparar energía a lo largo del partido a la destacada deportistaolímpica, quien ya había hecho historia al convertirse en la primera mujer en ganar medalla para Puerto Rico.

'Si ella gana, esto es lo mejor que le va a pasar a Puerto Rico en buen tiempo', dice una mujer cuando Puig gana el primer set. 'Por lo menos hay una noticia positiva de Puerto Rico en mucho tiempo, va a haber algo bueno', insiste minutos después. 'Esto va más allá de la política. Aquí hay de to'', dice un hombre en la mesa de al lado.

El segundo set se recibe con muchos quejidos en la voz ante puntos que marcaba la alemana, pero las voces insisten 'Mónica, Mónica, Mónica'.

El tercer set se vive aún con más intensidad. Ante cada juego ganado por Puig, los hombres se levantan y se chocan las manos con fuerza. Hay una fuerza tan grande en sus rostros.

Cuando gana el tercer juego - el marcador lee 3-0 a favor de Puig en el último set -, un cuarentón a un lado dice mitad broma mitad serio: 'Esto es más grande que cuando a Romero le metieron el puño', en referencia al establecimiento Pelayo, donde la familia se congregó a ver el juego y que fue escenario también del notorio puñetazo al exgobernador.

El marcador sigue adelante. Puig gana, el cuarto set, gana el quinto. 'Baaaah, llorona, ella se cree que los árbitros están a favor de Mónica', le abuchean a la alemana que con una media sonrisa se queja con el rostro de cómo se marcan los tantos.

Llega ese último enfrentamiento. El set está 5-1. El juego está 40-40. Una adelante, la otra empata. 40-40.Las cámarasempiezana grabar, dejan de grabar. Una adelanta, la otra empata. 40-40. Hasta que llega el punto de la victoria, y Puigen la cancha salta, llora, se envuelve en la bandera puertorriqueña.

Cuando sube al podio, suena 'La borinqueña'. Fuera de tiempo, en el restaurante, cantan la letra a todo pulmón. Muchos lloran, hombres robustos, mujeres estrechas, juntos lloran o ríen. Y en la pantalla, a Puig le brotan las lágrimas, mira su presea dorado, más lágrimas, suena el himno, más lágrimas.

Puig es la tenista más baja en el ránking mundial, con el número 34, que ha competido por una medalla olímpica de oro. La deportista de solo 22 años ya lo dijo: esta vez no era su trabajo, su ambición sola de atleta; esta vez era Puerto Rico.

El momento trasciende la final de un partido de tenis. Las redes sociales explotan con comentarios de agradecimiento a Mónica por unir al país, un país dividido y quebrado por colores y dilemas de status.

El mundo digital de las redes documenta breves crónicas delas celebraciones en todos los puntos de la Isla, del algarabío al unísono, de las calles desiertas y los gritos que se escuchan dentro de las casas frente a los televisores. Algunos claman la ternura del momento, otros gritan por un Puerto Rico libre.

Cuando ya la pantalla del televisor ha cambiado a una carrera de atletismo, dos hombres y dos mujeres, apartados del bullicio que persiste entre los estantes de botellas de vino y los pedazos de carne que cuelgan del techo,están enfrascados en una conversación.

'Yo no voy a votar na'. Este jodíopaís se merece que lo gobiernen desde otro país, desde Rusia o de Estados Unidos', dice uno de ellos.

'Qué bonita bandera, qué bonita bandera, qué bonita bandera es la bandera puertorriqueña', antes cantaron a coro ancianos y niños, mujeres y hombres mientrasondeabanbanderasboricuasfrente a la enorme pantalla en la que el #PicaPowerde MónicaPuigse impuso y unió a un país incierto, lleno de profundas contradicciones. Un país que a todas luces vio en ella - en Mónica Puig - un rayo de sol.

            

Astrid Puras de Marchán, abuela materna de Mónica Puig, celebra la victoria dorada de su nieta en Río 2016. (Juan R. Costa / NotiCel)
Foto:
Astrid Puras de Marchán, abuela materna de Mónica Puig, celebra la victoria dorada de su nieta en Río 2016. (Juan R. Costa / NotiCel)
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