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Opiniones

¿Voto inteligente? No necesariamente

El licenciado Ángel M. Cintrón-García reflexiona sobre el voto íntegro y propone esta alternativa como una fórmula para garantizar la gobernabilidad.

Lcdo. Ángel M. Cintrón-García, exrepresentante a la Cámara de Representantes por el PNP.
Foto: Suministrada

Con alguna frecuencia, según se acerca el ciclo electoral de cada cuatro años, volvemos a escuchar ciertas voces que, tanto en voz alta a través de los medios de comunicación masiva, como en la calle de boca en boca, nos dicen como con tono de autoridad que todos deberíamos votar “inteligentemente”.

¡Inclusive, algunos van más allá y nos hablan en tono confrontacional como para hacernos sentir vergüenza si no consentimos a su aseveración de que todos los que no votemos “inteligentemente", por consiguiente, ¡somos ignorantes! ¡Wow, cómo he escuchado eso tantas veces! Desde programas radiales y de TV, hasta en bodas y fiestas familiares o de vecindario.

Siempre hay alguien, el que se hace dizque “el más que sabe”, el más “serio”, argumentando con voz alta y autoritaria que él sí sabe cómo resolver todos los problemas de Puerto Rico, porque los políticos, ninguno sabe nada. Y comienzan este discurso donde en diez minutos te dicen cómo resolver el desastre de Energía Eléctrica, el de Acueductos, cómo pagar la deuda pública, cómo enderezar la eficiencia en las 134 agencias del gobierno estatal y, claro está, cómo eliminar la criminalidad, el tráfico de drogas y armas y el desempleo también. En fin, son los genios que todo lo saben, parados con un trago en la mano y actitud de líder de masas. Esos son los primeros que, si tuviesen la oportunidad de dirigir una agencia del gobierno, o ser Legisladores, o Alcaldes, o hasta Gobernadores, fracasarían en los primeros 30 días de su encomienda. Me recuerdan la frase célebre: “Con la boca es un mamey”.

Pero eso no es todo. Porque hay de esos que realmente lo hacen por dárselas de intelectuales o porque simplemente quieren impresionar a los panas o los vecinos en la fiesta, pero no pasan de ahí. De ellos no hay nada más que decir, pero, de los otros que sí mueven el tema con una agenda intencional de confundir y desviar la democracia, de esos es que debemos hablar hoy en esta columna. Porque esos sí son los peligrosos para el bienestar de nuestro pueblo.

En nuestra historia de los últimos 50 años hemos tenido varias experiencias amargas con el llamado “gobierno compartido”, o sea, cuando queda electo un Gobernador de un partido y una Legislatura de otro (1968, 1980, 2004). Momentos en que Puerto Rico sufrió divisiones amargas en el debate público y juegos de poder e intriga por provocar el fracaso del oponente. Pero en esos momentos el resultado es nefasto porque se trancan los presupuestos, se frustran buenos nombramientos, se detienen obras importantes para el progreso del pueblo, se estanca la economía por la incertidumbre de qué sucederá mañana entre el Capitolio y la Fortaleza.

En fin, los gobiernos compartidos han sido sin duda los más improductivos de cualquier administración de las pasadas cinco décadas. Uno de los peores ejemplos y herencia que cargamos a diario, producto de estos desastres de la democracia, fue el famoso IVU producto de los tranques e intransigencias y juegos políticos del entonces gobernador Acevedo Vilá y la Legislatura del PNP. Nunca olvidaremos cómo Acevedo Vilá se vanaglorió en aquel video de tomarle el pelo a la Legislatura del partido contrario al aprobar un IVU mucho mayor al que realmente aguantaba nuestro bolsillo. Y cuántos presupuestos no pudieron ser aprobados por el “tranque” entre dos poderes, el Ejecutivo y el Legislativo, ambos con agendas distintas. Todo por ganar políticamente sobre el otro.

Pues ese es el mejor ejemplo de por qué un mal llamado voto inteligente sería nefasto para nuestra democracia y progreso. No lo digo porque no queramos reconocer y dar paso a uno que otro talento extraordinario que de cuando en vez aparece fuera de líneas partidistas, para realmente servirle a Puerto Rico y estar dispuesto a dialogar y buscar consenso por el bien común. Esas son las pocas buenas excepciones en que podemos tener servidores genuinos como Chaco Vargas Vidot en el Senado, o Santos Ortiz en la Alcaldía de Cabo Rojo.

Lo que realmente sí es peligroso es que hay ciertas personas y grupos organizados que nos quieren hacer sentir que los que votamos íntegro bajo una insignia de partido, para elegir un Gobernador con una Legislatura que compartan agenda común de trabajo, somos unos ignorantes y/o fanáticos que dizque no sabemos lo que estamos haciendo. Esa es la agenda de aquellos que intencionalmente nos quieren empujar a cometer la masacre política de comenzar a desmantelar la estabilidad política que nos ha tomado sobre cien años construir, para ellos colarse por la cocina y dar paso a estos líderes solitarios y grupos minoritarios que de otra forma no podrían lograr apoyo democrático para prevalecer; y quieren tratar de engañarnos con esta diatriba de supuestos intelectuales que lo que buscan es quedarse con nuestra Isla por la vía rápida, sin votos y sin una verdadera agenda de progreso. ¡Ahí está el truco!

