Krugman aboga por más impuestos a los gigantes tecnológicos
El Nobel de Economía Paul Krugman cree que Estados Unidos se equivoca al oponerse a la tasa Google y considera que tendría que sumarse a la corriente global a favor de gravar determinados servicios de las multinacionales tecnológicas para evitar que no paguen impuestos en los países en los que operan.
En una entrevista con EFE con motivo de la publicación de su último libro 'Contra los zombis', el economista estadounidense afirma que las prácticas de estas grandes compañías, que eluden el pago de impuestos radicando su sede en territorios con baja carga fiscal, 'distorsionan el mercado'.
'EE.UU. se equivoca (...) Por qué las compañías digitales han de tener un ventaja fiscal sobre las tradicionales? Deberían estar pagando impuestos igual que lo hacen todas las demás', afirma Krugman, que descarta que este tipo de impuesto tenga efectos negativos, frente a quienes piensan que su coste se trasladará a los usuarios de los servicios gravados.
Recientemente se confirmó que el Servicio de Rentas Internas federal avanza en su pugna con el gigante tecnológico Microsoft por obtener información relativa a sus estrategias contributivas con su filial de Puerto Rico, a través de la cual se estima que han evitado el pago de unos $61,000 millones en impuestos.
Aunque alaba la reciente aprobación de la tasa Google por el Gobierno español, Krugman no se atreve a opinar en conjunto de este Ejecutivo de coalición, del que dice desconocerlo todo, pero piensa que España es ahora un país competitivo, después de haber 'sufrido mucho' durante los años de crisis económica.
'España se ha recuperado, es una historia de éxito (...) es como un prisionero que ya ha cumplido su condena y ahora ha sido liberado', dice Krugman, que en su libro afirma que si España lo pasó tan mal durante la crisis fue porque estaba 'prisionera del euro' y no le quedó más salida que la devaluación interna (recorte de salarios y precios) para volver a ser competitiva.
'La gente pregunta si va a haber otra crisis como la de 2008, la respuesta es que probablemente no, pero lo cierto es que en 2008 teníamos mucha más capacidad de respuesta que ahora', asegura al respecto.
'No sé cuál será el próximo 'shock', puede que sea el coronavirus, pero no hay nada realmente obvio ahí fuera como fue la burbuja inmobiliaria. Lo que me preocupa es que no tenemos una buena manera de responder', asevera, al tiempo que dice desconocer el impacto que llegará a tener la epidemia en el crecimiento económico global.
'La última vez que pasó algo así fue con el SARS, pero fue en 2002. En ese año China era el 7 % de la producción mundial y ahora es más del 25 % y prácticamente cada bien que se manufactura en el planeta incluye algún componente de China (...) así que podría ser muy malo', explica.
Sin capacidad de maniobra para actuar sobre los tipos de interés, considera que ante la posibilidad de recesión los Gobiernos deberían estar incrementando el gasto en inversión pública, teniendo en cuenta que pueden endeudarse 'a intereses irrisorios'.
'No me asusta el déficit' público, dice Krugman, que en su libro ataca el 'mito de la austeridad' que se impuso en la crisis 'basándose en argumentos dudosos, sostenidos a menudo con mala fe, que han causado un enorme sufrimiento innecesario' de las poblaciones.
No obstante, critica que en EE.UU. la Administración Trump esté acumulando un enorme déficit por dar exenciones fiscales a ricos y grandes empresas que no los reinvierten.
A su juicio, los demócratas tienen opciones de volver a gobernar en EE.UU., dada la impopularidad de Donald Trump, una posibilidad que cree que provocará 'quejas amargas' en la minoría más adinerada del país.
'No me importa si un multimillonario acaba reduciendo su riqueza de 2,000 a 1,900 millones, no creo que eso vaya a dañar la economía', opina el Nobel.
En su opinión, el mayor reto al que se enfrenta la humanidad es el cambio climático 'que nos encamina a la destrucción de la civilización', aunque asegura que el grupo de presión que representa a la energía fósil está muy organizado, ha gastado mucho en propaganda y ha comprado muchas voluntades políticas.
Reconoce que hay empresas comprometidas, aunque dice que hay que 'cogerlo con pinzas' porque cuando la petrolera BP dice que tiene una política de cero emisiones 'nadie parece saber lo que significa eso exactamente'.