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Mundo

22-11-63

Dudo mucho que nadie con edad suficiente olvide aquella tarde. Ese viernes comenzó para mí como cualquier otro.

Recién cumplidos 17 años, fui aceptado en la UPR, más bien por haber sacado un buen examen de ingreso, pero sin tener la menor idea del mundo exterior o la oportunidad que la vida me había brindado.

A pesar de la continua prédica de mi madre y sus hermanas que le sacara provecho a la capacidad que me dio la genética, no me interesaba nada que no fuera perder el tiempo en otras cosas propias de la edad.

Puerto Rico vivía un orgasmo de revitalización ficticia con el desarrollo del Estado Libre Asociado, que ahora entiendo fue una movida muy sabia del gobierno americano por mantener al Caribe subyugado mientras continuaba su curso imperialista.

Lo menos que me preocupaba era el futuro.

Esta tarde de noviembre, había clases en la Universidad, pero por la noche se iba a celebrar un baile que era mucho más importante para mis planes de inconsciente joven que ya envisionaba la mucha hebilla que iba a brillar aquella noche.

Uno de mis amigos de Floral Park para la época era Cuco Ríos, ahora un prestigioso abogado, pero en la época otro miembro de la troupé que asistía a los rituales de juventud que llamaban jaranas o bailes.

Ese fátidico viernes, usando un Chevrolet rojo que mi madre me prestó para ir a la Universidad, hice lo que cualquier amigo haría y acompañé a Cuco hasta el Viejo San Juan, donde su papá operaba el Café Central, para recoger un dinero y así poder ir a la fiesta envisionada.

El viaje desde Rio Piedras hasta el casco del Viejo San Juan esa tarde estaba rocíado por ocasionales chubascos. Creo que no fue mas allá de donde se encontraba la 'famosa' Clínica Juliá que se oyó por Radio Uno el primer 'flash' noticioso sobre un atentado a la vida de John F. Kennedy, que se encontaba visitando la ciudad de Dallas, Texas y que de seguro no nos hubiéramos enterado a no ser por su eventual resultado.

Lo primero que pasó por mi juvenil e inmadura mente fue por qué alguien quería hacerle daño a una figura tan popular, como el demócrata de Massachussets, héroe de la Segunda Guerra Mundial y casado una 'barbie doll'.

Con su política de 'Buen Vecino', inauguró programas de estabilización en todos los países del área y había desarrollado uno llamado 'Alianza para el Progreso', tratando que la ola comunista europea no llegara a las playas de América y hasta nombrando un puertorriqueño como su primer director, para evitar que Castro y sus compinches o cualquier otro gobierno que no jugara de acuerdo a las reglas estadounidenses continuara su expansión americana.

Dentro de ese plan el carismático presidente, que luego el tiempo probó que era más adicto al sexo que a los analgésicos que le mantenían la espalda derecha, visitó a Puerto Rico y cenó en La Fortaleza, obligando a Muñoz Marín a ponerse un tuxedo. Hasta el mismísimo Bobby Capó, que se inventaba una canción más rápido que lo que tiraba 'Punto y Siete' en cualquiera de los Casinos del área, había compuesto una canción en honor a Jackie, que como buen boricua decía: 'Perdóname John, perdóname John, pero Jackeline es todo un primor' en vez de decirle, como hubiera cantado Maelo: 'pero que buena estás Mami'.

Continuaban llegando las noticias de Dallas y no eran halagadoras…

A cada minuto llegaban mensajes telegráficos a la radio de la condición del presidente mientras Cuco y este servidor continuábamos en el interminable tapón hacia el casco de la vieja ciudad.

Llegando al capitolio se oyó la noticia definitiva que Kennedy había muerto, víctima de un certero disparo que le hizo cantos el cráneo y su contenido cerebral.

Recuerdo haber tenido una conversación con Cuco sobre los motivos y él haber especulado que fue por la crisis de los misiles rusos en Cuba y el fiasco de Bahía de Cochinos, pero dentro de mi inconsciencia sociopolítica no pude asociarlo.

Es curioso cómo uno recuerda sucesos con imágenes.

En mi caso fueron dos.

Las palabras de la maestra de Español 1, una emigrada cubana que no recuerdo el nombre, que como pitoniza dictó que esa fecha no lo olvidaríamos nunca, a pesar que no recuerdo su nombre, y las botas en el caballo que halaba el ataúd por las calles de Washington, hasta llevar el féretro al cementerio de Arlington.

Con el paso de los años siempre me he mantenido al tanto de todo lo relacionado con la muerte del presidente y cada ocasión que me pongo a leer sobre el suceso, algo adicional me convence que Lee Harvey Oswald fue plantado en el Texas Book Repository con todo el propósito de echarle la culpa del asesinato.

Los teóricos de conspiración, como llaman a los millones que todavía vivimos convencidos que Oswald no tenía la menor idea de lo que sucedió, vivimos convencidos que fueron muchos los responsables del magnicidio.

Un querido amigo me recomendó esta semana que viera un documental culpando a Lyndon Johnson como el principal organizador de la conspiración, que incluía a a J.Edgar Hoover del FBI, que 'casualmente' visitó la capital de Texas la noche antes.

Hace unos años visité Dealey Plaza, y lo más que me impresionó fue su bien planificada ubicación como 'ratonera de cantazo'. Una localización perfecta para eliminar a un presidente que no jugaba el juego de los dueños de país.

Otra víctima inocente del suceso fue un pobre policía tejano llamado J.D. Tippit que fue muerto alegadamente por Oswald cuando salía de un cine cercano a Dealey Plaza.

Estoy seguro que Jack Ruby tuvo que pagar su deuda vitalicia con el Bajo Mundo para acallar a Oswald, al frente de docenas de agentes de la ley cuando era transferido de lugar de dentención,

Ruby, un gangster de Chicago, tenía un establo de bailarinas en un cabaret de mala muerte al que asistía la mitad de la fuerza policial de Dallas para la época y un largo 'dossier' de actividad delictiva.

Dijo el bueno de Ruby que el decidió matar a Oswald, al frente de medio 'Dallas Detective Academy' y medio mundo viendo en vivo por televisión porque 'quería evitarle a la buenaza de Jackie y su familia la angustia de tener que pasar por el proceso del juicio de Oswald'.

No es coincidencia que a Kennedy lo ajusticiaran en Texas, donde Lyndon B. Johnson era el verdadero rey, y que cuatro años más tarde tuviera que optar por no correr para la reelección gracias a la masacre de inocentes que fue Vietnam.

Cuando eventualmente la historia destape a los culpables, la lista de sospechosos va a ser más larga que una fila de personas buscando ayuda gubernamental.

El gobierno de los Estados Unidos no tendrá otra opción que aceptarlo, una vez se convierta en otro jugador más dentro del mundo geopolítico y deje de pretender ser el dueño de la bola y el bate.

Por mi parte, debería haber aprendido mucho de aquel asesinato y aceptar en aquel momento lo complicada que era la vida, pero opté por pensar que Camelot realmente existía.

Ha tenido que pasar medio siglo para percatarme que ese juego en el que participan los que se creen adultos es la realidad y que seguirá pasando con el paso de los siglos, hasta que un cometa nos saque de circulación como especie dominante en el planeta.

TOMATAZOS
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