Estos son los que pretenden ahora engañar a nuestros jóvenes vendiéndoles en las redes sociales ideas de que aquí cualquiera puede gobernar, como si fuera en un vacío, y que al día siguiente todo se resolvería, ¡Sí, Pepe! Usemos un ejemplo de la vida real que es fácil de visualizar. En el 2016 aspiró a ser Gobernadora la señora Alexandra Lúgaro, como candidata independiente. No tenía candidatos a Legisladores ni Alcaldes. No tenía ninguna estructura que diera sentido de capacidad para montar un gobierno y en efecto poder ejecutar las funciones.

Por un instante pensemos a modo de ejemplo que Lúgaro hubiese ganado la elección. ¿Qué hubiera sucedido luego? ¿Con qué Legislatura ella hubiera aprobado un presupuesto? ¿Con qué Legislatura ella hubiera hecho los cambios que prometió? La realidad es que hubiera sido y sería una figura de polémica y tranque del Gobierno porque ningún grupo de Legisladores de cualquier otro partido comulga con sus ideas ultra liberales y de izquierda, que en Puerto Rico solo representan una exigua minoría. Entonces, eso sería un ejercicio fútil. Una pérdida de tiempo y un fracaso a la democracia, porque no podría gobernar en la vida real.

Entonces imaginemos algo peor. Que por un momento eligiéramos un Gobernador y una Legislatura cuyos miembros fueran todos independientes, unos de otros, sin compartir ni unas ideas en común, ni una agenda de trabajo coherente. Necesitas por lo menos 26 votos en la Cámara para aprobar algo y no menos de 19 votos en el Senado para pasar un proyecto de ley. ¿Entonces qué sucedería? Que los cuatro años se perderían tratando de ponerse de acuerdo 78 personas, todas pensando que tienen la razón. Todas pensando que uno es más inteligente que el otro, todas pensando que su agenda es la que quiere el pueblo. ¿Y a dónde llegarían? ¡A nada! Eso me recuerda el ejemplo bíblico de la Torre de Babel.

Por tanto, ¿qué es eso de un voto inteligente? Elegir gente sin plan de trabajo, sin capacidad de ponerse de acuerdo, sin una agenda en común. Eso en realidad sería elegir la anarquía. Es ahí que tenemos que rodar el velo y ver que detrás de ese cuento del mal llamado “voto inteligente” lo que hay es una agenda para engañarnos, haciéndonos sentir que no sabemos lo que hacemos, para entonces que estos individuos y grupos minoritarios se cuelen por entre los pies y tomar el control de nuestra Isla, para mover la agenda que no se atreven a presentar de frente al sol, porque saben que si revelan sus verdaderas intenciones, serían contundentemente derrotados.

Cuidado con ese cuento de camino. Una sociedad madura y organizada debe proteger su democracia y mantener la capacidad de elegir gobiernos coherentes y con disciplina interna de agenda común y oportunidad de ejecutar el plan de trabajo para el que fueron electos. Si fracasan o toman malas decisiones, para eso tenemos elecciones cada 4 años. Pero crear un “Frankenstein” con un supuesto “voto inteligente”, eligiendo uno de aquí y otro de allá como si fuera un bufet de comida al mediodía, sería el colapso de nuestra democracia. ¿Y quiénes ganan en eso? Los amigos de lo escondido. Los que se disfrazan de caperucita patriota para no dejar ver el lobo feroz que quiere quedarse con nuestra casa.

¿Que los partidos deben reformarse y tener mejores ofertas? ¡Claro que sí! ¿Que podemos tener nuevos partidos políticos? Sin problema, eso siempre es saludable. ¿Pero elegir gente suelta como si fuera una tienda de dulces? Dame uno de este, uno de aquél y unos de aquél de allá y ¿echarlos en una bolsita todos mezclados?... La receta perfecta para el total fracaso de Puerto Rico. Piénsalo bien. Las primarias de los partidos son oxígeno para escoger bien - de forma que luego sintamos que esa institución y esa insignia representa los ideales, agenda y filosofía que mejor puede hacer por Puerto Rico y que mejor me representa. Sin riesgos, sin jugar a la ruleta rusa.

Si queremos ver un ejemplo real de gobierno desconectado del pueblo, carente de orden y cohesión, y totalmente falto de resultados, basta con mirar los pasados 8 años de Carmen Yulín Cruz en San Juan. Aunque fue electa bajo una insignia, todos sabemos que ella actúa como ente independiente, sin plan de trabajo y sin sentido de equipo para lograr consensos que permitan una labor coordinada con resultados. Esto es lo mismo que elegir personas inconexas que no puedan ejecutar las funciones para las que pretenden ser electos. ¡Para los electores de San Juan, eso no fue un voto inteligente! Para muestra, con un botón basta.

Ojo con los que critican porque no siempre tienen la razón.

¡Puerto Rico, no te dejes engañar!

Seguimos…