Mucha, mucha agua luego de María
Hace diez días azotó María. Una semana antes lo hizo Irma. Un oceano caliente, acaso más que nunca y un Caribe nororiental todavía más caliente, precipitaron la formación y fortalecimiento de estos dos meteoros.
Hace diez días quedó destrozado Puerto Rico. La suma de todas sus quiebras coloniales, eticas, financieras y gubernativas encontraron su expresión magnificante última en la devastación que no pudo ser contrarrestada con los menguados recursos de la sociedad y del gobierno puertorriqueños.
Como en tantas otras cosas, el papel había aguantado todo lo que se puso. Los planes de contingencia, en planes se quedaron. Se subestimó por mucho la fuerza de los vientos, la lluvia y el mar. Se subestimó el estado decrepito de la infraestructura.Tambien se sobrestimó la capacidad de respuesta. A diez días de María, cerca del 60% del país está sin agua; 95% está sin energía electrica, la inmensa mayoría sin redes telefónicas, de internet, ni de cable. Ha colapsado el sistema energetico alterno, que se mueve por combustible debido a un colapso en la logística y en el subsistema de la transportación de combustibles. La desangrada economía por una emigración masiva del 2% anual se presta a experimentar un aceleramiento todavía mayor. En los últimos cuatro días se contabilizó que se fueron del país 7 mil personas.
Una lentísima respuesta federal --dolorosamente militarizada en un país invadido militarmente desde 1898-- apenas roza el horizonte. A los diez días de María,Trump se apantana, descubre que una isla está rodeada de mucha agua y que el oceano alrededor de Puerto Rico es muy grande. Ni idea tiene el señor Trump, quien planea una visita para tratar de orquestar su propio salvamento político, de los muchos oceanos interiores que hay en Puerto Rico con mucha más agua todavía.
Un fatídico subdesarrollo colonial le ha quebrado la osamenta económica al país durante más de un siglo. Una emigración sostenida durante cien años coloca a Puerto Rico con menos de la mitad de su gente. Sesenta por ciento o más de los puertorriqueños viven en EEUU. No se ha estructurado nunca una verdadera economía local. Un oceano de lavanderías tributarias, de artificios contributivos, de ganancias exhorbitantes ha expoliado casi tres cuartos de trillón de dólares en cincuenta años. Otro oceano de transferencias para perpetuar la dependencia y la pobreza ha postrado bajo el margen de pobreza a cerca de la mitad de la población, mientras sólo 40 de cada 100 puertorriqueños hábiles para el trabajo tiene empleo.
Si a esto añadimos el descomunal oceano de deuda ilícita, sin controles y usurera impagable que encadena a Puerto Rico a Wall Street, no debería extrañarnos el profundo sentido de impotencia que durante diez días ha congelado las capacidades de respuesta de la metrópolis.
No hay plan de rescate en cuanto a ninguno de los oceanos con mucha, mucha agua. Tampoco lo hay para la feroz combinación multiplicativa de sus efectos. Ni el gobierno colonial. ni el gobierno federal se han enfrentado nunca a un escenario tan complicado, ni masivo.
Mientras, la isla de Puerto Rico se encuentra aislada con todos sus archipielagos interiores y sus vías de comunicación --natural o artificialmente bloqueadas--lo que impide una primera acción y reacción recuperadora.
Aunque el gobierno da cuenta de un par de decenas de muertos 'certificados', en realidad debe haber cientos sin certificado de defunción. Muchas resultarán, que son muertes no naturales, es decir institucionales, gente que no pudo dializarse, ni oxigenarse. Personas que no pudieron saciar su sed o su hambre o su necesidad de medicamentos o que esperaron y esperan inútilmente durante días o semanas por la asistencia medica que no llegó, ni llegará a tiempo. Un huracán San Felipe de siglo XXI, una Katrina agigantada geometricamente acontece aún diez días despues en una isla que al decir de Trump está rodeada por mucha, mucha agua.
Tan pronto se normalice el tráfico aereo congelado durante una semana aunque comenzó a arrancar, y en cuanto sigan llegando cruceros noruegos a sacar gente, es previsible que en el curso de los próximos meses un exodo masivo de cientos miles de personas se mudará a EEUU. Estos no pararán en Ellis Island, ni estarán sujetos a deportación. Esta nueva diáspora de refugiados del calentamiento global buscarán el sustento y las herramientas mínimas del agua potable y la electricidad.
Tengo la fea sospecha de que por los peores motivos es esa realidad inminente la que realmente preocupa al señor Trump y a algunos otros. De hecho, a Trump no se le ha vuelto a chispotear una mención a la presunta deuda a Wall Street que Puerto Rico tiene que pagar.
Parece que la preocupación es otra… ¿cómo evitar la emigración y asentamiento de 200, 300, 400, 500 mil puertorriqueños en EEUU continentales en el curso de los próximos seis meses? ¿Cómo planificar y hacer al mismo tiempo una inversión masiva de capital e incentivos que beneficie naturalmente a los empresarios estadounidenses republicanos y hasta de cualquier tipo, rusos, incluidos? Conciliar aceleradamente una respuesta coherente a esos dos retos, explicaría la lentitud y la intentona de crear una reservación isleña en Puerto Rico a la manera de un dique antimigratorio.
Con ojo avizor el senador Marco Rubio, potencial receptor migratorio en la Florida de cientos de miles de nuevos electores puertorriqueños, fue el primero en aterrizar en el devastado Puerto Rico. Habló de que hay que repensar la reconstrucción y de paciencia. Sabe el senador Rubio que la inmensa mayoría de esos nuevos pobladores --seguramente no republicanos-- podrían hacer tambalear su silla senatorial y cualquier futura aspiración presidencial. Su expedita visita por Irma y por María no es del todo altruísta, es un cálculo de riesgo político y una inversión política hacia las llamadas minorías.
Claro está, hay tambien una legión de personas misericordiosas, solidarias y generosas que están ávidas de ayudar si se abren los conductos. Pero esas líneas de oxígeno podrían opacarse u obstruirse por otros juegos de imagen y otras operaciones de salvamento político. Hago esta acotación porque he escuchado a algún tahúr o ingenuo de oficio declarar que este es un asunto humanitario y no político. Revisen sus notas. Esta es una isla-colonia que ha nadado en un oceano de geopolítica colonial dictada por su metrópolis. Quien no lo reconozca acusa, repito, una profunda ingenuidad u oportunismo, o se ahoga con el poco, poco líquido que hay en un vaso de agua.
*El autor es exlegislador del Partido Independentista Puertorriqueño y asesor en legislación y administración gubernamental.