Un feo error de cálculo
A juzgar por las cuchilladas que se asestan a diario los dos bandos que se disputan en el Partido Nuevo Progresista (PNP) la lucha por controlar la gallina de los contratos gubernamentales, es decir, la continuidad en la gobernación, pareciera que una especie de guerra civil los está afectando.
Pedro Pierluisi acusa a la gobernadora Wanda Vázquez de persecución política a sus seguidores despedidos, mientras esta reclama que los legisladores de su partido que la critican y emprenden investigaciones sobre el caos de su gestión, lo hacen por política y no porque fiscalicen.
Tres altos jefes de departamentos, Familia y Vivienda incluidos, y algún jefe regional de CESCO vienen a encabezar la lista. El equipo de Vázquez, guillotina ensamblada, le está haciendo la vida de cuadritos, a cancha completa, a gente de Pierluisi para hacerle pagar cara sus deslealtades.
Se trata de una campaña primarista ruda, ausente de contenidos reales y repleta de partes belicos. Así, cualquier asunto que afecte a alguien del bando de Vázquez termina siendo referido a investigaciones infinitas y secretas que pueden tardar tres años. Se crea un Comite Asesor en Corrupción, con el mensaje implícito de que la Administración tiene que cuidarse porque está asediada por corruptos y pillos. Del mismo modo, Pierluisi encabeza los recaudos, mientras a Vázquez la vigilan para que no se acerque a contratistas gubernamentales, ni a empresarios devotos al presupuesto público.
Aun así, es el control por la ubre contratera o contractual el que más movimientos tácticos genera. El despido del secretario de la Vivienda, Fernando Gil Enseñat, exclusa fundamental en los fondos CDGB, responde según los entendidos a la necesidad de controlar esa llave multibillonaria de contratos de reconstrucción. En un lugar tan estrategico se barajan futuras fortunas y mieles atractivas para el inversionismo político.
En el PNP saben lo que es inversionismo político. Saben cómo la diferencia entre ganar o perder una primaria o una elección está precisamente ahí, en la capacidad para recolectar dinero. Los donantes saben muy bien el poder que tienen, las maquinarias y los comites políticos tambien. Los funcionarios que participan de la escalada trepadora de los ascensos, nombramientos, o de las compensaciones y diferenciales salariales laboran ferozmente en las campañas. Despues de todo los puestos de confianza al igual que los contratos del próximo cuatrienio, y son muchos, se barajan desde las primarias.
Este evento primarista motiva a mucha gente. Pero nunca motiva la suficiente gente, ni tampoco de forma frenetica como la elección misma. Pues no es hasta la elección que las apuestas que aciertan son cobradas.
Mucha sosera por delante
Las primarias suelen ser un evento soso y doloroso. No tienen brillantez alguna, se gastan muchos recursos y se cancelan muchas energías. Se acumulan rencores, se amasa apatía, se amuelan hachas, se templan cuchillos, se abren viejas y nuevas heridas.
Tambien se muestra la peor cara y expediente de cada adversario, presumiblemente 'fraterno', amasándose el capital de quienes serán los verdaderos adversarios una vez la primaria ceda el paso a las elecciones.
Cuando la primaria se empieza a desequilibrar, es decir, cuando una candidatura, digamos a la gobernación, no consigue ganar tracción, entonces se desencadenan otras fuerzas, cunde la desazón y la contienda primarista se torna larga y más tóxica. La agresividad de un candidato primarista y sus tácticas persecutorias pueden ser indicio de cómo percibe su desempeño.
Ese es el momento donde las apuestas suben y los riesgos aumentan. Suele ser el momento de los cambios de bando casi siempre erráticos. Naturalmente, mientras más agria y ofensiva se torna la primaria, mayor división crea. Si un incumbente empieza a llevar la peor parte suele desencadenarse un uso abusivo del poder. Pues el incumbente quiere retener a toda costa su título, le haya dado o no trabajo conseguirlo, y su sequito todavía más.
Eventualmente a causa del desgaste, todo lo anterior deviene en desánimo y decaimiento. Es una falsedad monumental afirmar que los partidos salen más fortalecidos de las primarias. La realidad es que salen con menos recursos, muchos chichones, vendetas y pugnas que se acumulan y eventualmente afloran.
¿Cree alguien que en la actual primaria del PNP a la gobernación no han salido a la superficie los tajos que se infligieron hace cuatro años los bandos de Ricardo Rosselló y Pierluisi? ¿Puede alguien ignorar el dato de que los apostadores e inversionistas de entonces no están de vuelta con sus 'croupieres' para renovar la batalla inconclusa del 2016?
Esta realidad conduce a estas fuerzas y a sus dirigentes a hacer un cálculo estrategico de cuán anemico resultará el ánimo de los electores luego de la primaria. Debido a ello, aunque haya que repetir la fórmula, convocan a llamamientos plebiscitarios para ver si aparece la gente desanimada, abatida y lista para abstenerse de votar en el evento eleccionario cuatro meses despues.
Plebiscitar las elecciones
Cuando se anticipa que menos electores seguidores de un partido, a causa del desgaste y hasta la división primarista habrán de ir a votar, el recurso socorrido es intentar plebiscitar el evento eleccionario. La forma más directa de hacerlo, calculan, es citando paralelamente a una votación que involucre la fórmula de status político el día de las elecciones. De ese modo, piensan que no le quedará otra salida a sus huestes abatidas, que ir a votar por la fórmula de status. Así, conseguirán que de paso, voten por el partido cuya guerra primarista los ha desalentado.
El plebiscito 'estadidad, sí o no' que se propone forzar el PNP imponiendolo sobre las otras fórmulas de status político es una repetición de la estrategia que les permitió llevar una poca más de gente a votar en el 2016 y que produjo la elección de Rosselló. A primera vista parece una estrategia lógica aunque desesperada. Sólo la explica la conciencia de que si se materializa la primaria, la misma se tornará más tóxica e hiriente, y con ello, los desilusionados rumbo a la abstención serán muchos.
A fin de favorecer o de buscar más votos para el PNP, se arriesgan a alcanzar un resultado que puede ser profundamente detrimental a la estadidad. Ese fue el caso del plebiscito del 2016. Nadie creyó el resultado que llevaron a Washington con un porciento alucinante, obviando la enorme abstención del electorado por el boicot a la papeleta promovido por los partidos PPD y PIP.
Se trata de una apuesta de riesgo muy alto que podría acarrear un enorme retroceso. Todo ello, para tratar de salvar la gobernación reducida a escombros por los superpoderes que ejercen FEMA y la Junta de Control Fiscal. Lo que podría estar detrás de veras es salvar algunos escaños y alcaldías y poder retribuir de algún modo a los inversionistas políticos.
Este feo error de cálculo de imponer otro plebiscito sin fórmulas mandatorias, como la independencia, o vergonzosamente acomodaticias y ventajeras, podría ser para el PNP una herida más larga y más honda que su primaria polarizada. El tiempo dirá.
*El autor es doctor, abogado, profesor y estudioso de los procesos legislativos y reglamentarios. Fue asesor y luego portavoz del PIP en la Cámara durante 24 años.